6 de diciembre 2022, El Espectador

Néstor Osuna y Patricia Ariza son dos colombianos que creen en las segundas oportunidades; confían en el poder restaurador –la magia sanadora– de la cultura, y también saben que si una cárcel no cumple el objetivo de favorecer la resocialización de quienes están privados de la libertad, habrá incumplido su misión esencial.

Es horrible que las prisiones sean lugares indignos, degradantes, en los que se reciclan los delitos y el hacinamiento y la humillación enferman el cuerpo y el alma por dentro y por fuera, generando nuevas expresiones de violencia y frustración. No tiene sentido que alguien pase dos o veinte años en una cárcel, y salga más triste, más violento o más equivocado de lo que llegó.

Una cárcel que no sea capaz de devolverle a la sociedad un mejor ser humano del que recibió, debería clausurarse por nociva, o -al menos- por inútil.

El sistema penitenciario de nuestro país es una desgracia, y afortunadamente el profesor Osuna buscará cambiarlo por “un sistema que le apueste a la resocialización y a la restauración”.

Néstor Osuna ha sido conjuez, catedrático y magistrado; es abogado y el actual ministro de Justicia y del Derecho de Colombia. Patricia Ariza, actriz, poeta y directora de teatro, es la ministra de las Culturas, las Artes y los Saberes. Este fin de semana estuvieron juntos en el Buen Pastor, y lanzaron el programa “cultura para la libertad”, que integra las cárceles a la red pública de bibliotecas.

El Buen Pastor lleva años desarrollando distintas expresiones artísticas para el mejorestar de las mujeres privadas de la libertad. Pero muchas de nuestras cárceles son una vergüenza, y lo que inauguraron los dos ministros es –en el fondo– la opción de cambiar los agujeros negros de la marginación, por un horizonte habitado por la literatura, por historias de faunos y biografías de héroes; habitado por los mapas del mundo, poemas de amor y las manos de los duendes. Para que no esté presa el alma; para que a lado y lado de las rejas comprendamos que sí se puede volver a empezar, y que a los puntos de no retorno solo se llega cuando todo y todos le cerramos las puertas a la posibilidad de sanar y sanarnos en serio.

“Hay gente que dice que la cultura es como un asunto del tiempo libre. Nosotros decimos que la cultura y el arte son los que nos hacen libres todo el tiempo”, les dijo Patricia Ariza, una mujer que desde siempre ha fortalecido la simbiosis entre paz y cultura, entre arte y reconciliación. Patricia nos ha enseñado a convertir las trincheras en escenarios, y las balas en abrazos.

El ministro de Justicia les propuso a las mujeres en reclusión “comenzar a construir un mundo en el que por medio de la cultura, de las letras, de las artes, ustedes puedan rehacer su vida”. Sí, ministro, creo que de eso se tratan los renacimientos. El tejido social no se reconstruye por decreto, sino por convicción, y la creatividad es en sí misma una poderosa narrativa: la narrativa de las ventanas abiertas, de las palabras que apaciguan la violencia porque encienden nuevas formas de expresión, de entendimiento, de re-conocimiento del otro desde y hasta su dimensión humana.

¡Bienvenido este proyecto!

El aire del arte oxigena esto que llamamos alma, espíritu o pensamiento. Corre las cortinas, abre los ojos y los sentimientos. Estoy de acuerdo, querida ministra, el arte libera. Es más, creo que la libertad es un arte; y solo cuando seamos realmente libres para decidir perdonar y perdonarnos, lograremos crear una sociedad donde sea la confianza y no el miedo, el pan nuestro de cada día.

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