La crisis económica y social que vive la Argentina tiene su correlato en las debilidades que muestra su régimen político, sobre todo en este año electoral, y quedan al desnudo con las dificultades para seleccionar candidatos en las dos grandes coaliciones –la neoliberal Juntos por el Cambio y la peronista-progresista Frente de Todos- que hegemonizan el escenario político de cara a las elecciones presidenciales.

por Aram Aharonian

La imposibilidad del gobierno diz que progresista de Alberto Fernández para frenar la crisis, sumado al permanente discurso de odio de la oposición neoliberal y su estrategia de oponerse a todo, han sido los desencadenantes de la situación tensa que se vive.

Mientras, la intervención de la Corte Suprema con la intención de interrumpir la seguidilla de victorias electorales del oficialismo, sólo mostró la confianza de los magistrados en su impunidad frente al gobierno. El domingo último, otros tres gobernadores ligados al gobierno nacional lograron su reelección.

Los cortesanos

La decisión de la Corte Suprema de Justicia de interrumpir las elecciones en las provincias de San Juan y Tucumán, cinco días antes de que se realizaran, funcionó como una bofetada al gobierno, cuando los amparos estaban planteados desde abril.

Quizá esta decisión no debe interpretarse sólo como una política contra el Ejecutivo, aunque la disputa entre ambos poderes es evidente, sino también como una voluntad de fortalecer su propia posición de cara al gobierno que viene y una voluntad de consolidar su autonomía frente a un poder político inestable.

Todas las decisiones que ha tomado este tribunal moldeado por la derecha –especialmente durante el gobierno neoliberal anterior de Mauricio Macri-  han sido en contra del peronismo y sus aliados, dejando en evidencia su parcialidad. Esta decisión de la Corte fue también causada por el impacto que produce en la Corte la investigación que realiza la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados sobre el máximo tribunal de justicia.

La Corte pensaba que con la complicidad de la corporación mediática lo que se planteara en el Parlamento carecería de trascendencia, pero se convirtió en un verdadero escándalo con epicentro en los cuatro jueces, por cuestiones de corrupción, tráfico de influencias y otros delitos que fueron revelados por testigos como el ex administrador de la Corte Héctor Marchi y otros.

El presidente del Tribunal, y el más belicoso de los “cuatro jinetes del Apocaliupsis”, Horacio Rosatti, fue demolido con acusaciones lo suficientemente graves y sustentadas como para romper el blindaje mediático. Y la interrupción de las elecciones en Tucumán y San Juan quiso ser una respuesta a la Comisión de Juicio Político.

Cuatro cortesanos a quienes nadie votó, decidieron desde la Corte Suprema de Justicia restringir el voto de cientos de miles. La decisión es una clara intervención en la política de las provincias argentinas. Le plantea un límite a los intentos reeleccionistas de los gobernadores peronistas Sergio Uñac y Jaldo-Manzur, pero los fallos no cuestionan enormes aspectos antidemocráticos de esos regímenes políticos feudales, como las leyes de lemas y la existencia del sistema de acoples.

Lo que debe preocupar es que el impulso de autonomía de la Corte Suprema de Justicia toma vuelo de alcances insospechados, de la mano de los medios hegemónicos, y también por la falta de respuestas del gobierno.

Con las elecciones en la mira

El inquietante número del 8,4 % que alcanzó la variación mensual del costo de vida (108,8% en los últimos 12 meses) da por concluida cualquier prédica sobre la expectativa de una tendencia a la baja y fuerza a reconocer que el dato de inflación “no es lo que queremos”, como admitió el presidente Alberto Fernández.

Sin embargo, las respuestas que se ensayan no permiten concluir que tenga lugar ningún acontecimiento favorable en el tiempo que queda de este gobierno, mientras se gestan  por demás preocupantes reacciones políticas frente al enrarecimiento colectivo. Este  gobierno ya igualó el récord de carestía de Mauricio Macri, y hoy la recuperación de los salarios es una utopía

Faltan poco menos de dos meses para la presentación de las listas y candidaturas; cuatro meses para las primarias y seis para las elecciones generales. En la política, en la economía y en lo social persiste un gran interrogante. La situación está abierta, el país en crisis, la inflación desbordada, con los partidos tradicionales en crisis, a tal punto que solo se vuelven competitivos formando coaliciones amplias que no pocas veces, por su heterogeneidad, son inoperantes en la administración de los asuntos del Estado.

Las renuncias de Cristina Fernández de Kirchner y de Mauricio Macri (líderes del FdT y de Juntos por el Cambio (JxC), a ser candidatos en las elecciones, desató las disputas internas en amas coaliciones, disociadas de una realidad social que no deja dudas sobre su inocultable gravedad.

No hay vinculación de los políticos tradicionales, ni de sus partidos y coaliciones con los problemas de la vida cotidiana de los argentinos (salvo los de los grandes empresarios), dejando a la intemperie una política abstracta y el  cansancio frente a una crisis que se extiende en el tiempo,  entre otras cosas porque nadie ve una salida que los incluya ni un futuro que no sea una agudización de las condiciones del presente.

Lo cierto es que cualquiera sea quién gane las elecciones tendrá que imponer un plan de estabilización, con el impacto social que tienen estos programas. Ya el “Viva Perón” no alcanza para ganar.

