Hace algunas semanas inició la campaña de afiliación a nivel nacional del “partido-movimiento más grande de América Latina”, así lo anunció la Senadora Julieta Ramírez y el Comité Directivo Nacional.
Se trata de Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que gobierna 24 entidades de la República de México y cubre el 77% de territorio, población y congresos locales. En el Congreso de la Unión, cuenta junto con sus aliados, con 424 Diputados federales (84.4%) y 86 Senadores (67.18%), desde luego, el Poder Ejecutivo con la Presidencia. Su meta es alcanzar los diez millones de afiliados.
Equiparado con el impacto del movimiento peronista de Argentina o de la Unidad Popular en Chile del siglo pasado. El peronismo, en 1946, en su primera contienda, llevó a Juan Domingo Perón a obtener el triunfo presidencial, además del 70 por ciento de Diputados y 28 de los 30 de Senadores, rematando con todas las gubernaturas provinciales, excepto una, la de Corrientes. La Unidad Popular, formando un frente amplio, principalmente con los partidos comunista y socialista chilenos y en una cerrada contienda, gana la Presidencia con Salvador Allende en 1970.
Morena, inicia como asociación civil en 2011 y tres años después, consigue su registro legal como partido político. En tan solo 10 años ha obtenido dos victorias presidenciales desplazando como primera fuerza al PRI que gobernó más de 80 años y al PAN que fundado en 1939, llega al poder en el 2000 para repetir “victoria” en 2006 con un escandaloso fraude electoral.
La monstruosa corrupción, el saqueo de la riqueza nacional, el “hambre y sed de justicia” que veía Colosio, son algunas causas que llevaron a la gente al hartazgo y explican en parte, la vertiginosa expansión territorial, política y popular de Morena. Claro, el proyecto de Nación del fundador y líder de la entonces, novel agrupación, encajaron en el sentir y preferencia de gran parte de la sociedad. Algunos análisis superficiales, destacan que el partido guinda llega al poder en 2018, en el tercer intento del candidato, por “las alianzas” que éste sostuvo con sectores financieros, empresariales o políticos.
La dualidad complementaria entre partido y movimiento, ha tenido un manejo inadecuado o manipulado, sería bueno precisar qué significa cada uno de los términos y qué papel juegan en la cuarta transformación, a los que se les debe agregar un tercer elemento, el Gobierno.
Como movimiento, sería la condensación y fusión de luchas reivindicativas de México que trata de ser diverso e incluyente pero a su vez, es nebuloso porque un movimiento no cuenta con calendarios ni estructuras, obligaciones o derechos ni objetivos precisos, solo aglutina física o virtualmente en torno a un pensamiento y figura inspiradora, en este caso, la de López Obrador o como en Argentina, la figura de Perón con tantas variantes y ramificaciones que derivaron en partidos políticos inclusive, contrarios electoralmente.
Es en este espacio abierto donde cabría la adhesión de cualquier persona u organización que simpatice o apoye la causa, sin discriminar y sin importar de dónde vienen, “todos son bienvenidos”, dicen, pero cuando se trata de afiliar y engrosar las filas de un partido que es la formalización institucional emanada de ese movimiento, la virtud general del proyecto tiende a dislocarse, porque la diferencia es que el instituto político tiene procedimientos, directrices, declaración de principios, estatutos que marcan los perfiles de los postulantes a cargos, cuenta con comisiones específicas y se nombran dirigencias que con nombre y apellido, son las que finalmente ejecutan las operaciones y manejan los recursos económicos.
En esencia, no hay cambios ideológicos ni de principios, el Gobierno Federal ha sido consecuente y el Congreso también, uno que otro legislador a veces a “regañadientes”, de mala gana vota a favor de las iniciativas que benefician al pueblo pero con reticencia, como la reciente propuesta de ley contra el nepotismo y la reelección que fue diferida su aplicación hasta 2030 y no en 2027 como lo propuso Claudia Sheinbaum. En efecto, en esta década de camino, hay pasajes no muy claros, negociaciones a hurtadillas para repartir candidaturas, a veces por racimos y también nombramientos inexplicables para cargos, a personajes que actúan en dirección contraria a lo que dictan sus propios estatutos y al ideario político. Todos los comités directivos desde su fundación, han abrazado estos métodos que son justificados como necesarios para asegurar posiciones y ganar votos, para que los adversarios no pongan “piedras en el camino”, llaman a la “unidad”, argumentando que lo más importante es el proyecto nacional; y cuando algún sector militante queda en desaliento al ver que su trabajo sirve para que personajes tóxicos, ocupen esos espacios y coloquen a sus allegados, se les responde, es que “no han entendido nada”.
