En el marco de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado, la instalación “Oír-Río” de Máximo Corvalán-Pincheira se presenta en el Museo Nacional de Bellas Artes desde el 7 de diciembre 2023 hasta el 3 de marzo 2024.
En ella, el artista reconstruye el cauce del Mapocho, planteando el agua como símbolo de vida y flujo de memoria, para rendir homenaje a las víctimas de la dictadura arrojadas al río. Oír-Río ofrece una reflexión profunda sobre los eventos traumáticos de ese periodo. Así la instalación invita a los espectadores a explorar las múltiples capas de significado que se entrelazan con la memoria colectiva del río Mapocho.

“La obra de Máximo Corvalán-Pincheira instala en el museo la conexión emocional y social que el río Mapocho tiene con la ciudad de Santiago, trayendo a la memoria los horrores que fluyeron en sus aguas tras el golpe de Estado de 1973. Su construcción de sentido no solo se adentra en un período cuyas heridas aún no sanan, también revisa la significancia del agua en acepciones diversas y profundas”, comenta Varinia Brodsky, directora MNBA.

A lo largo del año 2023, Máximo Corvalán-Pincheira ha explorado temas cruciales en su obra, como la violencia de Estado, la memoria histórica, las fracturas del sistema político y la crisis climática. El artista, hijo de un asesor del presidente Salvador Allende, ha hurgado en su propia memoria, sumándose a la lista de aquellos que fueron afectados por la dictadura. Oír-Río es una manifestación visual de la conexión emocional y social que el río Mapocho tiene con la ciudad de Santiago, llevando consigo las pulsiones sociales y el clima emocional de la ciudadanía a lo largo de los años. Invita al público a contemplar el flujo circular de las aguas del Mapocho, fomentando una experiencia multisensorial, que resuena con la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado.

Máximo Corvalán-Pincheira, a través de su obra, busca sensibilizar a la sociedad sobre la importancia de recordar y reflexionar sobre los eventos traumáticos del pasado, subrayando la necesidad de construir un futuro basado en la justicia y la memoria. Oír- Río Evocando a las aguas del Mapocho el artista brinda un homenaje a las víctimas de la dictadura En el marco de la apertura de la exhibición, el jueves 7 de diciembre a las 17:30 hs, se llevará a cabo un encuentro con el artista abierto al público para dialogar sobre el sentido de su obra.

Por Pressenza hemos entrevistado al artista, Máximo Corvalán-Pincheira, y a la curadora, Claudia Cofré Cubillos.

Oír-Río llega como la última obra en el marco de conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado. Máximo, qué significado tiene para ti cerrar el año con esta obra?
“Las obras que he realizado este año son todas site-specific y ésta no es la excepción. De alguna forma se conecta con dos trabajos anteriores que tienen que ver con hacer circular el agua, o la sangre, aludiendo al río Mapocho como lugar donde se vieron por primera vez los cuerpos flotando y fue un preámbulo de la brutalidad que vendría en los 17 años de dictadura.”

Puedes darnos una descripción de la obra?
“La obra está compuesta de una especie de estanque que tiene forma zigzagueante que mide alrededor de 25 metros y que tiene una parte más alta, que está levantada con coligues, amarrada de una manera muy precaria un poco señalando lo latinoamericano de esa cosa precaria de armar. Cuenta con un sistema de bombas que hace que el agua esté corriendo constantemente de forma circular, alimentando esta sensación de que va cayendo un río. La obra tiene un sonido amplificado del mismo río Mapocho, que fue grabado para esta exhibición en particular y tiene que ver con el título de la obra “Oír-Río”, jugando con la idea de una palabra espejo, con la idea de que este río hay que escucharlo y no hay que olvidar todo lo que ha vivido.”

Esta brutalidad de que hablas se ha hecho muy evidente; el mismo golpe con el bombardeo de La Moneda es evidencia de eso. Qué repercusión tiene esto en toda tu obra?
“Mi obra parte de lo que me ha pasado a mí: el lugar desde donde yo produzco arte, desde donde me conecto, que es mi historia y yo siento lo que me ha tocado decir y sanar. Lo que yo hago en general con mis obras es poner en el diván ciertas problemáticas, como decir: “Esto no sólo me pasó a mí, esto no sólo es un problema mío, nos pasó a todos” y esto da cuenta de la rivalidad, de la separación que hay en este país dividido en dos a partir de estos hechos brutales.”

Desde tu obra “El jardín”, como en muchas otras, en tu quehacer artístico están insertos elementos de vida: cuál es el elemento de vida en esta obra, a nivel de materialidad y también en sentido metafórico?
“Es el agua que fluye. Todas mis obras son de alguna forma poéticas, no son absolutamente descriptivas y permiten hacer lecturas desde distintos ángulos. Allí se instala la naturaleza como problemática: está la vida que continúa y se sigue desarrollando, pero allí también están los cuerpos de aquellos que, fragmentados, se han disuelto y se han fundido en toda esa naturaleza. Y en este caso la obra lo que incorpora es la idea del río Mapocho que está aledaño al Museo de Bellas Artes y se instala como una especie de arteria, de lengua, de herida que no sutura, que está muy fresca y circula constantemente y en este recuerdo, en esta memoria que se hace de las brutalidades que el rio Mapocho pudo ver también está la fuerza y la vida de un río que, cada cierto tiempo, hace presencia y nos dice de alguna manera: “Aquí estoy, con toda la fuerza de la naturaleza y aquí resisto y continúo con esa vigorosidad incesante de esa agua incansable.”

