Tu apellido era ruso, tus antecesores judíos rusos, migraron y naciste en Argentina. Capaz que fueron entonces tus compañeros de primaria o secundaria en Mendoza quienes te apodaron “el Pojo”. No sería raro, el asunto es que así fue como te conocí y como todos te llamábamos. Tu me decías “la Figueroa”, supongo que para ser simétrico, y siempre me honraste con tu tremenda amistad.

Porque eras de esos amigos que se tienen para siempre. Pese a que tu también migraste bastante. De Argentina fuiste a vivir por años a Venezuela, nadie hubiera previsto que luego vendrías a Chile, irías a Londres y que desde allá buscarías radicarte en España. Cuando hablamos de eso, de tu ser migrante, muchos años después, me dijiste que habías encontrado finalmente tu “hogar”, tu lugar en el mundo, tu morada definitiva. Era el Parque de Estudio y Reflexión Toledo, donde justamente estabas de cuidador cuando ayer te salió al encuentro la muerte.

Eras una persona de acción, con proyectos que atender, aventuras grandes, odiseas sociales, variadas construcciones. Te gustaban los desafíos. Últimamente estabas en lo de la Renta Básica Universal, nada menos! Esa tendencia que desafiaba lo posible, me pareció que de algún modo siempre te definió.

Eras, de hecho, el compañero ideal para asomarse, por ejemplo, a la acampada de Sol cuando fue lo del 15M ya que todas las diversas asambleas y comisiones te conocían, confiaban en tí, me conseguías entrevistas y abrías paso en medio de ese fervor. Tu disponibilidad era asombrosa y muchos son quienes la destacan como tu principal virtud.

Otros hablan de tu humor, de tu generosidad, la lealtad, de la capacidad para reinventarte y pensar en grande. De hecho, que te rescataran ayer desde el Parque Toledo en helicóptero para llevarte al hospital, me pareció muy tuyo. Una imagen perfectamente concordante con tus formas, pese a ser la última noticia que tendríamos de tí antes de tu tránsito hacia la Luz.

Ahora que te vas, se me agolpan los recuerdos de diversos momentos, pero especialmente te rescato como padre, ya que lo fuiste antes que yo de tus tres hijos y muchas veces te consulté sobre cómo enfrentar las diversas etapas de la crianza. En una de esas oportunidades, comentaste que lo central que intentabas que aprendieran era que “es más importante ponerse de acuerdo que tener la razón”.

No sé si tus hijos o los míos lo aprendieron, pero yo sí. Me pareció la mejor expresión de la Regla de Oro, esa regla que dice “Trata a los demás como quieres ser tratado”, que hiciste tan tuya y aplicaste cada vez que te fue posible, al menos conmigo.

¡Gracias Pojo! ¡Muchas gracias!