SERIE DE RELATOS

 

 

Uno de los grandes retos y casi imposibles de conseguir  al llegar a un país capitalista, es evitar comer en Mcdonald’s. 

De hecho, a mi llegada a los Estados Unidos, me prometí consumir lo más sano posible, tratando en la mejor manera posible de no caer en las trampas de la comida rápida, pero este objetivo, conforme van transcurriendo los días se vuelve más ajeno, porque terminas normalizando y adaptando tu cuerpo a un estilo de vida no planeado.

Estamos de acuerdo que en México comer en un McDonald’s es como un día planeado con amigos o en familia, quizás una vez al mes, por mencionar una cantidad _y estoy exagerando en un estimado _ Sin embargo, en un país capitalista donde todo gira tan deprisa: una hora vale dinero, nadie tiene el tiempo para la convivencia, todo es caro, las distancias son largas y eso exige un consumo alto de combustible, entonces, lo que te queda más cerca, rápido y barato es un McDonald’s.

Efectivamente, el McDonald’s termina por convertirse en una opción primaria para quien llega a este país, es decir, el McDonald’s es esa estructura que te sostiene y te acuerpa, al mismo tiempo que te aniquila.

Ciertamente, se puede apreciar que los precios de McDonald’s empatizan con tu bolsa de valores; sus hamburguesas y desayunos son buenos, y sobre todo, que es una empresa que te atiende rápido, tan igual y con la misma efectividad que el capitalismo exige de tu presencia en el trabajo lo más pronto posible.

Y en ese andar por los caminos de norteamerica, el McDonald’s ya no es algo que te cuestionas desde la salud física, sino que apruebas desde la salud económica, laboral y emocional, principalmente.

Tal parece que la estructura del capitalismo, extiende su mano amiga para sostener tu cuerpo cuando ya no es sostenido por nadie y por nada. Y Justo ahí, cuando no existe nada que se cruce en el camino; cuando todo parece inalcanzable, que se aparece una M sonriente que te llama, té coloca bajo su sombra, te ofrece un café caliente de a dólar, te muestra un desayuno que desprende fuerza y alegría y te regala un vaso de agua gratis.

Es en ese momento, que el McDonald’s pierde todos sus prejuicios para convertirse en prototipo y proyecto de sobrevivencia, porque no solo se convierte en la opción de alimento del migrante, también se proclama como uno de los principales empleadores de aquellos que a su tierra dejaron.

Capítulo 1 de la serie «Una anticapitalista viviendo en la cuna del capitalismo»