¿Qué es un Death Café?  Esa pregunta me la planteé yo en marzo del 2020, en pleno confinamiento. Y una persona muy especial, a quien ahora tengo el honor de llamar amiga, Glynis German, me brindó la respuesta. Después de una hora y media de conversación telefónica, se abrió en mi vida una nueva puerta en el universo del aprendizaje y crecimiento personal constante.

Por Noelia Correa

Descubrí el movimiento mundial denominado Death Café, y me uní al comité organizador del Festival Dando Vida a la Muerte, que este año celebrará su IV edición, del 1 al 5 de noviembre.

Ahora bien, ¿qué es un Death Café? Algunos os mostraréis escépticos al escuchar el nombre, a otros os podrá la curiosidad, pero nadie queda jamás indiferente. Me han llegado a recomendar que cambie el nombre (¡complicado, tiene derechos de autor!) porque argumentan que la muerte no es atractiva, y que no vende. Y ese es el problema, que la muerte ni se compra ni se vende, simplemente existe.

Y a pesar de esta realidad tan aplastante, en nuestra sociedad sigue considerándose un gran tabú, intentamos vanamente evitarla, y actuamos como si no existiera, como si pudiéramos eludirla  indefinidamente.

No obstante, la muerte llega. A todos y cada uno de nosotros. Si hay algo innegable en esta vida, es que nacemos con la certeza de morir algún día. Venimos a este mundo con una fecha de caducidad, y eso es indiscutible. La cuestión de si sería mejor conocerla es otro debate en sí mismo. 

Entonces, ¿por qué tanto tabú, tanto sufrimiento, tanta ignorancia en torno a este hecho tan natural y evidente? ¿No sería más sabio aceptar cuanto antes que la muerte es inevitable, tanto para nosotros como para quienes nos rodean? Quizás si lo aceptáramos, viviríamos mucho más serenos y con más plenitud.

Los Death Cafés son espacios mágicos, de respeto, autenticidad y escucha activa, donde se comparten risas y lágrimas, y donde se acompaña desde el corazón ante cualquier tema que los participantes traigan consigo:

Pérdida de seres queridos, de trabajos, sueños truncados, experiencias cercanas a la muerte, enfermedades terminales, atención paliativa, testamentos vitales, gratitud sincera por la vida, enfermedades raras, sedación paliativa, el poder del perdón, infancia, duelos pendientes, coherencia personal y cardíaca, acompañar sin juicio y con una empatía profunda, creencias limitantes o liberadoras, desapegos, búsqueda de intimidad, humanidad, duelos resueltos, adolescentes, alegría y sentido del humor, celebraciones o funerales, ancianos, entierros o cremaciones, muerte y vida, vida y muerte…

Momentos tan vitales, tan humanos, tan necesarios… momentos que verdaderamente importan.

Los orígenes de este movimiento

Antes de proseguir, quiero presentar los orígenes de este movimiento que ya se ha extendido a más de 80 países en una década: inspirados en los Cafés du Mort del sociólogo suizo Bernard Crettaz en 2004, Jon Underwood y su madre Sue Barsky iniciaron los Death Cafés en el garaje de su vivienda al este de Londres en 2010.

Jon estableció tres reglas claras y sencillas… a partir de ahí, cada facilitador o facilitadora tiene margen para añadir su toque personal:

  1. El facilitador o facilitadora no puede cobrar por facilitar un Death Café, aunque se aceptan donativos para el espacio que los acoge.
  2. No hay un programa ni un tema establecido. Esta regla puede sorprender, pero un poco más adelante entenderás el motivo, que hace que cada Death Café sea único y especial.
  3. Nadie es experto, todos los participantes, incluido el facilitador, estamos en una situación de igualdad. No hay nada más democrático que la muerte.

Por supuesto, se asume que son espacios completamente confidenciales y respetuosos con todas las creencias, religiones e ideas. Curiosamente, no se trata una rueda de terapia ni duelo, ya que los facilitadores no son necesariamente terapeutas ni psicólogos. Sin embargo, debo añadir que los Death Cafés a menudo resultan muy sanadores y terapéuticos.

