Carmen Gloria Ayala, Oscar Cerda, Micky Hirsch, Marcos Aviñó, Adolfo Carpio

Centro de Estudios Humanistas – Instituto Tókarev

Parque Los Manantiales, Chile, abril de 2023

 

Proponemos a continuación una visión procesal y con un contexto más amplio que el que usualmente se usa para ver este tipo de análisis.

Se trata de abordar una mirada histórico-social e intentar descubrir cómo la época imprime sus características al proceso que estamos viviendo.

Decía Ortega con respecto a la época del alma desilusionada (la época que comienza con la generación del 98 y continúa hasta nuestros días): No sabemos lo que nos pasa, y eso es lo que nos pasa.

El libro Cartas a mis amigos de Silo, describe ampliamente el mundo actual y del futuro próximo destacando la crisis social y personal dentro de un contexto de desestructuración.

Veamos algunas de sus características tal y como las observamos hoy en día:

Las distancias de los paisajes de formación. Al acelerarse el cambio tecnológico y social, aumenta la distancia entre nuestro sistema social de creencias (el filtro a través del cual interpretamos el mundo) y los hechos actuales, experimentándose la caída de dichas creencias sin que surjan otras alternativas que nos permitan comprender lo que sucede. Muchas veces nos aferramos al pasado, buscamos refugio en un mundo que ya no existe, en un intento de integrar lo que sucede.

Futuro incierto. En comparación al futuro que se concebía hace 60, 40 o incluso 30 años antes, cuando se vislumbraba un desarrollo positivo de la ciencia, la técnica y el bienestar social, hoy día está instalada la imagen de una distopía, ya sea por crisis climática, por una posible guerra nuclear, por el descalabro económico o incluso ahora con la reciente aparición de una aplicación la Inteligencia artificial que podría eliminar millones de puestos de trabajo. Esa imagen de futuro hoy día tiene dos características al menos: es incierta, es decir, se abren varias posibilidades, y por otra parte todas esas posibilidades son igualmente catastróficas. Es una mirada que tiende a teñirlo todo, desde lo global a lo personal.

Presente incierto. Ya no se trata, como hace 10 o 15 años, de que simplemente el futuro sea incierto, sino que también el presente es confuso y ambiguo. Se lee o escucha una noticia y no se sabe con certeza si es una noticia fidedigna o falsa. La cantidad y combinación de elementos que entran en juego para describir una situación, la manipulación de la información, el aumento de datos desestructurados, todo ello contribuye a disminuir el horizonte certero del ciudadano común que no puede confiar en nada que esté un poco más allá de su percepción inmediata. El ciudadano se siente sobrepasado, saturado por el volumen de datos fragmentados. Las respuestas que da son inmediatistas, al último estímulo que se presentó, a menudo de carácter “urgente”. Se produce un repliegue que tiende a enajenar a los individuos del mundo que los rodea, un mundo social que adquiere características de “sospechoso” y temible, las intenciones de los otros son “sospechosas”. Se desconfía. El individualismo, más que un modelo social, se convierte en un refugio frente a un mundo hostil e incomprensible. El repliegue hacia adentro genera una actitud pasiva frente al mundo en la que se termina por negar al propio cuerpo como modo de relación. Esto resulta en lo que conocemos como conciencia emocionada o mágica.

El creciente neo-irracionalismo. Una de las consecuencias de lo anterior, tanto a nivel personal como social, es el avance del neo-irracionalismo como intento de “parar el mundo”, elaborando miradas y paisajes fáciles que explican la situación utilizando recursos antiguos. Desafortunadamente, por la alteración de conciencia que acompaña tales disposiciones mentales, frecuentemente tales irracionalismos se expresan de forma fanática y violenta. (Negacionismos, terraplanistas, negación del cambio climático, grupos religiosos fanáticos).

Estas son algunas de las características que, en nuestra opinión, conforman el cuadro de situación que estamos viviendo y que, por lo demás, son las características de todo cambio de civilización. Marcan el momento de crisis que anuncia el nacimiento de algo nuevo.

El diagnóstico y el tratamiento

Estamos en un momento de desestructuración dentro de un sistema cerrado global. Esa desestructuración pasa por los estados, la política, la economía y llega hasta los individuos, desintegrando el tejido social. Es precisamente la recomposición del tejido social desde las unidades vecinales lo que sugiere Cartas a mis amigos (particularmente en la Carta 10). Inversamente, un proyecto social amplio no podrá desplegarse desde un tejido social desmembrado.

Resumiendo y parafraseando el argumento de Cartas a mis amigos, el nudo o raíz de la crisis que estamos viviendo es, precisamente, la desestructuración y su expresión en los individuos y el tejido social.

Debido a la creciente desestructuración social no parecen ser momentos de grandes proyectos sociales, sino del trabajo humilde en las unidades vecinales que desarrollen efectos demostración, generando lazos solidarios en la medida en que actúan coherentemente mientras mantienen una visión global.

En la Explicación a Cartas a mis amigos, J. Valinsky escribe:

Queda clara la propuesta en la que todo militante debe olvidar el espejismo del poder político superestructural porque ese poder está herido de muerte a manos de la desestructuración. De nada valdrá a futuro el Presidente, el Primer Ministro, el Senador, el Diputado. Los partidos políticos, los gremios y sindicatos se irán alejando gradualmente de sus bases humanas. El Estado sufrirá mil transformaciones y únicamente las grandes corporaciones y el capital financiero internacional irán concentrando la capacidad decisoria mundial hasta que sobrevenga el colapso del Paraestado.

En los párrafos finales de la Carta 10, Silo dice:

Hablando en términos espaciales, la unidad mínima de acción es el vecindario en el que se percibe todo conflicto aunque sus raíces estén muy distantes. Un centro de comunicación directa es un punto vecinal en el que ha de discutirse todo problema económico y social, todo problema de salud, de educación y de calidad de vida. La preocupación política consiste en priorizar ese vecindario antes que el municipio, o el condado, o la provincia, o la autonomía, o el país. 

En el momento en que las unidades vecinales pongan en marcha un plan humanista de acción municipal y ese municipio o comuna organice su democracia real, el “efecto demostración” se hará sentir mucho más allá de los límites de ese bastión. No se trata de plantear un gradualismo que deba ir ganando terreno hasta llegar a todos los rincones de un país, sino de mostrar en la práctica que en un punto está funcionando un nuevo sistema.

 

Por extensión, podemos aplicar el mismo criterio a proyectos como una nueva constitución. Esto aplica tanto a los Consejeros Constitucionales, Convencionales Constituyentes, la contra económica, los votantes y los grupos que, sin un objetivo global, afirman sus propias reivindicaciones, despreocupados de una visión de conjunto.

En síntesis, pensamos que Cartas a mis amigos, completada hace 30 años, nos da las claves interpretativas para comprender y actuar en esta crisis epocal y creemos que este es el momento de concentrarnos en la recomposición del tejido social como tarea esencial. Algunas experiencias en ese sentido, nos muestra una acelerada desintegración social, aunque no sabemos si esto va de mal en peor, o si ya los tímidos intentos de recomposición del tejido social nos permiten decir que ya se vislumbran los primeros albores de una nueva época…

Nada coherente se podrá hacer si el tejido social está desintegrado, aboquémonos pues a esa humilde pero esencial tarea.

Clickear para ver el texto completo del artículo