Comienza el sábado con un día soleado y apacible, frío, seco. Yo, con mi garganta destruida, casi con unas líneas de fiebre, pero no quería perderme nada, había bajado toda la guardia y mis convicciones para sumergirme en un mar de aprendizaje muy querido y buscado desde hace muchos años.

Nos preparamos con las amigas para el comienzo del encuentro, suponíamos que serían unos días únicos en nuestras vidas. La sede elegida para el 36 Encuentro Plurinacional de Mujeres y disidencias (lesbianas, travestis, trans, intersex y no Binaries) fue en tierra mapuche: la ciudad de Furilofche/Bariloche, provincia de Río Negro. Esta elección tiene su origen en el hecho que ocurrió el 4 de octubre de 2022 cuando siete mujeres de la comunidad Lafken Winkul Mapu fueron detenidas en Villa Mascardi, luego de una brutal represión y desalojo violento. Entre las mujeres se encontraba la Machi, autoridad femenina y ancestral de su pueblo y prima de Rafael Nahuel, asesinado en 2017 en una represión en la misma comunidad. En los hechos de octubre también había una embarazada de cuarenta semanas. A las mujeres las mantuvieron incomunicadas por más de 48 horas y fueron víctimas de diversos castigos. En ese período cuatro de ellas fueron trasladadas por la madrugada al Penal de Ezeiza, a mil quinientos kilómetros de su comunidad (táctica represiva propia de la dictadura cívico militar). Tres días después, renunciaba la primera ministra de Mujeres, Géneros y Diversidades, Elizabeth Gómez Alcorta.

El encuentro duró tres días: el sábado 14, domingo 15 y lunes 16 de octubre en una ciudad convulsionada por la persecución política a las mapuche. Cientos de organizaciones de mujeres y disidencias de toda la Argentina y Latinoamérica llegaron a la ciudad. El monumento de Julio Argentino Roca, ubicado en el Centro Cívico de Bariloche, permaneció cubierto desde el miércoles 11 por un enorme kultrún, instrumento y elemento ceremonial de suma importancia para el pueblo Mapuche. Los ejes temáticos del encuentro rondaron la ampliación de derechos, el disciplinamiento financiero, la lucha por la tierra y el antifascismo.

Antes de ir al encuentro de todas, asistí a una ceremonia ancestral con la Machi y su pueblo: sus niños, adolescentes, las ancianas, con todas las mujeres juntas. Por la gracia de vaya a saber quién, pude compartir con ellos y ellas a orillas del lago Nahuel Huapi; luego nos invitaron a tomar unos mates a la ruca, su casa durante la detención. A ese lugar ya habían llegado las originarias guatemaltecas, ecuatorianas, bolivianas y toda la comunidad de mujeres originarias se desplegaba.

Desde la ruca nos fuimos al velódromo hacia la inauguración. Llegar al lugar era un caos. Vallados, policías, mujeres, disidencias, gremios, cánticos, banderas, un despliegue de colores, vestimentas, pelucas, maquillajes. El velódromo estaba colmado en todos los accesos. Nosotras caminábamos por donde nos habían indicado que teníamos que acompañar a las amigas originarias hasta el escenario.

Y el folklore de siempre: cánticos, banderas, discusiones, “bajen las banderas” “las banderas no se bajan” “entonces hay que enroscarlas porque las de atrás no ven”  y así decenas de filas de mujeres cantábamos.

Después del anuncio de las organizadoras dando la bienvenida, subieron las Mapuches, Mapuches-Tehuelches, dirigentes originarias, las de los territorios ocupados por el winka.

Saludaron a todas en sus respectivas lenguas originarias, nos contaron las violencias que padecen en sus territorios ocupados, como así también los abusos, acosos y violaciones, que sufren dentro de sus mismas comunidades. Además de contarnos todas las historias que podían dado el poco tiempo que tenía cada una, de acuerdo a la organización del encuentro.

¿Qué quiero señalar con esto? Las mujeres originarias de todo el territorio del Abya Yala (Latinoamérica) son las más negadas, las que no existen. Las que no estamos cerca no sabemos cuáles son sus luchas, cómo viven el día de hoy con tanta persecusión. Y, de repente, cambia el paradigma del encuentro y aparecen ellas: a quienes nunca se les dio lugar.