El tema de la identidad, de la desaparición, de la resiliencia como parte de la naturaleza es una de tus líneas de trabajo. Como lo haces para no repetirte?
“En términos plásticos hay una preocupación por buscar nuevas formas de expresar este trabajo: hay algunos elementos que se repiten, como el agua en estas ultimas obras, pero también es la reincidencia y reinsistencia a plantear una temática que me niego a que se olvide. Es como ir escribiendo un grupo de poemas que van formando una especie de antología.”

Han pasado 50 años, por qué seguir hablando de lo mismo, en lugar de construir algo nuevo?
“La obra se plantea desde la construcción de algo nuevo, porque si bien la temática de lo 50 años es importante para mí, la obra es abierta y habla también de problemáticas actuales como el cambio climático, la problemática del agua, siempre hay que pensar en múltiples lecturas. Pero aunque fuera sólo sobre los 50 años es muy brutal porque hasta el día de hoy siguen apareciendo casos y recién cerrándose algunos otros, por ejemplo este año acabamos de enterarnos de que fue juzgado el asesino de Víctor Jara. Una herida tan grande sigue presente; esta herida no ha podido suturar, principalmente porque no se ha hecho el cierre de esa herida y en el último tiempo hemos escuchado -principalmente de la ultraderecha- la intencion de reivindicar la dictadura de Pinochet: es peligroso dejar olvidar eso, es nuestro deber recordar que no podemos llegar a matar, exiliar, desaparecer, torturar al otro sólo porque piensa distinto.”

Dedicas esta obra a alguien en particular?
“La dedico a mi padre que es detenido desaparecido de la dictadura, pero también se la dedico a mi madre que es la felicidad y las ganas de vivir, como la naturaleza que se expresa en ella. Ella es esa fuerza vigorosa y vital que hizo que mi hermana y yo creciéramos sin esa idea de victimización y con esa fuerza y ganas de seguir luchando y disfrutando y bailando y seguir haciendo arte y aquí estoy.”

Claudia Cofré Cubillos, curadora y teórica del arte, cuentas con muchas ponencias y publicaciones en temas de pensamiento decolonial, estéticas decoloniales, críticas feministas, ecocrítica y ambiente, en el marco del cruce entre arte y política. ¿Cómo ha sido curar la obra Oír-Río, una obra que nos habla de memoria?
“Efectivamente mis investigaciones más recientes se han centrado en el pensamiento decolonial, en una estética decolonial, y también en la crítica feminista, desde un enfoque situado y corporizado en el Sur Global. En este marco, estoy desarrollando algunas conceptualizaciones sobre la noción de tiempo otro/temporalidades relacionales, el cuerpo, el territorio y también sobre la memoria. Que por lo demás, en nuestro libro el “Arte como revolución” (Metales Pesados, 2022), hacemos una mirada al pasado con el fin de pensar el presente, como ejercicio de memoria crítica tanto chilena como latinoamericana.

Entonces, en este sentido, curar Oír-Río me ha permitido seguir profundizando en el tema de la memoria, de la memoria que da cuenta de las borraduras del pasado, del no-olvido, del acto de recordar, que es “hacer vivir», es insistir y vivenciar en el espacio las experiencias con las ausencias (tanto de un pasado negado/clausurado, como las ausencias en la contemporaneidad). Considero que estos aspectos nos posibilitan otras formas de relacionarnos con lo vivido, con nuestra historia y con nuestros mundos, donde es el ímpetu de la ausencia lo que nos devuelve algo sobre el sentido mismo de la vida.”

En las obras de arte contemporáneo es frecuente encontrar múltiples interpretaciones. ¿Qué significado tiene para ti, como curadora, la obra Oír-Río?
“Como bien mencionas, sobre las múltiples interpretaciones tanto para Máximo como artista que para mí como curadora, era muy importante lograr que una pieza como Oír-Río, a pesar de inscribirse en un marco guiado por el tema de la memoria y la desaparición de los cuerpos en la dictadura militar, pudiese tener distintas lecturas, y en este sentido desde su complejidad, ser al mismo tiempo una obra amable al público, ya que formalmente lo que vemos es un cause de agua, es el río Mapocho. Entonces la obra propone una reflexión estética que atraviesa la historia oscura de Chile, la política, la memoria irresuelta, la biografía del artista, pero también las crisis medioambientales y climáticas, el agua como recurso sobre-explotado y en crisis. Por otro lado la obra nos habla de la relación del río Mapocho con su entorno, incluido el museo, que se conecta con la historia del río y su (des)humanidad de la que ha sido testigo.

Todas estas características que operan de forma interconectada, le otorgan densidad y distintas capas de sentido a la obra. Para mí ha sido sumamente rico sumergirme en las historias del río Mapocho, tan visible e invisible a la vez. Sumergirme de igual forma en la biografía de Máximo, ahondar en las teorizaciones sobre la memoria y finalmente en la materialidad del agua y los otros elementos que conforman la obra. Oír-Río, como un fragmento de realidad abierta, nos invita a pensar y a escuchar un malestar que aborda distintas crisis y tiempos silenciados. En este sentido el arte es clave para interpelar nuestra capacidad de imaginar y re-configurar otros futuros posibles.”

El proyecto cuenta con la financiación de Fondart 2023.
https://maximocorvalan-pincheira.com/
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