El Día de Andalucía conmemora el referéndum por el que se recuperó una autonomía aplastada por la dictadura. Celebrar una jornada en nombre del territorio común es un signo de pertinencia que supone también hacer memoria y reconocer todos los relatos que le dan forma.

por Iñaki Cháves

Podría celebrarse el 4 de diciembre, Día de la bandera andaluza en recuerdo de la manifestación que llevó a aquel plebiscito. En cualquier caso, evocar significa recuperar las narrativas perdidas o ignoradas para lograr la unidad de Andalucía en su idiosincrasia y su diversidad. Entendiendo su valor y sabiendo que toda conmemoración requiere abrir los espacios para que quepan todas las gentes y sus colores en una “tierra de paz, esperanza, encuentro y acogida”, como demanda la Plataforma Andalucía 28F.

La población, la ciudadanía común y la “gente de bien”, debe asumir con generosidad su propio pasado, el de la autonomía y más atrás: el de la II República. Dicen que pasó hace ya muchos años, y es cierto, y más vista desde esta velocidad con la que vivimos el presente, pero también tienen mucha edad la filosofía clásica griega, la Revolución francesa, la Primera Guerra Mundial o la invención de la radio y las seguimos estudiando. Porque necesitamos conocer todas nuestras historias para saber quiénes somos.

Para cerrar heridas, estas tienen que cicatrizar; pero no lo pueden hacer si antes no se curan. Los sucesos de la Desbandá en la provincia de Málaga, una de las mayores masacres de la guerra de España, o las personas represaliadas de la fosa de Pico Reja en Sevilla, casi mil ochocientos cadáveres entre los que podrían estar los restos del propio padre de la patria andaluza, tienen que ser de conocimiento público y estudiarse en las escuelas. Porque lo que no se nombra, como ha quedado demostrado durante el franquismo y la Transición, no existe; y si no existen los hechos y sus protagonistas, la historia no está completa y no se puede celebrar nada.

Los gobernantes de la región andaluza, actuales, pasados o venideros, no serán culpables, pero si no contribuyen a que se conozca su historia y a que se consigan justicia y reparación, sin venganza, solamente como derecho, se perderá la memoria y caerá la historia en el olvido. Y  de eso sí serán responsables.

La Historia está compuesta de muchas historias, todas necesarias en la construcción de un pasado que nos ha llevado hasta un presente que está dando pie para el futuro. No podemos quedarnos con una única historia, que por lo general escriben a su gusto quienes tienen el poder. Sea el cuatro de diciembre o sea el veintiocho de febrero, lo importante es que sea. Por la paz y la justicia social, hay que reivindicar la memoria democrática y celebrar a Andalucía, sus relatos y a sus gentes. Todas.

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