Por Javier Belda.-

No es la primera vez que nos referimos a esta cuestión, pero de vez en cuando es interesante hacer un cotejo en el contexto de la situación actual.

A modo de introducción haremos una breve anotación sobre de qué trata la Singularidad, dejando a un lado los detalles más tecnicos, los cuales ya han sido expuestos en otras publicaciones (IHPS, CMEH, etc.) [1]

Escribimos Singularidad en mayúsculas porque es un término que hace referencia a un tiempo histórico, como la Edad Media; un tiempo histórico venidero.

El Punto de Singularidad es enigmático. Significa que en un determinado instante ocurren multitud de fenómenos de gran magnitud. En las gráficas de los analistas de procesos históricos se observa que se aceleran los acontecimientos en el eje vertical «crisis», mientras que el eje horizontal «tiempo» queda prácticamente detenido, es decir, que se producen todas las diferentes crisis en el mismo momento.

Se sabe, gráfica y matemáticamente, cómo ocurre la Singularidad, pero no se sabe en detalle en qué consistirá, ¿cómo se dará semejante torbellino en el acontecer y en nuestras vidas particulares?

El pasado martes, el secretario general de la ONU, António Guterres dijo «el mundo entra en una era de caos», en alusión a la falta de cohesión de las naciones para encaminarse hacia un proceso evolutivo sostenible.

El jueves, fue Donald Trump quien advirtió que «el mundo está en un tremendo peligro» a causa de «una posible Tercera Guerra Mundial».

Ya sean de nuestro agrado o desagrado estos personajes, observamos que sus declaraciones hubieran sido inverosímiles poco tiempo atrás.

¿Son estos pronunciamientos una señal de que hemos llegado al punto de Singularidad?

Nosotros pensamos que sí, aunque lo que definimos como punto podría abarcar un periodo de tal vez 10 años.

Llegamos ahora a este punto en terribles condiciones políticas, psicosociales, ambientales, humanitarias, etc. De manera que parecería posible afirmar que la Singularidad tiene una connotación destructiva. No obstante, tal visión se nos antoja demasiado inercial.

Haciendo una digresión; tal como explica Mario Rodriguez Cobos (Silo) en Apuntes de psicología: a todo estimulo le corresponde una respuesta más o menos refleja, pero también posteriores elaboraciones no inmediatas, las cuales son más complejas e interesantes. Ejercitando una atención reversible,  el sujeto descubre la posibilidad de controlar las respuestas mecánicas. Ello es de vital importancia para no crear un mal mayor con respuestas inmediatas y, entre otras cosas, producir elaboraciones transferenciales profundas. Fin de la digresión.

Desde ahí, nos resistimos a un pensamiento fatalista “reflejo” que nos lleve a equiparar Singularidad con fin de la humanidad.

Tenemos como referentes varios autores que han abordado el tema de la Singularidad —entre ellos, Alexander Panov y Akop Nazaretián, de la Academia de Ciencias de Rusia,  así como el americano David Christian, reconocido historiador de la Big History—, pero especialmente son los postulados de  Silo los que nos parecen más acordes para interpretar este momento fundamental de la civilización humana.

Silo, sin aventurarse a precisar una fecha en concreto, se anticipó en su visión y definición de la Singularidad. Estableció un esquema de la evolución basado en las generaciones, los momentos, las épocas, las edades, las civilizaciones y los periodos.

El pensador argentino centro su doctrina en aquello que se debe hacer para afrontar este umbral crítico de la especie humana.

«…únicamente puedes acabar con la violencia en ti y en los demás y en el mundo que te rodea, por la fe interna y la meditación interna». [2]

Dijo muchas cosas que vale la pena recordar y citar en su contexto. Sobre el posicionarse de una manera u otra y la posibilidad de elegir que tenemos cada uno, los siguientes comentarios vienen a cuento.

Entonces, sentido y sin-sentido son partes de la misma realidad, y se podrán encontrar argumentos para una u otra perspectiva, ya que ambos tienen existencia real y están en relación de complemento.

[…]

Ante cada paso que se da en el mundo, aparece el SI y el NO, como reales posibilidades, y con sus argumentaciones, climas emotivos y actitudes motrices, que corresponden a lo positivo y lo negativo del individuo enfrentado a una realidad contradictoria.

Todo puede ser y no ser, o más aún, todo es y no es.

El entorno de Ser es el No-Ser, sin este no podría existir.

El reconocimiento de la existencia real de ambos polos implica la posibilidad de elegir una u otra vía: la de la fe en el plan del Universo, la del entusiasmo y la actividad creadora, la de la autoafirmación del Ser en uno y en Mundo, o la vía del escepticismo paralizante, de la duda en las propias posibilidades creadoras, del sin-sentido y la apatía.

Si consideramos el tiempo de la Singularidad como algo excepcionalmente violento y convulso estamos induciendo al error, pues la violencia extrema se ha estado dando «a lo bestia» en los siglos precedentes —sin embargo— pasando casi inadvertida para muchísimas personas, que no tuvieron la más mínima percepción de los hechos que ocurrían en otras latitudes.

