SERIE DE RELATOS

 

 

 

Fue antes de julio de 2022 cuando aparecieron algunas convocatorias de trabajo en Houston para mexicanos/as con visa de turista. Se trataba a simple vista de un trabajo atractivo desde el sueldo (1000 dólares semanales) hasta el tipo de actividad laboral, porque a simple vista se percibía como una tarea poco complicada que solo implicaba visitar casas para ofrecerle un servicio de reclamo de techos a los propietarios frente a las diversas compañías de seguros.

En esta misma lógica se observaba como un trabajo amable con una misma, porque en principio, se suponía que sólo se requería del idioma español, debido a que el servicio que se ofrecía solo iba dirigido a personas latinas, y para el caso de que una ostentara las competencias del idioma inglés, existía la posibilidad de extender el servicio a más personas, sin embargo, esto no era una obligación ni un requisito indispensable.

Sin hacer tan largo el relato, ¡la oferta era tentadora! Además la epidemia de COVID-19 nos dejó a la mayoría de la población en condiciones precarizadas económica y laboralmente. En este sentido, la invitación era la mejor oferta de ese momento. Quiero aclarar que esta tentativa de propuesta, se hizo aún más atractiva cuando recibí una invitación personal desde una persona que es conocida de una de mis mejores amigas, por tanto, la toma de decisiones fue más rápida y efectiva.

En todo este compartir, les cuento que al mismo tiempo que me llegaba la invitación, la hice extensiva a otra de mis amigas, quien previamente me había platicado que tenía en mente vivir la experiencia de trabajar en Estados Unidos. Así que ambas tomamos la decisión de irnos juntas, pese a reconocer que una visa de turista no te permite laboral en el país norteamericano, pero también sabemos que es un riesgo que muchas/os mexicanos/as han tomado.

Asimismo, decidimos asumir este riesgo porque nos sentíamos acompañadas al vivir la aventura juntas, de esta forma, sí la propuesta no funcionaba ambas podríamos incorporarnos a otro tipo de trabajo; sobre todo, surgía el escepticismo porque tantos beneficios, en cierta medida, nos parecían muy sospechosos.

Ya estando en Houston, todo parecía perfecto, incluidas las clases de motivación personal, sobre atención al cliente, así como la explicación de las funciones y movimientos que tienen las diversas aseguradoras en el territorio estadounidense. Durante las primeras veces que estuvimos en el territorio, las complicaciones fueron surgiendo, por ejemplo, el calor intenso que era sofocante y que hacía mojar nuestras ropas completamente; la soledad en la que caminábamos por las calles frente al asombro de las personas que nos abrían las puertas; el miedo a que el sheriff nos reportará a migración debido a que siempre los observábamos cuidando las zonas; el temor a que las personas se molestarán y nos reportaran; la desolación de un “no acepto” cuando habíamos caminado durante la mañana y la tarde; el temor a que nos abriera una persona anglosajona y no supiéramos explicarle en su idioma, los motivos por el que tocamos su puerta; la falta de conocimiento amplio sobre el funcionamiento de las compañías de seguros y el servicio de reclamos, por tanto, la falta de explicación coherente a las personas que nos escuchaban.

Estas complicaciones, cada día eran solventadas con mayor habilidad, sin embargo, el mito que guardaba la oferta cada vez se dejaba ver con mayor claridad. Tal es el caso del cobro del deducible (el tiempo de uso del techo), que todo cliente tiene la obligación de pagar debido a que el seguro sólo ofrece un pago proporcional, en esta línea, entre más viejo estuviera el techo de la casa, mayor era la proporción que el propietario debía pagar por los años de uso de su techo, sin embargo, en muchas de las ocasiones el costo casi total del techo se alcanzaba con el dinero que el seguro ofrecía, por ende, el cliente tendría esa posibilidad de no pagar el deducible completo. No obstante, las compañías obligaban de cierta forma al propietario a pagar todo el deducible porque era una de las principales ganancias que obtenían, pero no para el vendedor del techo, si no, más bien para el dueño de la compañía.

Así mismo, muchos de los techos presentaban daños por las tormentas y el sol, sin embargo, los daños no eran suficientes como para hacer un reclamo, no obstante, las compañías se encargaban de producir más daños al techo para que éste fuera reclamable, y de esta forma obtener las ganancias. 