Aunque no vamos a donde no nos invitan, siendo los partidos políticos, entidades de interés público de acuerdo al artículo 41 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y que tienen como fin, promover la participación del pueblo en la vida democrática, estamos comprometidos además por ser humanistas, a señalar cómo, individuos, agrupaciones políticas, instituciones y sociedades enteras, fueron arrastrados por modelos de conducta que se identifican como PRAGMATISMO y en este caso, señalar esas intenciones furtivas que han acompañado el proceso de Morena.
A menudo se maneja de manera superficial pero el pragmatismo es toda una filosofía que somete las acciones a la utilidad concreta y el resultado favorable que se pueda obtener de ella. La “acción eficiente” para obtener el éxito inmediato a cualquier coste y alcanzar la cúspide social, llegó a ser el signo distintivo de una generación frívola, desinformada, despolitizada y aspiracionista (por no decir trepadora), que ocupó un espacio protagónico. Esta ideología, disfrazada de no-ideología, que se desarrolló en el Club Metafísico de Boston en el siglo XIX, tal vez influenciados por una mezcla de darwinismo, naturalismo y positivismo, encasilló al individuo como un ser determinado y caminó de la mano con el neoliberalismo ya al final del siglo XX, tuvo aceptación y se instaló como creencia pública que permea todavía, hasta la más simple actividad cotidiana, en los negocios, en las relaciones personales, afectivas y más cuando se trata de luchar por el poder político, sean estos partidos de izquierda, derecha o centro.
Podemos observar por ejemplo, cómo entre grandes corporaciones, en la carrera por ganar los mercados, por mucho tiempo han operado fusiones o adquisiciones de empresas que fortalecen posiciones, pero una modalidad más reciente es la adquisición de patentes, de marcas. Es decir, no gasto en desarrollo e investigación ni en marketing, solo adquiero la marca y así incremento mis utilidades.
Lo anterior, trasladado al terreno político, surge, cuando ya no hay esfuerzo por un convencimiento ideológico y profundo ni por la construcción de un proyecto sostenido para que el resultado electoral se derive de un proceso social y humano. En esta lógica de ganar como sea, es preferible no debatir y generar de manera artificial, la percepción de un gran avance. Por eso, a los personajes tóxicos que son adversarios ideológicos y políticos, es preferible otorgarles diputaciones federales o locales, senadurías, cargos en gobiernos o en instituciones del Estado, nombramientos en embajadas, para mantenerlos en silencio, ya luego, éstos a su vez, repartirán muchas plazas menores a sus allegados y parientes, prolongando el mismo círculo vicioso que originalmente se deseaba romper. Maquiavelo quedaría atónito y envidiaría esos medios que justifican el fin.
Todavía algunas corrientes sicologístas consideran a la conciencia como pasiva y como un reflejo del medio en que se vive; la acción eficaz, concreta, inmediata y exitosa que defienden los pragmáticos, está apoyada en la relación mecánica de causa-efecto que solo toma en cuenta un primer momento en el que se logra el objetivo deseado, sin embargo, los actos generan consecuencias que se continúan en el tiempo que puede ser corto o largo. Hay un periodo en que la “conciencia emocionada”, no permite advertir que puede llegar un segundo o tercer momento en el que el resultado no sea ya tan favorable. De acuerdo a lo anterior, no se sostiene aquello de que hay varias formas de pragmatismo, pasado o actual, un pragmatismo positivo o negativo, “uno que sí sirvió hace diez años en los inicios y otro que ya no sirve ahora que se gobierna…
Los humanistas no somos rectores del pensamiento ni promovemos una conciencia culposa, tampoco adoptamos el papel de aguafiestas. Sería interminable un inventario de las prácticas referidas que durante décadas presenciamos con la clase política del PRI-AN, en complicidad con la clase empresarial-financiera y avalada por intelectuales cautivos de esas ideologías retardatarias que fueron los fundamentos de un paisaje de formación que no desaparecerá por la sola creación de nuevas instituciones, nuevos partidos, frases o colores.