Tenemos por ejemplo el caso del Congo, donde ocurrió un genocidio que aniquiló a más de 15 millones de personas por parte de los colonos belgas, entre los siglos XIX y XX. Otro ejemplo ilustrativo de fin del mundo “para algunos” es el pueblo charrúa, que habitaba el actual Uruguay, el cual fue completamente destruido el siglo pasado. Según los expertos, de los 25 millones de habitantes indígenas de América, apenas un siglo después de su “descubrimiento” por los europeos, ya quedaban menos de 2 millones.

Es evidente que el mundo ha sido estable y confortable según la suerte que hubieras tenido al nacer.

Lo que desaparece en el tiempo de la Singularidad es la falsa idea de estabilidad a la que “algunos” estábamos acostumbrados.

Cualquier cosa que nos parecía inamovible, como los DDHH, la defensa de la infancia, la economía, la propiedad privada, la autogestión de tu cuerpo, con su manifestación en el mundo, etc., puede ser vapuleada hoy en día. Ya sea por la caída de valores de sustento social o por las posibilidades tecnológicas de la “deepfake”.

En cuanto al aspecto evolutivo de la Singularidad, Silo habló del advenimiento de la supraconciencia.

La imagen del Universo, es la imagen de la transformación de un tiempo. Sólo podrá dibujarse cuando se transforme al hombre actual. La óptica que debe usarse no ha de ser la que interprete el pasado sino la que interprete el futuro. Todo en el Universo tiende al futuro. El sentido de la libertad hacia el futuro, es precisamente, el sentido de la Tierra y del mundo. El hombre debe ser superado por el futuro de su mente. Esta superación comienza cuando el hombre despierta… y con él despierta todo el Universo. [3]

En realidad, nuestras categorías de bueno y malo son demasiado humanas. Estamos acostumbrados a la vida en un planeta X, pero más allá de este, todas nuestras nociones de habitabilidad de un espacio y las mismas referencias gravitatorias y espacio-temporales cambian. Fuera de nuestro planeta el concepto de día y noche, o la asimilación de la vida a los rayos de la estrella Sol, sencillamente no existen.

Con este ejercicio de abstracción buscamos un giro que nos permita representarnos más allá de lo aparentemente inamovible. Será desde un nuevo emplazamiento que podremos imaginar posibilidades que vayan más allá, para saltar por encima de nuestras concepciones demasiado humano-terrestres.

Los analistas rusos citados anteriormente imaginaron tres posibilidades tras atravesar el punto de Singularidad:

1-un gradiente descendente, que apunta al fin del proceso vital en el planeta,

2-otro horizontal, que apuntaría hacia una virtualización de la sociedad (tipo Mátrix)

3-y una tercer gradiente vertical, que supondría un salto cualitativo para la continuidad del proceso evolutivo.

Por nuestra parte, los humanistas, nos suscribimos a la hipótesis tercera. No solo porque nos guste más, sino porque a la luz de todos los datos y de la propia intuición, parece lo más complejo-evolutivo, siempre que seamos capaces de intencionar una mirada proyectada desde un foco amplio.

En referencia a esta tercera posibilidad Eric Chaisson formuló el contraste entre la “flecha termodinámica del tiempo” y la “flecha cosmológica del tiempo”, «lo cual constituye la principal paradoja de las ciencias naturales en la imagen actual del mundo», dijo Nazaretián.

De hecho, el material empírico existente permite seguir el proceso desde el plasma de quarks y gluones hasta las estrellas, planetas y moléculas orgánicas; desde las cianobacterias del Proterozoico hasta los vertebrados superiores y las complejas biocenosis del Pleistoceno; y desde las manadas de Homo habilis con piedras afiladas hasta la civilización post-industrial. De tal modo, en toda la distancia de visión retrospectiva disponible – desde el Big Bang hasta nuestros días – la Metagalaxia fue cambiando coherentemente desde los estados más probables (“naturales”, desde el punto de vista entrópico) hacia los menos probables, pero cuasi-estables. [4]

Chaisson se refiere al gradiente vertical como la irrupción de la flecha cosmológica del tiempo, que cita Akop en su libro Futuro No-Lineal.

Para decirlo en palabras llanas: lo interesante será aquello que seamos capaces de imaginar… En cuanto te levantes de tu asiento y des dos pasos, si pones atención a tu persona, te darás cuenta que todo es imaginado. Desde la imaginación y el registro propio de libertad plena es que podremos proyectarnos a un nuevo mundo sin violencia. Tal mundo sería un paradigma sin precedentes en la historia evolutiva de la especie humana.


1: Para una profundización amplia recomendamos el libro de David Sámano, Una vía estrecha en antropología teórica, entre otros del mismo autor, recientemente presentado en la UACM.

2: Silo. Arenga “la Curación del Sufrimiento”, 1969.

3: Silo. Filosofía del punto de vista, 1962

4: Akop Nazaretián. Futuro No-Lineal. Ed.Suma Qamaña. Buenos Aires, 2005.

El artículo original se puede leer aquí