Los seres humanos a través de toda su historia, desde cuando se estableció como sedentario y tuvo sus primeras tierras y animales comenzó a sentir miedo de perder esas propiedades. Sintió la necesidad de protegerlos, se armó y creo ejércitos para que lo hicieran por ellos. El miedo hizo a mirar a todos los demás seres humanos con desconfianza y temor. Eso alimentó hacia el otro, sentimientos de discriminación, de exclusión, de separación, de aislamiento, que sólo alimentó la aversión hacia el otro, su antipatía, su envidia. Y ese temor y ese desprecio hacia el otro lo llevo a conquistar territorios ajenos, a embarcarse en interminables guerras coloniales, imperiales, imponiendo su cultura y su régimen político, e incluso su religión a sangre y fuego.
Lamentablemente este orden de cosas se mantiene hasta hoy, a pesar de haber tenido la oportunidad de cambiar dado el avance cultural, científico, y de educarnos en el amor reciproco, en el respeto, en la no discriminación y con ello la noviolencia. Pero pudo más el miedo de nuevo, y con ello la ambición, la codicia, discriminando y agrediendo a su vecino, a su hermano, como en la leyenda de Cain y Abel.
Aunque hay cientos de organizaciones del mundo entero que promueven la paz y están contra todo tipo de violencias y guerras, la mayoría de las personas no han logrado superar su agresividad interna, su sentimiento de antipatía contra las personas que difieren de su forma de ser, de pensar o de sentir. Y aquí caemos todos. En general a las personas les cuesta empatizar y crear lazos con personas que tengan otra ideología política, otra creencia religiosa, otra etnia, otra cultura, otra orientación de género. Esta falta de tolerancia genera aversión, luego discriminación y finalmente agresividad y violencia.
El comercio internacional se basa en ciertas normas que lamentablemente no se respetan, como se hace en mayor medida a nivel doméstico, ya que si un supermercado compite con otro, no va a incendiar los locales de la competencia ni a tirarles una bomba, como si ocurre a nivel internacional. Y aunque no se ha llegado tan lejos, hemos visto el duelo comercial entre China y Estados Unidos, y entre este último y Rusia también. Y las guerras son consecuencia de esta disputa comercial plena de sanciones, amenazas, bloqueos, sabotajes, etc.
Los gobernantes actuales del mundo occidental no han podido o querido alejarse de esta dinámica, más bien la han promovido, y cualquier país que amenace con interferir en sus intereses económicos, geopolíticos y geoestratégicos, es inmediatamente tachado por los imperios mundiales, y se le hace la guerra, ya sea económica, política o militar. Ejemplo de esto es la evolución de las relaciones internacionales desde la guerra fría, que luego de una aparente calma, resurgió con plena intensidad entre Estados Unidos y Rusia fundamentalmente, y sin duda también con China. Esta situación se ha acentuado con la escasez de los recursos naturales y el cambio climático.
Los gobernantes actuales del mundo están siendo miopes al analizar la realidad presente y futura de la humanidad. Jamás han entendido ni antes ni ahora, que el bienestar de las sociedades se cultiva mediante la cooperación y la colaboración recíproca, resolviendo los problemas comunes en base a acuerdos, a proyectos conjuntos, a emprendimientos mutuos. Pero para que esto ocurra se requiere deponer los egos nacionalistas, se necesita considerar a todos los seres humanos independientes de su nacionalidad como a hermanos, no como a seres inferiores, para integrarse social y culturalmente, es decir se necesita sociedades educadas en el respeto y la aceptación de otras realidades y otras culturas. Por eso se llega a la conclusión que los gobernantes actuales no nos sirven, y que están conduciendo a la humanidad al desastre.
