En días pasados los ejecutivos de las mayores empresas de redes sociales comparecieron ante el senado de Estados Unidos de Norte América. En la ocasión, el senador Lindsay Graham, les dijo muy claramente: “Señor Zuckerberg, usted y las empresas que tenemos delante, yo se que ustedes no lo intencionaron, pero tienen las manos manchadas de sangre, ustedes tienen un producto que está matando a la gente”.

Esta dura afirmación tiene su origen en las niñas, niños y jóvenes que acceden a las redes sociales y se ven expuestos a bullying (matonaje), explotación sexual y drogadicción con serias consecuencias en su salud mental y física, terminando en algunos casos en suicidio.

No hay suficiente control de las publicaciones, pero lo que es aún peor, las empresas Meta, dueña de Facebook, Whatsapp e Instagram, Tik Tok,  así como las demás, han desarrollado algoritmos para hacer a sus usuarios adictos al consumo de sus productos.

Las redes sociales están diseñadas para ser altamente estimulantes y adictivas. Las notificaciones, los «me gusta», los comentarios y otras interacciones activan el sistema de recompensa del cerebro, a través de la generación de dopamina. Esta sensación de gratificación genera un ciclo de retroalimentación positiva, donde buscamos constantemente más interacciones y validación en las redes sociales para obtener esa gratificación.

La neurociencia es clave para entender este proceso ya que la dopamina es un neurotransmisor asociado con la recompensa y el placer en el cerebro. Muchos expertos, entre los que se cuentan empleados de estas empresas, coinciden en que el diseño y la funcionalidad de las redes sociales explotan los mecanismos de recompensa del cerebro siendo muy perjudicial para algunas personas, en especial, niñas, niños y jóvenes.

La agenda noticiosa en nuestro país está concentrada en la delincuencia y seguridad ciudadana, pero no hay atención alguna sobre las adicciones a redes sociales de los menores de edad. Tampoco hay foco en cómo las redes sociales son motivación para que menores de edad cometan delitos que posteriormente postean en sus perfiles de redes sociales.

Necesitamos poner atención a esta epidemia y para ello debemos levantar el tema para que se aborde desde la política pública de manera transversal e intersectorialmente entre los Ministerios de Ciencia, Tecnología e Innovación, Salud, Educación e Interior. Sería interesante también incluir al Ministerio de Relaciones Exteriores para buscar establecer canales de cooperación con países que están más avanzados en estas materias como son la Comunidad Europea, Estados Unidos de Norte América y seguramente, también China.

Las redes sociales han cambiado la forma en que nos relacionamos. Soy de manera personal e institucional a través de Fundación Semilla, un asiduo usuario de estas plataformas. Como toda nueva tecnología, se puede usar de manera positiva, pero también puede hacer mucho daño. Pongamos este tema dentro de nuestras prioridades para que no sea demasiado tarde y tengamos las manos manchadas con sangre.