Por Francisco del Pozo Campos

A riesgo de ponerme pedante voy a mencionar en este post a la filósofa ecofemista Alicia Puleo. Seguramente a partir de este punto la mitad de las personas que le dieron clic a esta entrada decidirán pasar de la filosofía y se irán a leer otras cosas “menos intensita».

Bueno, los que seguís ahí os diré que Puleo afirma que el ecofeminismo relaciona la opresión y la dominación de todos los grupos vulnerables con la opresión y la dominación de la naturaleza. Ella revisa a otros filósofos, como Aristóteles, que empezaron a fijarnos esa idea en la cabeza de que unas vidas valen más que otras. Mujeres, esclavos o animales estaban en otra categoría diferente a la del “hombre libre”.

Mucho ha llovido desde entonces, y poco parece que haya cambiado desde lo que decía el viejo filósofo en países como Qatar. Allí parecen vivir aun en esos tiempos y está profundamente anclado a esa forma de pensar. Y claro, esto se ha visto exacerbado con un escenario internacional como el Mundial de Fútbol 2022, la supuesta primera Copa Mundial “Carbon Neutral” según la FIFA.

De este evento, una cosa que salta a la vista son los 8 estadios nuevos y relucientes donde se juega. La verdad es que estas infraestructuras son impresionantes. Y en ellas confluye el esfuerzo deportivo de los equipos, la emoción de los partidos, la sobredosis de publicidad y la pasión de los hinchas. Pero, en esta explosión de energía y pasión se hace difícil pensar en el sufrimiento enorme de los trabajadores durante su construcción.

No es que no imperen los principios de la empatía, sino que nuestro cerebro está tan embotado de estímulos e ilusión futbolera que se le olvida que esta “fiesta” puede estar construida sobre injusticia y dolor.

Según Amnistía internacional, la magnitud de los abusos contra los derechos humanos relacionados con la Copa del Mundo es significativa. Durante los últimos 12 años, la gran mayoría de los trabajadores migrantes en Qatar han tenido que “pagar para trabajar” en el país, con importantes tarifas de contratación ilegal para asegurar sus trabajos, y muchos miles han sido objeto de un robo salarial generalizado. Antes de 2020, ningún trabajador migrante podía cambiar de trabajo o salir del país sin el permiso de su empleador, mientras que las organizaciones de derechos humanos y los sindicatos han documentado numerosos casos de horas de trabajo excesivas, trabajos forzados y otros abusos. Si bien algunos trabajadores pueden haber recibido algún tipo de reparación, una gran cantidad de abusos siguen sin abordarse adecuadamente o no se abordan en absoluto.

Según un análisis de The Guardian publicado en 2011, más de 6500 trabajadores inmigrantes murieron en Qatar desde que el país fue galardonado como anfitrión de la copa mundial de la FIFA en 2010.

Amnistía Internacional reconoce que se ha avanzado en el fortalecimiento de la protección de los trabajadores a través de las reformas laborales del gobierno de Qatar, así como las iniciativas del Comité Supremo para la Entrega y el Legado, y que las reformas legales emprendidas por el país tienen el potencial, si se implementan por completo, de mejorar protecciones para los trabajadores en todo el país.

Además, si mirásemos con unas gafas ecofeministas por encima de los estadios al imperio de acero y cristal de la ciudad de Doha posiblemente diría que de ahí emana un sufrimiento más sutil y callado pero no menos grave. Al fin y a cabo el emirato de Qatar no es una democracia, y las mujeres y las personas LGBTI continuaron sufriendo discriminación en la ley y en la práctica.

Las mujeres en el emirato siguen estando discriminadas en la ley y en la práctica. El sistema de tutela masculina las obliga a tener un tutor varón, habitualmente su padre o un hermano, abuelo o tío o, en caso de estar casadas, su esposo. Además, necesitan el permiso de su tutor para tomar decisiones vitales clave como casarse, estudiar en el extranjero con becas públicas, trabajar en muchos puestos del gobierno, viajar al extranjero hasta cierta edad y recibir algunos servicios de salud reproductiva.

El Código Penal de Qatar sigue tipificando las relaciones homosexuales entre hombres como un delito punible con hasta siete años de prisión. Su artículo 296 especificaba los delitos de “conducir, instigar o seducir a un varón de cualquier manera para que cometa sodomía o disipación” e “inducir o seducir a un varón o a una mujer de cualquier manera para que cometa acciones ilegales o inmorales”.

  • Recordamos a Qatar que tiene la obligación, en virtud del derecho internacional de los derechos humanos, de prevenir las violaciones generalizadas de los derechos humanos y garantizar la reparación de todos los abusos en su territorio, estén o no relacionados con la Copa del Mundo.
  • Pedimos a la FIFA que compense a los trabajadores y trabajadoras migrantes en Qatar que han sido que han sido explotados y abusados para preparar la Copa del Mundo de 2022. Amnistía Internacional ha exigido que la FIFA destine al menos 440 millones de dólares para brindar reparación a los cientos de miles de personas trabajadoras que han sufrido abusos contra los derechos humanos.
  • Aunque desde Greenpeace no trabajamos activamente el tema de los derechos humanos en Qatar, si lo hacen otras organizaciones muy activas en el tema y prestamos mucha atención a su trabajo. Condenamos el abuso sistemático de los derechos de los trabajadores extranjeros en Qatar.

No podemos pretender salvarnos del cambio climático, mientras aceptamos la injusticia social y económica. La justicia climática no se puede lograr sin una justicia social consistente.

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