La humanidad basada en una sociedad capitalista individualista y competitiva, que basa su desarrollo en un consumismo no sustentable depredador está ya definitivamente obsoleto a pesar de que los líderes mundiales se resistan a aceptarlo. Y para agravar más la situación hay entes industriales que se han dedicado desde antiguo a desarrollar armas para la guerra, y que para ellos la paz
y la seguridad es algo que va contra su negocio. Así se han creado verdaderos promotores y planificadores de guerras que muchas veces tienen tanto poder que orientan las políticas de relaciones internacionales de los países productores de armas. Hasta el mismo Donald Trump lo afirma en una de sus declaraciones: “Tenemos que terminar con estos guerreristas que nos meten en guerras y luego no hallan como salir de ellas” Exijo la negociación inmediata de paz para terminar la guerra en Ucrania, o vamos a terminar en una tercera guerra mundial y no quedará nada en nuestro planeta, todo por culpa de gente estúpida que no entiende nada de a lo que se enfrentan”
Y más incluso más, esta gente estúpida no entiende que seguir haciendo las cosas como se ha estado haciendo desde siempre a través de la historia sólo va a conseguir destruir al planeta y con ello a la humanidad completa. La situación planetaria está muy delicada, el cambio climático seguirá trayendo grandes cambios a la vida en la tierra con regiones inhabitables, con migraciones masivas
como consecuencia, lo que nos obligará a cambiar radicalmente nuestro estilo de vida. Darse el lujo de hacer guerras ahora es dispararse no en el pie, sino en la cabeza. El poder destructivo que tienen las armas actuales no tiene nada que ver con las usadas durante la segunda guerra mundial. Unas pocas armas nucleares son suficientes para provocar el colapso definitivo del planeta sumado al cambio climático ya en curso.
A pesar de todo, se abre una luz de esperanza. El ser humano muchas veces cambia su conducta, su personalidad cuando toca fondo y ya no puede llegar más abajo. Es como cuando nos vemos enfrentados a un cataclismo gigante es cuando nos sentimos iguales, cuando nos abrazamos hasta con los despreciados, con personas a las que nunca hubiéramos hablado. Es muy posible que esa situación se de pronto, porque estamos llegando a un punto de inflexión, a una encrucijada de la historia, o cambiamos nuestra forma de ser o nos morimos.
Y en esto juega un rol clave la sociedad civil, haciendo conciencia en estos gobernantes miopes e ineptos que no le hacen caso a nadie, a ningún líder espiritual, religioso ni científico, enceguecidos en su locura como si vivieran en otra galaxia y en la opinión pública mundial. La sociedad civil es ahora el actor fundamental para hacerles saber a ellos y al mundo entero de que esto no va para
más, que hay que terminar con esta locura de la guerra, con la de Ucrania ahora, y con todas las demás que pudieran seguirle. Que la gente quiere vivir en paz y que los eligió para llevar una vida segura y tranquila, y no para vivir bajo la espada de Damocles del holocausto nuclear. Que la guerra debe abolirse definitivamente como medio de resolución de conflictos. Que todos los gobernantes del mundo deben firmar en el marco de Naciones Unidas un pacto de no agresión indeclinable que construya las confianzas necesarias que les haga superar el miedo que los bloquea y que los induce a la desconfianza, a la agresión y a la guerra.
Por eso apoyamos fervientemente el esfuerzo desplegado de Europa por la Paz, y que el 2 de Abril sea un día emblemático en favor de la paz, de la no violencia, de la nueva conciencia humana que despierta al amor y la unidad entre todos los seres humanos, porque estamos convencidos que sin amor jamás habrá paz, ni justicia ni unidad. Y para eso todos tenemos que cambiar y demostrarlo con hechos ejemplarizadores, contundentes que reflejen un nuevo espíritu, una nueva concepción de la sociedad y del mundo basado en la solidaridad, la tolerancia y el respeto, demostrando a todo el mundo que la unidad, la cooperación y la colaboración entre todos los pueblos de la tierra sin exclusiones de ningún tipo es la única forma de construir un progreso y un bienestar verdadero para toda la humanidad.