En toda la riquísima y compleja mitología amazónica, las mujeres -lo han enfatizado desde Alfred Métraux, pasando con Franz Boas y Claude Levy-Straus- son siempre las que han inventado la agricultura y han creado los instrumentos y herramientas de la cultura.

Escribe: Roger Rumrrill*

Así, en la cultura Jíbaro-Jíbaro, la ya célebre y numerosa familia de los Awajun y Wampis, Achual, Candoshi y Shapra, la diosa Nugkui es como la Mama Ocllo de la mitología andina. Nugkui, que también vive bajo tierra, proporcionó las plantas cultivadas, sobre todo la yuca (Manihot sculenta), sin la cual es imposible imaginar la vida de toda esta familia etnolingüística que ha poblado la Amazonía hace milenios. Lo mismo entre los Pano, especialmente entre los Shipibo-Conibo-Shetebo, las mujeres están asociadas a la creación de la agricultura.
Al respecto, Clara Cárdenas Timoteo en su libro “Los Unaya y su mundo” (CAAAP-Instituto Indigenista Peruano, 1989) transcribe una cita de Alfred Métraux que dice: “En otros tiempos estos indios se alimentaban exclusivamente de una sopa hecha con genipa. Un pájaro, bajo forma humana, se presentó a una joven de esta tribu y la convenció de que le diera de golpes: de sus rodillas cayeron diversas plantas comestibles. El milagro se repitió varias veces. A continuación, el misterioso visitante les enseñó a cultivar las plantas que llevaba en sus rodillas”.
Pero no sólo la mitología y la cosmología amazónica establecen una estrecha relación entre las mujeres y el origen de la agricultura y la creación cultural. Toda la mitología universal está poblada de diosas, es decir mujeres, que siempre están pariendo hijos, cultivando alimentos, originando ríos, moldeando con sus manos el destino de sus hijos, los pueblos y las naciones.

Las mujeres, pasado, presente y futuro de la Amazonía

En un universo potámico y forestal, las mujeres amazónicas no sólo son, de acuerdo a las sagas míticas, las productoras de los alimentos. Su contribución a través de la milenaria historia amazónica, en el alba de las civilizaciones indígenas precolombinas hace más de cuatro mil años, abarca todos los campos: la artesanía y el arte; el manejo de los ecosistemas fluviales y forestales mano a mano con los hombres; la invención de la gastronomía amazónica; las luchas de resistencia contra la opresión; los actos de heroísmo en la defensa de la soberanía nacional; el supremo acto de la reproducción de la especie y las estrategias de sobrevivencia en el diario transcurrir de la existencia.
En la cultura indígena Pano, para citar un ejemplo, son las mujeres las que crean la cerámica y las telas y bordados con sus trazos geométricos y estilizados que representan los dioses totémicos y protectores. No hay en todas las culturas indígenas de la cuenca amazónica, ninguna cultura que haya alcanzado ese nivel de refinamiento y sofisticación de su arte y artesanía como las mujeres Shipibo-Conibo-Shetebo. Cerámicas y telas bordadas que se lucen como obras de arte moderno en los mejores museos del mundo.
Por su lado, las mujeres ribereñas, mestizas e indígenas, a lo largo de los ríos y de los siglos, han interactuado con los complejos ecosistemas fluviales descubriendo sus secretos a través de la lectura del libro de la naturaleza. Son ellas las que mejor conocen, observando los ciclos vitales de la naturaleza, el cambio de las estaciones, el advenimiento de las crecientes y vaciantes y los ciclos biológicos de la fauna acuática.
Son ellas, las mujeres amazónicas, las creadoras de la cocina amazónica hecha de carne de peces de sabores de frutas; de carnes de animales silvestres de poderes vigorizantes; de especies vegetales aromáticas provocadoras de sensaciones paradisíacas. Uno de estos platos es la sopa de tortuga, la sarapatera, que se cuece en el mismo casco de la tortuga y que se afirma que quién toma de esta sopa puede tener la misma larga vida y potencia que la tortuga.
En la Amazonía toda la naturaleza está gastronomizada y toda la gastronomía está sexualizada. Así como las mujeres indígenas y ribereñas juegan un rol fundamental en sus respectivos campos, áreas de acción y de vida, las mujeres amazónicas en las urbes de Iquitos, Pucallpa, Tarapoto, Moyobamba, Puerto Maldonado, entre otras, cumplen un rol decisivo en el aparato público, en la actividad privada y empresarial, en el arte y las actividades intelectuales y, lógicamente, en la política.
Del total de la población amazónica actual, más de 3 millones y medio de habitantes, aproximadamente la mitad es población femenina. Su rol es y será determinante en la construcción del presente y el futuro de la Amazonía.
Como todos los seres humanos, las mujeres amazónicas tienen sus sombras y sus luces. Sus sombras, dicen las malas lenguas que han inventado la leyenda negra, es su fácil y vulnerable sexualidad. Pero es un terrible malentendido. Porque la mujer amazónica, indígena, ribereña o urbana, suma a sus aportes culturales, sociales y políticos, un valor agregado: su belleza, su naturalidad, sensualidad y erotismo solar a flor de piel.
La proximidad a la naturaleza, la relación casi panteísta y animista con el bosque tropical y el universo fluvial, ha moldeado a la mujer amazónica, expresión del rico y espléndido mosaico femenino en el Perú del Siglo XXI.

(*) Roger Rumrrill es un fecundo y prolífico ensayista, narrador, poeta y periodista, experto nacional e internacional en temas indígenas.