¿Qué será lo que quiere el amo?

Tanto la dirigencia política del oficialismo como el de la oposición fue a examinarse ante los representantes del poder económico -la Cámara de Comercio de EEUU en Argentina (AmCham)-, y ante ellos el ministro de Economía Sergio Massa –quizá en campaña para ser candidato presidencial- cuestionó en forma abierta al presidente:

“Dirimir en una primaria si el gobierno tiene diferencias me parece un gravísimo error, porque genera incertidumbre. Si la pelea es por posicionamiento individual, yo prefiero mirar desde el costado”, dijo, sin que nadie le preguntara.

Tanto el embajador estadounidense Marc Stanley como varios funcionarios de su gobierno que visitaron el país recientemente plantearon sus intereses: energía, minería, petroquímica, agronegocios, electromovilidad, economía del conocimiento y turismo, integración comercial, apertura de nuevos mercados, búsqueda de inversiones y empleo de calidad.

En la misma “cumbre”, el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Horacio Rosatti repitió la misma consigna y objetó «la expansión incontrolada de la emisión monetaria», porque implica incumplir el mandato constitucional de defender el valor de la moneda.

El secretario de Comercio Interior, Matías Tombolini, respondió que las importaciones autorizadas superaron en 12% a las del año anterior, el intercambio comercial fue de los más altos de la historia. También apuntó al rol de los bancos que ayudaron a la fuga de divisas, una alusión directa al presidente de AmCham, Facundo Gómez Minujín , a la vez director ejecutivo de J.P. Morgan Argentina.

Despolitización

En tiempos de crisis de representación, de separación entre representantes y representados, emerge el poder de burocracias, castas y corporaciones, señala el analista Juan Guahán. Frente al vaciamiento de una participación popular, el poder apunta a una despolitización que profundiza la transferencia de poder a sectores tecnocráticos vinculados al poder económico global y sus instituciones, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio.

A ellos hay que añadir toda una amalgama de instituciones internacionales creadas para tratar de influir, al servicio del poder económico mundial, en la vida de distintos territorios (OEA) y sectores de la humanidad en materia de salud (OMS, OPS); educación, ciencia y cultura (Unesco); trabajo (OIT); entre otros.

Escaneando esos momentos de crisis de hegemonía, Antonio Gramsci indicaba -en Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y el Estado moderno- que son situaciones donde se refuerza “la posición relativa del poder de la burocracia (civil y militar), de las altas finanzas, de la Iglesia y en general de todos los organismos relativamente independientes de las fluctuaciones de la opinión pública”.

De paso, ¿puede concebirse, acaso, institución más ajena a la opinión pública que la Corte Suprema de Justicia?

Es la política, estúpido

Pero el verdadero problema argentino es que la persistencia de la inflación debilitó al gobierno, posibilitó el desequilibrio de poderes ante la embestida de la corporación judicial y complicó la elección de candidatos en las dos coaliciones –la neoliberal Juntos por el Cambio y la properonista Frente de Todos, algo que debía tener una resolución más fluida.

El ministro de Economía Sergio Massa pidió “ordenar la política para ordenar la economía”. Lo cierto es que esa discursividad invierte los términos de la relación causal. El desorden político emerge del desbarajuste económico que la administración de Alberto Fernández, de la mano del Fondo Monetario Internacional, supo profundizar en los últimos tres años, tras la gravísima crisis que dejó el neoliberalismo macrista. El caos volvió a manifestarse en el dramático índice inflacionario.

La inflación desgastó primero a la figura del presidente, quien retiró su intención de presentarse a la reelección. Pero ahora también dio de lleno en las pretensiones de Massa.

La crisis alcanzó también al federalismo argentino, un modelo disfuncional que nació con el golpe militar de 1955, que no contribuye al desarrollo económico y social, pero nadie se atreve a cuestionarlo. Incluso las dictaduras lo agitaron como bandera, lo que demuestra que, más allá de los resultados, es un factor que atraviesa transversalmente la cultura política argentina, dice César Tcach, director de la Maestría en Partidos Políticos, de la Universidad Nacional de Córdoba.

En esa crisis de la economía y el consiguiente malhumor social, radican, también, las razones del renunciamiento electoral de la dos veces presidenta y ahora vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Esa renuncia, tras el fallido magnicidio contra su persona, aparece como un fantasma siempre a punto de esfumarse.

El único favorecido de todo el escándalo (o mejor dicho los escándalos) es Javier Milei, un ultraderechista, y sus propuestas de libre mercado y de dolarizar la economía, para el tráfico de órganos humanos, y para la eliminación de la educación pública, que sería reemplazada por un sistema de “vouchers” para que los pobres elijan la escuela privada a la que quieran concurrir, al mejor estilo de una parte del sistema educativo de Estados Unidos. Sin duda, original.

Los gritos de Milei en la televisión y en la radio es el que más concuerda con el nivel de incertidumbre y bronca al borde de la histeria que impera en la sociedad y que tienen su causa en la imposibilidad de prever cuánto costará al día siguiente comer, vestirse y alquilar. ¿La izquierda? La única izquierda real es la que está en la calle, y que, generalmente, es ninguneada por los medios o reprimida por las “fuerzas del orden”.

 

 

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