No hay días ni noches, tampoco veranos o inviernos para los que generan guerras; lo importante es mostrar zonas oscuras donde las aves de rapiña vuelan sobre los cadáveres. Las imágenes que nos muestran son de devastación. Solo así, con miedo, los seres humanos se van a rendir y van a aceptar la esclavitud. No elijo escribir sobre la guerra con datos y estadísticas, sino lo que siento cuando veo seres humanos desvalidos, vulnerables, campamentos de refugiados, mujeres violadas, niños famélicos, enfermos, lastimados y llorando.

La primera vez que escuché la palabra guerra era muy chica y los grandes hablaban de la pelea entre azules y colorados que escuchaban por las radios. Aviones de la Fuerza aérea bombardeaban Plaza de Mayo.

Al límite de algo inexplicable para mí, una niñita que nunca se había imaginado de que se trataba una batalla. Sin embargo, sentía miedo. Los vecinos escondían sus autos para que no se los llevaran, mi mamá comenzó a comprar víveres para guardar. Decían que los militares iban a acaparar todo y nos quedaríamos sin nada.

Todo era un revuelo de temor, aunque ese hecho estaba ocurriendo a casi 1.600 kilómetros de distancia de donde vivíamos. Haciendo memoria recuerdo que la palabra guerra venía desde siempre, mis nonos habían venido desde Europa antes de la Primera Guerra Mundial. El miedo, para nosotros, era en cierta medida algo cotidiano. Siempre se hablaba de la guerra, había secuelas en sus cuerpos doloridos, en sus corazones tristes y en sus mentes, imágenes atroces que nunca olvidaron.

Recuerdo que cuando era pequeña, mis padres volvían del cine y comentaban las películas como si fueran la vida misma. Cuando crecí y ya podía entrar, este era un pasatiempo de domingo por la tarde. Toda la familia veía películas norteamericanas de guerras y cowboys. Yo me tapaba los ojos y me escondía en el asiento para no ver las matanzas de mujeres y niños porque, después, por las noches, tenía pesadillas y me daba mucho miedo.

Las guerras en el cine son una construcción ideológica.

Hoy en día, las plataformas digitales y también, los juegos virtuales, son el lugar desde donde nos manipulan, desde donde se genera el verdadero “adoctrinamiento”. Estas “construcciones neurofisiológicas” al decir de Rita Segato, tienen que ver con enseñarnos para la crueldad y no para la empatía. Tenía una tía que decía: ¡qué hermosos y elegantes se ven los hombres con uniforme! Cuando desfilan, en todo momento, se ven disciplinados, competentes, con fuerza en sus decisiones.

Esta civilización patriarcal con su mandato de masculinidad, dice que “todo conflicto se resuelve con una guerra”. Sin embargo, la historia no nos muestra que la matanza indiscriminada resuelva nada, todo lo contrario, deja la puerta abierta para otra guerra. Lo que sí muestra la historia es cómo los poderosos se enriquecen en cada conflicto, por eso lo generan. No se considera guerra cuando ellos crean desabastecimiento de alimentos y así, matan de hambre a la gente quitándoles su sustento, su medicación, impediéndoles su educación;  la comunicación a través de las fake news y los relatos de la “posverdad”. Esto también es guerra.

La guerra es contra las mujeres, su discriminación y la desigualdad estructural que vivimos en territorios de conflictos, donde perdemos todos nuestros derechos y la disponibilidad de acceso a los recursos necesarios para la subsistencia, así como también quedamos expuestas a perversas formas de violencia interseccional (económica, política, social, psicología, etc).

Las mujeres que sobreviven a los bombardeos y a las operaciones militares sobre sus territorios, viven como desplazadas y se enfrentan a la inanición.

La guerra destruye
La guerra mata ilusiones
La guerra hambrea
La guerra viola mujeres
La guerra destruye juguetes
La guerra no quiere niños
La guerra cuenta cadáveres
La guerra compite por muertos
La guerra desabastece medicinas
La guerra prueba nuevas armas
La guerra no tiene compasión
La guerra es un negocio
La guerra miente sus objetivos
La guerra muestra bolsas negras
La guerra destroza hogares
La guerra anula lo humano
La guerra aniquila el amor y la compasión
La guerra construye odio
La guerra no reconstruye
La guerra arrasa con la vida
La guerra demuele la naturaleza
La guerra es patriarcal

Si le agregamos a este poema el hermoso monosílabo “NO”, creamos una frase maravillosa:

No a la Guerra. La guerra no es algo fugaz en nuestras vidas, sino algo presente todo el tiempo. Deberíamos tener templanza para poder seguir viviendo pero, ¿cómo se hace frente a la masacre?


Anexos

Contexto sociohistórico: “azules” y “colorados” fue el nombre con el que se conoce en la historia argentina a la serie de enfrentamientos armados entre dos facciones de las fuerzas armadas argentinas, en los años 1962 y 1963, durante la presidencia no constitucional de José María Guido. El sector de los «azules» en el ejército argentino postulaba una línea más conservadora, mientras que el sector de los «colorados» abogaba por una postura de mayor diálogo político.

“Posverdad”: Cada año, el Diccionario Oxford elige la “palabra del año”. En 2016, esa palabra fue posverdad, definida como “las circunstancias en las que los hechos objetivos influencian menos a la opinión pública que las apelaciones a la emoción o a las creencias personales”. A fines de 2017, el término ingresó al diccionario de la Real Academia Española, pero allí fue definido de modo ligeramente distinto: “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. Extraído del libro “Pensar con otros” de Guadalupe Nogués. El texto completo, disponible en: https://elgatoylacaja.com/pensarconotros/indice