Por Hugo Guzmán Rambaldi.
Cuatro candidatas y candidatos de ocho partidos políticos del actual oficialismo chileno están enfrascados en unas primarias -que se efectuarán este domingo 29 de junio en todo Chile- para definir el nombre de quien se convertirá en aspirante a la presidencia del país, en los comicios de noviembre próximo.
En lo grueso, en esta algo sui géneris disputa entre quienes se consideran aliados, compiten sectores socialdemócratas, liberales, humanistas, progresistas y de izquierda.
Carolina Tohá es la aspirante del ámbito socialdemócrata y liberal, con apoyo de sectores de la antigua coalición Concertación por la Democracia, impulsada por los partidos Socialista, Por la Democracia, Liberal y Radical. Jeannette Jara es la candidata del Partido Comunista (PC) y Acción Humanista (AH), levantando posiciones desde la izquierda y el humanismo. El progresismo se expresa en Gonzalo Winter, postulado por el Frente Amplio (FA), la colectividad del Presidente Gabriel Boric. También del sector socialdemócrata, corre Jaime Mulet, ex Concertación, de la Federación Regionalista Verde Social.
De acuerdo a varias encuestas y análisis electorales, Jara lleva la delantera, seguida de cerca por Tohá y harto más atrás Winter y Mulet.
Así las cosas, algo claro es que desde las primarias el PC saldrá muy bien posicionado, aún si sale segunda su candidata, y ni hablar si gana. Con Tohá, los socialdemócratas pueden sufrir un duro revés y, si ganan, será un logro desesperado. Con Winter tercero, se producirá un golpe electoral para el FA, partido de Boric. Es intrascendente Mulet en un cuarto lugar. Pero como se suele decir, “nada se gana, hasta que se gana”.
Lo peculiar -o no- de estas primarias, es que pese a los reproches mutuos, diferenciaciones ideológicas, posiciones políticas distintas, propuestas y medidas dispares, incluidos dardos personales, es que el 30 de junio, un día después de las elecciones, todas y todos se pondrán detrás de la triunfadora.
Y es que, al final de cuentas, todas estas fuerzas, desde socialdemócratas, pasando por liberales, humanistas y progresistas, hasta esta izquierda, tienen una alianza para gobernar, una convivencia en base a renuncios políticos, un consenso de moverse como centroizquierda, donde frases como la de Boric de que Chile “será la tumba del neoliberalismo” se esfumaron, y donde las promesas de “transformaciones estructurales” entraron en terrenos fangosos y de relativizaciones.
En la arquitectura de identidad, a veces antojadiza, todo apuntaría, de acuerdo a vocerías de todas las candidaturas, a una propuesta y un gobierno de “centroizquierda”, “progresista”, “socialdemócrata”. No de izquierda, antineoliberal o rupturista con el sistema institucional y el modelo económico.
La excepción podría surgir con la candidata del PC, sobre todo emplazada desde su partido, quien se ha definido “de izquierda”, con ideas transformadoras y anuncio de medidas sociales y populares. Pero en sectores de la izquierda chilena surgieron dudas cuando ella habló de “poner los temas de la centroizquierda de cara al país” -no de la izquierda-, dijo que en Cuba hay “vulneraciones a los derechos humanos”, y desde su comando se comenzó a hablar de la posibilidad de que Jara “suspenda” su militancia comunista o renuncie a ella y de encantar a segmentos de la centroderecha y particularmente de la Democracia Cristiana.
Como sea, todo apunta a que con Jara o Tohá, en términos estratégicos y concretos, Chile continuaría con un gobierno de corte socialdemócrata y progresista, intentado realizar reformas que beneficien a amplias capas sociales, democraticen más la institucionalidad y tenga una preocupación en temas como seguridad pública, salud, educación y vivienda.
Claro que después de las primarias viene la carrera presidencial donde las fuerzas del actual oficialismo se enfrentarán a una candidatura de la derecha tradicional, con la conservadora Evelyn Matthei, del conglomerado “Chile Vamos”, y dos de extrema derecha: José Antonio Kast del Partido Republicano y Johannes Kaiser, del Partido Nacional Libertario.
Hasta el momento, la pelea en este sector está entre Matthei y Kast y en todas las encuestas ambos se perfilan como triunfadores en la elección presidencial de noviembre, pasando uno de ellos o ambos a la probable segunda vuelta en diciembre.
Ahí radica un primer desafío de las fuerzas socialdemócratas, progresistas y de izquierda que aparecen en desventaja en los sondeos. Cómo encarar y vencer a los sectores conservadores que están alimentando relatos populistas, de orden y seguridad, antimigrantes, autoritarios, contratransformadores que surten efecto en amplias capas de la población.
Un primer indicador será cuánta gente participe en las primarias oficialistas. En la anterior, entre el actual mandatario Gabriel Boric y el dirigente comunista Daniel Jadue, votaron un millón 700 mil personas. Se considera que si en estos comicios vota un millón o menos, será un problema para los partidos del oficialismo, por lo tanto, si votan entre un millón y medio o dos millones, habrá un saldo positivo de cara a las elecciones de primera vuelta.
Más allá de los vaivenes electorales, disputas tangenciales y puntos de contingencia, en definitiva a lo que se asiste es a la disputa de un proyecto país y ahí es donde se concentran los debates y apreciaciones más de fondo. Algo siempre presente en los ámbitos de la izquierda -en el sentido exacto de la palabra-, y que podría expresarse en estas primarias y lo que viene en la política chilena.