Un nuevo encuentro se estaba desplegando en el contexto de siempre: con el abrazo hacia las personas más invisibilizadas, más ocultadas, quienes bajo el cobijo feminista despliegan sus voces y presencias. Este es el caso de las originarias mapuche, quienes incluso después del encuentro siguieron pidiendo mayor espacio de participación y reconocimiento en el movimiento.

Las escuelas estaban repletas de talleres, charlas y reflexiones, pero también las plazas, las calles y los centros culturales eran habitados por artistas y activistas transfeministas, quienes con su inspiración acompañaban a transitar este encuentro. Además, hubo ferias e intervenciones callejeras. Es importante mencionar a las artesanas y trabajadoras de la economía popular que embellecieron las calles con sus mantas, vendiendo productos que elaboraron para poder realizar este viaje y costear sus gastos.

El lema del encuentro fue: «hacemos historia en la unidad de nuestra diversidad”, haciendo foco en las reivindicaciones territoriales y ambientales. En el centro cívico, se realizó el juicio ético de las mujeres de los territorios del Abya Yala a los gobiernos y Estados que ocuparon sus legítimos territorios.

Los talleres estaban orientados para propiciar el debate y la conversación. El máximo de asistentes de los talleres es de 40 asistentes, en un marco de intercambio de saberes, pero una gran mayoría de ellos se desdoblaron en subgrupos porque duplicaban los números de asistentes. Los talleres se realizaron desde las 9 de la mañana hasta las 18 hs de la tarde.

Los ejes elegidos se desplegaron alrededor de: la “historia, procesos y tensiones en los encuentros y los movimientos de mujeres, disidencias, feminismos y transfeminismos”; “identidades sexogenéricas atravesadas por la interseccionalidad”; “territorios”; “activismos y organización”; “antifascismo”; “niñeces, adolescencias, adulteces y vejeces”; “relaciones sexo-afectivas, familias diversas y crianzas”; “ancestralidad”, “cuidados”, entre otros. 

Mientras todo esto sucedía, en el lugar, los turistas y grupos de egresados, observaban con cierta curiosidad el despliegue de casi cien mil mujeres y disidencias disfrutando de sus actividades. Todo a su alrededor estaba plagado de puestos, carpas, cocinas improvisadas, publicaciones y artesanías reuniéndose en una marea social heterogénea que transformaba la tranquilidad sureña.

Por la tarde, se realizó la primera marcha contra los travesticidios y en defensa de nuestros derechos. En un recorrido desde la avenida frente al lago Nahuel Huapi hasta el Velódromo, se desplegaron una variedad de rostros maquillados, coronas de luces, colores y reivindicaciones. Todo se fue encaminando hacia una gran fiesta de música, danza, teatro que se extendió hasta la madrugada, con mucha alegría de compartir un espacio juntas entre diversidades.

El domingo amaneció frío y ventoso, un poco más calmo, aunque la avenida principal ya estaba colmada de artesanas y puestos de todo tipo. Una gran feria era la justificación para volver a encontrarnos. Continuaron los talleres, y comenzaron las resoluciones, las síntesis de cada trabajo realizado en conjunto. Por la tarde, se organizó la marcha de cierre, cuadras completas de miles y miles de mujeres y disidencias mostraron a una ciudad casi reacia a nuestra presencia. Horas de recorrido, cánticos, banderas, ya nada podrá detenernos.

Para el lunes, yo ya no estaba en el lugar, pero me contaron las amigas sobre la marcha que se hizo hacia el lago Mascardi y al rewe de la Machi, con la compañía de ciento de mujeres felices de participar de esta comunidad del Abya Yala (Latinoamérica). El cierre del encuentro se produjo en el velódromo con la lectura de las conclusiones finales y por unanimidad la elección de la nueva sede en la ciudad de Jujuy.

A pesar de las dificultades de relación la comisión organizadora con las mapuches, a quienes no dejaron encabezar la marcha de cierre, se transformó la historia y la estábamos viviendo, presentes, en el lugar. Nada borrará de nuestra retina esa imagen. Ellas allí, contando nos su historia de violencias, persecución y lucha. Tal vez, sin darse cuenta que nos estaban diciendo: «Si estamos aquí, todo es posible».