El anuncio de lo que podrían ser las audiencias finales de Julian Assange -los días 20 y 21 de febrero ante el Tribunal Superior británico- ha desatado un aluvión de especulaciones sobre cuál podría ser el destino final del periodista y editor australiano, ahora de 52 años, encarcelado en Londres desde hace cuatro a la espera de su extradición a Estados Unidos, donde le esperan casi con toda seguridad 175 años de supermáxima seguridad.

Los próximos 20 y 21 de febrero de 2024 podría ser nuestra última oportunidad para detener su extradición, exclamó Stella Assange en Substack, añadiendo: «Así que, por favor, reúnanse ambos días ante el tribunal a las 8.30 de la mañana. Es ahora o nunca».

Pero, ¿cómo es posible que Assange pueda ser encarcelado durante 175 años, sólo por hacer lo que cualquier periodista y editor responsable debería hacer siempre, es decir, revelar crímenes de guerra y otras fechorías de las que se entera a través de testigos espontáneos? Sobre todo teniendo en cuenta que el Tribunal Supremo de EE.UU. dictaminó en 1971 que está permitido revelar secretos de Estado si es de interés público hacerlo.

Todo esto es posible porque, en 2019, la administración Trump quiso sentar un precedente, desafiando la sentencia del Tribunal Supremo, precisamente para poder encarcelar a cualquier periodista que, en cualquier país del mundo, revele secretos embarazosos sobre la administración estadounidense. Si eso suena como el fin del periodismo de investigación, es porque lo es: «los periodistas son los enemigos del pueblo», repite a menudo Trump. Por eso, las principales asociaciones nacionales e internacionales de periodistas han publicado documentos pidiendo la libertad de Julian Assange, precisamente para proteger la libertad de prensa y la libertad de expresión.

Pero reflexionemos sobre ¿cuál podría ser el destino final de Julian Assange que determinará la sentencia del Tribunal Superior de Londres prevista para los días 20 y 21 de febrero? A continuación se exponen tres hipótesis, empezando por la más pesimista y terminando por la más optimista.

1. EXTRADICIÓN: El Tribunal podría desestimar la petición de Julian – la de poder recurrir la sentencia del Tribunal Superior de 6/6/2023 que confirmó la orden de extradición. En ese caso, habiendo agotado todas las vías de recurso en el Reino Unido, Julian podría ser enviado al día siguiente a Estados Unidos donde le espera un juicio con un resultado que seguramente ya está escrito.

Por supuesto, al menos en teoría, Julian siempre podría apelar ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) de Estrasburgo, activando así un artículo (el 39) que prohíbe la extradición mientras se tramita el caso. Pero precisamente para acabar con el CEDH y afirmar la independencia británica, el gobierno de David Cameron y luego el de Boris Johnson han preparado un proyecto de ley que crea una «Carta Británica de Derechos Humanos» y al mismo tiempo sustrae al Reino Unido de la jurisdicción de Estrasburgo en materia de derechos humanos. Esa ley aún no se ha sometido a votación, pero el actual primer ministro Sunak la tiene en el cajón como arma secreta para anular el artículo 39 del CEDH.

2. SIN EXTRADICIÓN, PERO SIN LIBERTAD: Como segunda hipótesis, el Tribunal podría aceptar la petición de Julian de recurrir la sentencia del Tribunal Superior del 6 de junio, suspendiendo automáticamente la orden de extradición. ¿Sería una victoria? Sí, pero sólo parcial. Julian seguiría encerrado en completo aislamiento en una celda minúscula, de 3 por 2 metros, mientras dure su nueva apelación, lo que podría llevar años. Y según el relator de la ONU sobre la tortura, Nils Melzer, el encarcelamiento prolongado en esas condiciones -al que Julian ya ha sido sometido durante cuatro años- equivale a una forma de tortura psicológica.

Pero, ¿en qué se basaría Assange para seguir encerrado? En Italia existe la práctica de la «detención preventiva», pero siempre con un límite de tiempo. De hecho, son conocidos los casos de capos de la mafia liberados de la prisión preventiva tras un tiempo relativamente corto en la cárcel precisamente porque el plazo expiró antes de que pudiera celebrarse el juicio. El problema, en el caso de Assange, es que el juez que ordenó su prisión preventiva no fijó ningún límite temporal: por lo tanto, en teoría, la llamada «Justicia» británica podría permitir que el recurso de Julian se alargara indefinidamente, encarcelándolo en la práctica de por vida a la espera de juicio y, por lo tanto, sin condena alguna.

3. LIBERTAD (más o menos condicional): Existe una tercera hipótesis para el resultado de las audiencias del 20-21 de febrero: Joe Biden podría conceder a Assange un indulto presidencial en enero, con la retirada simultánea de la solicitud de extradición de Estados Unidos y, los días 20 y 21 de febrero, la consiguiente anulación de la orden de extradición.

¿Qué podría sustentar una hipótesis tan aparentemente rocambolesca?

Biden, por supuesto, era el vicepresidente de Barack Obama y Obama se había negado constantemente a procesar a Assange precisamente por las consecuencias perjudiciales que ello tendría para el periodismo de investigación -y, por tanto, para el tejido democrático del país-, las mismas razones ilustradas más arriba. Hasta ahora, Biden lo ha dejado en manos de sus halcones (en particular los vinculados a la CIA) que quieren la cabeza de Assange no tanto por sus revelaciones sobre los crímenes de guerra de Estados Unidos en Irak y Afganistán, sino por su revelación de los métodos ilícitos utilizados por la CIA para espiarnos indiscriminadamente a todos. Asssange ha mostrado a la CIA como lo que es: un órgano para espiar no sólo a sospechosos criminales sino también, y sobre todo, a ciudadanos de a pie, que es exactamente lo que ocurre en todos los regímenes autoritarios abiertos o encubiertos -y por eso, la CIA nunca se lo ha perdonado.

