Este 17 de Octubre se cumplen 31 años de la proclamación por parte de Naciones Unidas del Día Internacional por la Erradicación de la Pobreza, pero la primera vez que se celebró fue el 17 de octubre de 1987 en París, cuando más de 100.000 personas se reunieron en la Plaza del Trocadero para manifestarse a favor de los Derechos Humanos y la libertad de las víctimas de la pobreza, el hambre, la violencia y el miedo.

Si bien en las últimas décadas, gracias a sostenidas políticas de gobierno, la pobreza extrema ha disminuido en algunas regiones del planeta, el número de personas que viven en condiciones indignas del ser humano, sigue siendo considerable.

A finales de 2022, se calculaba que el 8,4% de la población mundial, o lo que es lo mismo, 670 millones de personas, aun viven en la pobreza extrema, con ingresos diarios menores a 2.15 dólares.

Además, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que casi dos tercios de la población activa mundial, es decir, más de dos mil millones de personas, son trabajadores informales, siendo América Latina y el África subsahariana quienes tienen los mayores niveles de informalidad. En 2020, sólo el 46,9% de la población mundial estaba realmente cubierta por al menos una prestación de protección social, dejando a más de la mitad de la población mundial totalmente desprotegida.

Por lo demás, la pobreza es entendida hoy como un fenómeno multidimensional que comprende, además, la falta de las capacidades básicas para vivir con dignidad como condiciones de trabajo peligrosas, vivienda insegura, falta de alimentos nutritivos, acceso desigual a la justicia, falta de poder político y acceso limitado a la atención médica. Es decir, una violación absoluta de derechos humanos.

Al mismo tiempo, en el otro extremo de la situación, la riqueza se ha concentrado fuertemente, estando ligados ambos fenómenos inextricablemente. Según señaló la subdirectora general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) Manuela Tomei en Febrero de este año, el 10% más rico de la población mundial se lleva actualmente el 52% de la renta mundial, mientras que la mitad más pobre obtiene el 6,5%.

Por lo que, si verdaderamente se quiere ir a la raíz del problema, para erradicar la pobreza habrá que no solo nivelar hacia arriba la situación socioeconómica de millones de personas, sino también nivelar hacia abajo la impúdica acumulación de recursos de minorías hoy anestesiadas por el lujo y el consumo desenfrenado e irracional.

Un buen comienzo puede ser instalar una renta básica universal para cada ser humano en toda la Tierra, que permita condiciones de desarrollo algo más auspiciosas y a la vez, muestre a las claras que algo está cambiando dentro nuestro.