Si ahora nos preguntamos, qué aspectos hablan sobre la explotación laboral o, también llamada esclavitud moderna. La respuesta la encontramos en que, al tener visa de turista, la compañía con la que trabajamos no paga impuestos por nosotros, porque siempre trabajamos sin un registro. Al mismo tiempo, el pago para nosotros era menor al que cualquier ciudadano o residente pudiese tener. Y no conforme, nos tenían en un departamento que la misma compañía alquiló (un departamento destinado para los hombres y otro para las mujeres).

En este tenor, el vivir en un departamento que la propia compañía nos había contratado nos libraba de pagar la renta , empero, el control sobre nosotros era mayor, puesto que el manager y los dueños de la compañía de: “Solo techos”, nos decían que éste era un trabajo con mayor libertad, sin embargo, nos controlaban la ubicación, el número de ventas de techos que debíamos entregar por semana, porque de no entregar como mínimo tres contratos, la violencia psicológica se hacía presente, porque la compañía comenzaba a amenazar con la idea de desalojarte del departamento por no cumplir con el trabajo.

Esto en realidad se convertía en un gran dolor de cabeza, porque como mencioné al principio, la disposición de las personas para hacer un reclamo de techos no siempre estaba tan fluida y aceptada. Desde esta perspectiva, no siempre se lograba la meta requerida. Cabe señalar, que personalmente siempre superé la meta, no obstante, al superar el mínimo de contratos, la exigencia de ventas se pronunciaba con un número más elevado.

De igual forma, personalmente nunca fui amenazada, pero en el caso de mi amiga, ella muchas veces se sintió presionada por esta tortura psicológica. Incluso, llegó un momento en el que ambas frente a esta decepción vivida, decidimos no hacer contratos, y para ello tuvimos que inventar una historia que nos salvara, sin embargo, el manager me llamó para preguntarme, sí la presencia de mi amiga me estaba afectando en la producción, porque de ser así, ellos la despedían de la compañía. Esto de cierta forma produjo muchos sentimientos encontrados, los cuales nos dieron las pautas para irnos un día del departamento sin avisar a nadie.

En cierta forma, nosotras nos sentíamos bien, ya libres de esa presión psicológica, pero también de esa empresa que estafaba a los clientes, porque además de lo ya mencionado, la empresa cuando sabía que las compañías de seguros sólo le estaban ofreciendo un presupuesto de menos o igual a  cinco mil dólares, y sobre todo, que el cliente no tenía para pagar el resto, les engañaban diciendo que con dicho presupuesto le construirían su techo, por tanto, el cliente les daba el cheque y ya nunca más veían a las personas de la compañía.

En esta línea, el haber salido de ese círculo vicioso nos hacía recuperar nuestra ética y solidaridad humana, pero al mismo tiempo, nos colocaba en una posición de desventaja porque el tiempo que habíamos trabajo llevando contratos, se había borrado debido a que la compañía de “Solo techos” no nos quiso pagar por los techos vendidos y aprobados por el seguro. En sí, esto significaba empezar desde cero como cuando recién llegamos al territorio de Houston.

Empezar de cero no fue sencillo, sin embargo, un nuevo comenzar se hacía necesario cuando reconocimos que el trabajo que estábamos realizando atentaba contra los principios humanos y de solidaridad con los paisanos y hermanos/as latinoamericanos/as. Además, que comprobamos que las personas más afectadas, siempre eran los adultos mayores y las personas que confiaban en la persona que les había ido a ofrecer el servicio.

Es así que, el comenzar era un acto político y de reivindicación de los valores sociales, así como una oposición frente al sistema capitalista que dominaba las mentes y corazones de las personas que dirigían dicha compañía. Tanto mi amiga como yo, fuimos perseguidas durante toda nuestra estancia en Houston, porque de cierta forma ellos temían que nuestra colectividad, unión y amistad pudiera destruir el gran fraude bajo el cual obtenían ganancias millonarias.

Queda agregar, que lo vivido pudo haber sido una gran tragedia para alguna de nosotras, no obstante, ambas reconocemos que superamos todas las dificultades gracias a la sororidad que nos une, pero también al cariño y acuerpamiento que ambas nos ofrecimos, para hacer de la tragedia una nueva de forma de transformar el mundo capitaloceno, por un mundo donde podamos caber muchas vidas y muchas corporalidades.  

 

SERIE: UNA CAPITALISTA VIVIENDO EN LA CUNA DEL CAPITALISMO, Capítulo 6