Por eso Biden no ha sido capaz de liberar a Assange, especialmente con las elecciones del año que viene a las puertas. Hacerlo enemistaría no sólo a la CIA, sino también a los halcones de su propio partido, a los conservadores estadounidenses en general y, lo peor de todo, a los trumpianos, que utilizarían ese indulto como prueba de las «tendencias antiamericanas» de Biden.

Pero este razonamiento supone que Biden se presentará realmente a la Casa Blanca en 2024, mientras que muchos indicios apuntan a que podría abandonar la carrera.

Una delegación de influyentes congresistas demócratas ha acudido en los últimos días a la Casa Blanca para pedir formalmente a Biden que se retire: sus encuestas no le permiten ganar. El propio Biden admitió hace quince días que no volvería a presentarse si Trump no era el candidato republicano; y, hete aquí que hace dos días el Tribunal Supremo de Colorado, aplicando la 14ª Enmienda, dictaminó que Trump no podía presentarse a presidente por haber participado en una insurrección (la del 6 de enero de 2021). Todavía hay que esperar la confirmación del Tribunal Supremo Federal, pero la eliminación de Trump se ha convertido en una posibilidad real. Por tanto, el adiós a Trump podría significar el adiós a Biden.

De hecho, si Biden se retira, tendría la posibilidad de indultar a Assange y aguantar los inofensivos truenos de los halcones, dejando indemne a la nueva candidata demócrata a la Casa Blanca. Esa persona podría ser Kamala Harris, la vicepresidenta; Gavin Newsom, el gobernador de California; o -si realmente queremos fantasear- Michelle Obama, que podría salir de las sombras como una luchadora ninja.

Quizá no por casualidad, una importante agrupación de congresistas, tanto demócratas como republicanos, presentó el 13 de diciembre una resolución (H. Res. 934) en la que se pide al gobierno federal que retire todos los cargos contra Julian, así como la petición de extraditarlo. Esto parece un movimiento típico de Biden, es decir, allanar el camino para un gesto controvertido obteniendo primero el apoyo bipartidista entre los líderes demócratas y republicanos.

¿Mera especulación? Por supuesto. Pero especulación coherente con el hecho flagrante (e inexplicable) de que, a pesar de todas las declaraciones de querer extraditar a toda costa a Julian Assange, Estados Unidos no ha ejercido ninguna presión sobre las autoridades británicas para liquidar los recursos de Assange con sentencias rápidas y, sobre todo, definitivas. Cuatro años de dilaciones. Es cierto que el 6 de junio se intentó liquidar en breve el recurso de Assange, pero si realmente hubiera habido voluntad de extraditarlo, a esa sentencia le habría seguido inmediatamente la vista que, en cambio, no tendrá lugar hasta los días 20 y 21 de febrero, más de ocho meses después. Evidentemente, no había tanta prisa. ¿Quizás se esté gestando algo por debajo? ¿Quizás había que concluir las negociaciones con Assange?

Por último, como acabamos de decir, si Biden anuncia su retirada de la carrera por la Casa Blanca el próximo enero, permitirá a los demócratas desbaratar el carro de la propaganda electoral de Trump, centrada en el «viejo Joe», y centrarse en una cara nueva: Harris o Newsom o, especialmente, Michelle Obama podrían conseguir el apoyo y presentarse sin problemas hasta ahora. Por supuesto, podría haber complicaciones debido al reglamento de muchas primarias: la fecha límite para presentarse a la mayoría de ellas es el próximo febrero. El plazo es, por tanto, ajustado. Pero no es un problema grave porque, en caso necesario, los demócratas, por estatuto, podrán saltarse las elecciones primarias y elegir a su candidato en la Convención que se celebrará más adelante el año que viene.

Tres hipótesis, pues, y tres resultados muy diferentes: extradición inmediata a ese infierno viviente que es una prisión supermax estadounidense; o, alternativamente, la continuación de la actual prisión supermax británica por tiempo indefinido (suponiendo que el TEDH sea barrido con una ley especial); o, última hipótesis, la tan ansiada libertad de Jullian al fin.

¿Pero libertad para hacer exactamente qué?

¿Sería la libertad concedida a Assange la libertad absoluta que le permitiría revivir WikiLeaks y revelar otros documentos embarazosos para los Poderes? Poco probable. No estamos en una democracia real, por desgracia: los Poderes Fácticos nunca permitirían que Assange siguiera como antes. Sabemos que, si fuera necesario, recurrirían al asesinato para detenerlo.

¿Estamos hablando, entonces, de una libertad condicional? Es decir, al aceptar un indulto presidencial, ¿aceptaría Julian «exiliarse» a su propio país, Australia, junto con su familia, en un pueblo remoto sin Internet? ¿Renunciando, por tanto, a volver a ser el editor de WikiLeaks? Parece una solución que un Biden podría aprobar, pero hay que saber cómo regularla y, sobre todo, si Julian la aceptaría.

¿O estamos hablando de una libertad de otro tipo que, tal vez, en todos estos meses de inexplicable espera, Julian haya podido pactar con quienes lo mantienen encarcelado?

Mientras tanto, preparémonos para manifestarnos los días 20 y 21 de febrero, bien en Londres ante el Tribunal Supremo, bien (en Italia) ante las representaciones diplomáticas de Reino Unido y Estados Unidos.

Para información actualizada y detallada: www.freeassangeemergencytoolkit.com

 

Traducción al Español de Juliana Vizcarra