Por Adrián Moyano*/Extremo Sur

En 1886, Chicago quedaba muy lejos de la Patagonia. Inakayal languidecía en el museo de La Plata, había gente cautiva en el campo de concentración de Valcheta y se contaban por miles las mujeres y hombres mapuches que, en condiciones de servidumbre, cimentaban las fortunas de los vencedores. En la región, el capitalismo se generalizó después de la Campaña al Desierto y como en cualquier otro lugar, al conformarse la clase dominante, simultáneamente creció la proletaria. Para 1892, la distancia con la ciudad estadounidense ya se había acortado: en vísperas del 1ro. de mayo, en los muros de Carmen de Patagones aparecieron carteles que decían «Viva el 1 de mayo», «Viva la Revolución Social» y «Abajo la autoridad». Desde ya, la Policía se encargó de retirar las leyendas y de paso, detuvo a dos militantes anarquistas.

Para el noreste de Chubut, se periodizó la emergencia de una clase obrera entre 1913 y 1922. Nada que ver con las narraciones todavía predominantes que dibujan un pasado idílico, ausente de conflictos y gestas pioneras/patronales heroicas. En 1909 se instaló en Trelew una fábrica de fideos que accionaba una máquina de vapor y en el mismo período, otra de hielo. Tres años después, inauguró la cervecería «La Argentina», propiedad de un empresario de origen alemán que producía la cerveza «Chubut». No por nada, también en 1913 se organizó el primer acto cuya finalidad fue conmemorar el 1ro de mayo.

El impulso corrió por cuenta de los obreros del ferrocarril y se concretó en Gaiman. El historiador Gonzalo Pérez Álvarez tomó como fuente la crónica con que El Avisador Comercial registró el histórico acontecimiento: «El número de manifestantes era de bastante importancia, saliendo en columnas bien formadas por las calles del pueblo, entonando el Himno de los Trabajadores y haciendo flamear pañuelos y banderas rojas. El espectáculo llamó la atención por ser la primera vez que esto acontecía en el Chubut».Pero los trabajadores no se limitaban a brindar «espectáculos». En agosto de 1916, descarriló el tren que iba de Puerto Madryn a Trelew al ubicarse sobre las vías grandes piedras. Historiadores regionales adjudican el episodio a un «atentado» consecuencia de «luchas obreras». Según Matthew Jones, no era la primera vez que se producían sabotajes semejantes y los encuadró en los conflictos que periódicamente se suscitaban entre la compañía ferrocarrilera y los obreros del muelle.

Ante el avance proletario, la represión no se quedaba de brazos cruzados, porque cada 1ro de mayo incluía «despliegues de fuerzas policiales para mantener el orden en el desfile que siempre se organizaba después de los encendidos discursos que se pronunciaban en la plaza Independencia (Trelew), no siendo raro que algunos de los más entusiastas terminaran esa noche en algún calabozo de la Comisaría local», consigna el relato de Jones. Para mantener el orden capitalista, claro está.

Conmemoración del Día Internacional del Trabajador en el año 1921. Foto: Archivo general de la Nación Argentina

Régimen policial

A principios del siglo XX, el norte de la Patagonia también se incorporaba con velocidad al mercado mundial, con énfasis en el esquema agroexportador. Los primeros conflictos estallaron en estancias de Maquinchao (1906) y en el puerto de San Antonio Oeste (1909), los dos en el Territorio Nacional de Río Negro. En 1905, la seccional Choele Choel de los ferroviarios se había plegado a una medida nacional y el tren dejó momentáneamente de circular, también por Neuquén. Incluso un año antes, peones se declararon en huelga y nadie cargó las toneladas de cuero y lana que esperaban en esa estación, «ocasionando importantes pérdidas a comerciantes y hacendados», según documentó el Departamento Nacional del Trabajo y celebró La Protesta.

Hacia fines de la década de 1910, la FORA del V Congreso, es decir, la anarquista, impulsó un proceso de organización obrera en el Alto Valle del Río Negro. A mediados de 1914, un ejemplar de La Protesta reprodujo un informe remitido por trabajadores que abrían canales en Allen, quienes estaban «sujetos a un régimen verdaderamente policial dentro del cual los derechos del hombre y la libertad individual son letra muerte». La publicación también denunciaba: «aquí el que se enferma muere sin asistencia» y añadía que «se trabaja entre el lodo y con el agua hasta la rodilla. Se duerme en carpas miserables, en jergones húmedos exponiendo el cuerpo a cualquier enfermedad mortal: bronquitis, pulmonía o reumatismo».

Los órganos de prensa del sindicalismo revolucionario hacían otro tanto. En efecto, los que estaban vinculados a la FORA del IX Congreso también denunciaban las increíbles condiciones de explotación que afrontaban los peones del tendido férreo hacia Zapala. La Acción Obrera publicó un testimonio según el cual, «es célebre la brutalidad y soberbia de los directores del ferrocarril del Sud en lo que se refiere a su conducta para con los trabajadores». Pedía que nadie fuera «a hacerse explotar a Neuquén, pues es una vida que sólo pueden soportar los desgraciados y rudos rusos, armenios, sirios, turcos; los italianos y españoles no son admitidos por la compañía porque dicen que son muy exigentes».

