Bolivia se prepara para nuevas elecciones presidenciales en medio de una fractura política interna. El Movimiento al Socialismo, que aún conserva mayoría electoral, enfrenta su mayor desafío con la pugna entre Evo Morales y el presidente Luis Arce por el control del proceso.
La oposición sigue debilitada. Mesa guarda silencio. Camacho continúa detenido. No aparece un proyecto alternativo con fuerza real.
La economía muestra signos de fatiga. Aumenta la informalidad laboral y se erosiona la confianza institucional. El país necesita recuperar legitimidad democrática y evitar una nueva crisis como la de 2019.
Todo está en juego. Esta vez, las decisiones del oficialismo marcarán el rumbo.
Mientras tanto, la filtración de una supuesta carta de renuncia del presidente interino del Tribunal Supremo Electoral sacudió al organismo. Más tarde se aclaró que se trataba de una licencia médica temporal. La incertidumbre institucional suma otra capa de tensión al escenario electoral.