(Imagen de Engin_Akyurt)

Seguimos con la estructura de un Death Café

En mi papel de facilitadora, doy la bienvenida a todos los participantes y presento el proyecto sobre la historia y la creación del movimiento, así como las reglas previamente mencionadas.

Personalmente, suelo realizar un breve ejercicio de relajación de aproximadamente un minuto para centrarnos en el momento presente.

A continuación, pido a cada asistente que se presente con su nombre, y comparta por qué ha decidido unirse a este Death Café de hoy. Enfatizo el “hoy” porque las personas que asisten por primera vez, generalmente lo hacen por curiosidad (algo muy sano y que perdemos con la edad). Los participantes habituales (cada vez más numerosos) acuden por diferentes motivos. 

A partir de las presentaciones y lo que se comparte en ese momento inicial, los asistentes suelen empezar a hablar. Si esto no ocurre, respetando siempre el silencio inicial, yo planteo alguna pregunta o reflexión para romper el hielo y dar inicio al diálogo (aunque muy pocas veces debo intervenir).

Como facilitadora mi tarea es hablar poco y asegurarme de que todos los que quieran participar tengan la oportunidad de hacerlo. No es obligatorio hablar, aunque por lo he observado, en cuanto los participantes sienten el respetuoso ambiente que se crea, tienden a compartir sus reflexiones y vivencias.

Me gustaría compartir también que en los Death Cafés participan creyentes, ateos, agnósticos, personas que han perdido a seres queridos o un trabajo; personas con una perspectiva enriquecida por la vida, y otras con una energía más joven, inocente y totalmente necesaria. Y todas ellas son bienvenidas a mis Death Cafés.

Al finalizar las dos horas, cerramos el Death Café con una ronda de despedida, donde invito a cada participante a compartir lo que se lleva del encuentro.

Reflexiones tras la experiencia

Para ir cerrando este artículo, me gustaría compartir mis reflexiones después de casi tres años facilitando Death Cafés, de forma presencial y online:

Que todos los seres humanos necesitan hablar de la muerte, pero la sociedad no lo facilita. Y cuando la muerte afecta a nuestra vida o a la de nuestros seres queridos (certeza absoluta) experimentamos un gran sufrimiento.

Que hablar de la muerte es hablar de la vida, y mientras más presente tengo mi mortalidad, más intensa y plenamente vivo cada instante. 

En los Death Cafés hablamos de ella, despojándola de esa carga de tabú y al hacerlo, nos acercamos a ella, nos volvemos más conscientes de nuestra finitud física.

También hablamos de temas más “terrenales” pero igualmente cruciales: 

¿Sabes qué es, o has hecho un testamento vital? ¿Has compartido con tus familiares tus preferencias sobre entierro, cremación u otras alternativas? ¿Y las suyas? ¿Cuántos de nosotros podemos charlar sin tapujos sobre este tema con nuestros familiares cercanos? ¿Sabes que existen alternativas a los rituales religiosos y a los cementerios tradicionales? Un tema recurrente es cómo abordar el tema de la muerte con los niños y la muerte, y si es conveniente llevarlos a los funerales o dejarlos en casa.

¿Lo interesante? Que no hay respuestas correctas ni incorrectas; no existe una única verdad, sino una por cada uno de nosotros; no todo es blanco o negro, sino que existen infinitas tonalidades de gris. Y lo más relevante, te vas del Death Café sabiendo que no estás solo ni loco en esta sociedad tan acelerada. Encuentras alternativas y formas de pensar que enriquecen tu perspectiva y te brindan consuelo y acompañamiento.

¿Y lo más sorprendente? El sentido del humor con el que abordamos los temas que emergen. Las risas que compartimos en muchas ocasiones, lo cual, suele sorprender y alegrar a los asistentes.

Dicen que la experiencia es la madre de la ciencia, así que te invito a que busques en tu comunidad un facilitador de Death Cafes. Valora la riqueza de estos espacios y quizás encuentres en ellos un círculo donde compartir tus reflexiones sobre la muerte y la vida con otros compañeros de este camino llamado vida.

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