El periodista y escritor Hernán Scandizzo halló en sus investigaciones que desde 1914, consta el envío de periódicos, libros, revistas y otros materiales de difusión anarquista a Contralmirante Cordero, Cipolletti y Allen. En rigor, la prensa de agitación circulaba en el Alto Valle desde comienzos de siglo, aunque de manera irregular y dirigida a suscriptores individuales. Inclusive, entre 1907 y 1908 funcionó en Fiske Menuko-General Roca una agencia de La Protesta.

A la luz de tales antecedentes, no puede llamar la atención que en 1912 se conmemorara por primera vez en Neuquén el Día del Trabajador. Para la prensa local, la actividad no tuvo demasiada trascendencia: «asistieron a un modesto lunch numerosos obreros con los que fraternizaron también varios de los no asalariados». En el acto hicieron uso de la palabra portavoces proletarios y el medio enfatizó que todo «terminó con el mayor orden, formulándose augurios para que la próxima celebración obrera asuma todas las proporciones de un acontecimiento social».

Gente de propaganda huelguista

En el sur de la Patagonia, la Federación Obrera de Río Gallegos se fundó el 13 de mayo de 1913. En su origen incidió considerablemente la Federación Obrera de Magallanes (FOM) que inclusive antes de esa fecha, se había preocupado por crear subsedes en jurisdicción santacruceña. En latitudes australes, el internacionalismo proletario fue un hecho, más que una consigna o aspiración, a tal punto que en el acta de fundación se estableció la hermandad entre ambas organizaciones y la comunidad de ideas. Si bien hubo gente socialista, fue el anarquismo la ideología que prevaleció desde el vamos.

Un conflicto de importancia se suscitó al año siguiente, cuando se detuvo a «setenta y ocho individuos mayoría agitadores y presuntos atacantes a la policía mano armada», según un telegrama que envió la gobernación al Ministerio del Interior. En 1915 se repitieron los acontecimientos, siempre en cercanías de la temporada de esquila, cuando se producían movimientos de trabajadores provenientes de Chile. A comienzos de ese año, una solicitud de estancieros de origen británico y alemán de la zona de San Julián, permite entrever -desde hoy- la tragedia que se abatió sobre las huestes obreras a partir de 1921. Los poderosos decían: «Los abajo firmados (sic) vecinos de ésta, pobladores con hacienda lanar viéndonos amenazados por instigadores al paro de trabajo si no se acude a pretensiones absurdas por gente de propaganda huelguista, lo que puede traer graves consecuencias a nuestras vidas y haciendas por este elemento, en su mayoría de mal vivir, venimos ante su Excelencia a pedir garantías por cuanto la única en darlo sería la policía […]» Seis años después, la persistencia de la solicitud se llevó por delante la vida de 1.500 peones.

Quien firma no pudo establecer con claridad cuándo se conmemoró el 1ro de mayo por primera vez en Santa Cruz, pero ya en 1910, la gobernación había recibido un pedido de tenor similar al de 1915. Es más, los firmantes ofrecían sus servicios para «el caso de que el orden público pudiera ser alterado en los festejos que proyectan los elementos obreros locales». Germen parapolicial que 10 años después, se contagiaría mortalmente y se hizo cuerpo en la Liga Patriótica.

En 1887, nadie o casi nadie supo en latitudes australes que George Engel, Adolph Fischer, Albert Parsons, August Spies y Louis Lingg perdieron la vida por desafiar a la trituradora capitalista estadounidense. Tampoco llegaron hasta aquí noticias sobre la suerte que corrieron Samuel Fielden, Michael Schwab y Oscar Neebe. Pero cinco años después a orillas del río Negro, el mismo que forzosamente cruzaron tantos y tantas mapuches para despedirse de su libertad, empezó a hablarse de Los Mártires de Chicago y del 1ro de mayo. A su influjo se organizó la clase obrera de la Patagonia, que también tiene historia y épicas. Merecen contarse.


*Escritor y periodista.

Notas

  • Para escribir el artículo consulté «Las huelgas en los canales (1917-1920). La organización obrera anarquista durante la construcción del Alto Valle», cuaderno de historia obrera de Hernán Scandizzo. También su blog terrapalabra.historiasencontradas
  • Otro tanto hice con el libro de Gonzalo Pérez Álvarez «Historia de la clase obrera en la Patagonia» (Ediciones Imago – 2020); y con el artículo «Análisis de los primeros conflictos obreros en la Patagonia austral», de Rosario Güenaga, disponible en http://estudiosamericanos.revistas.csic.es
  • Luis Ibarra Philemon tuvo a bien compartirme las páginas pertinentes de «Historia de la clase obrera en Santa Cruz. 1900-1946», de Miguel Auzoberría, Hugo Huenul, Elida Luque y Susana Martínez, volumen con el que no cuento.

El artículo original se puede leer aquí