Como humanistas podríamos concluir el tema, afirmando que luchamos por la libertad, la igualdad, que estamos contra la discriminación y la explotación humana, que impulsamos las reivindicaciones culturales y locales y que apoyamos las acciones gubernamentales.
Pero si el pragmatismo con sus débiles argumentos articuló una teoría y un estilo de vida, entonces, debemos ahora, echar una mirada interna sin temor, a lo profundo del ser humano. Observar en esa “cabeza fría” con que se conduce la Dra. Sheinbaum, un momento de interioridad, un punto de partida que nos permita “caer en cuenta”, que poseemos un mecanismo de reversibilidad y proyección, que somos capaces de diferir una respuesta ante estímulos externos, que tenemos la potestad de elegir una u otra dirección para el destino de nuestras acciones. Una vez alcanzado este umbral, estaremos en condiciones de descubrir la existencia de un Espacio de Representación, donde las imágenes, dependiendo de su ubicación en esa espacialidad, movilizan a individuos y pueblos de acuerdo a su paisaje de formación, creencias y a su forma de transformar a su medio.
A la acción, no la entendemos solo como una capacidad natural y motriz de nuestra especie, nos referimos a aquello que da origen a una acción, a qué significa ejercer tal acción y qué sentido le damos a esa acción.
Por lo anterior, estamos a mucha distancia de un ser, un ente reactivo y mecánico, aunque los arrastres no faltan al momento de pretender naturalizar o biologizar, por ejemplo, la dialéctica generacional, cuando se cae en el mito de que una generación, por ser joven es revolucionaria o por ser pariente de algún dirigente, en ambos casos, se cree que automáticamente heredan la etiqueta de relevo generacional, o por el otro lado, la generación madura que se vuelve más conservadora y pasiva, quiere asegurar una posición por derecho de antigüedad y por experiencia.
La frase atribuida a Gramsci, “Lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer”, nos es insuficiente para abordar el tema del “relevo generacional” partidista, ya que el tiempo no es lineal y en este momento histórico, son varias las generaciones de distintas edades, que coinciden y ocupan un lugar central en las decisiones sobre las mayorías.
Un análisis de las características y la grandeza del movimiento de la cuarta transformación cuya influencia llega más allá de nuestras fronteras, no se reduce a señalar los vicios de conductas políticas, pero es importante tener en cuenta que, paradójicamente, el Partido en ocasiones ha ignorado o defendido tales emplazamientos.
Volviendo al pragmatismo como uno de los principios básicos del neoliberalismo, debemos recordar que en México, estas ideas fructificaron por la persistencia de, precisamente, dos banqueros pragmáticos como Raúl Bailléres y Aníbal De Iturbide que financiaron el proyecto anti-cardenista junto con Luis Montes de Oca, Secretario de Hacienda de Plutarco Elías Calles, en los años 40 ́s. Ellos invitaron a dos economistas de la llamada Escuela Austriaca, Von Hayek y Von Mises para que dictaran conferencias, posteriormente formaron la Asociación Mexicana de Cultura y el ITAM (Instituto Tecnológico Autónomo de México). En 1988 llegó Salinas de Gortari, quien, envalentonado con el triunfo provisorio del “Fin de las Ideologías” de los 60 y “El Fin de la Historia” de 1989, creyó junto con su generación en su infinito poder.
Si en el momento actual, con los gobiernos de López Obrador y Claudia Sheinbaum, hay una correntada favorable de apertura, el humanismo universalista propone considerar las bases para construir una teoría de acción humana, de acuerdo a los elementos descritos detalladamente en el ensayo Sicología de la Imagen que junto con Discusiones Historiológicas, componen el trabajo llamado Contribuciones al Pensamiento del autor Mario Rodríguez Cobos, Silo, quien aseveró lo siguiente:
“Lo que va a definir el signo de la dialéctica generacional en cada momento, habrá de ser el proyecto de transformación o conservación que cada una lance a futuro”.