Normalmente las personas tienden a ganar poder. Ya sea que se trate de cualquier oficinista aspirando a llegar a ser jefe o idealmente Gerente General, para tomar más decisiones, cada vez más complejas. El funcionario busca ser Jefe de División, Seremi o, mejor aún, que lo nombren Subsecretario o Ministro. Lo mismo sucede en las Fuerzas Armadas, el Poder Judicial, los Consejales que apuntan a ser Alcaldes y los Diputados que sueñan con el Senado. Así con tantas instancias en las que la concentración del poder es la razón de ser de diferentes jerarquías.

Por ello nos llama poderosamente la atención el gesto de hoy de Irina Karamanos.

Estando en situación de sostener una relación sentimental con quien fuera elegido Presidente de la República hace un año, se vio en la posición de aceptar o no el rol tradicionalmente impuesto a las parejas de los mandatarios, pasando a ocupar el cargo de “Primera Dama”.

Por cierto se trata de una función que no es democráticamente electa, requiere tiempo completo, no es remunerada, surge de una concepción patriarcal de la cónyuge del Presidente y en Chile venía sumando – de un gobierno en otro – cada vez más fundaciones a su cargo, presidiendo los directorios de estas organizaciones dedicadas a las más diversas actividades.

“La pareja del presidente es elegida para ser pareja”, sostuvo Karamanos hace un tiempo “no para ser presidenta de fundaciones”. Porque no necesariamente quien habite ese cargo cuenta con las competencias profesionales para hacerlo, siendo además de lo más diversas.

En marzo, Irina resolvió asumir esa función, pero modificando de entrada el nombre de “Primera Dama” al de Coordinadora Sociocultural de la Presidencia, sosteniendo públicamente que lo asumía a fin de desmantelarlo desde dentro.

Anunció que en plazo breve las fundaciones serían traspasadas a los Ministerios correspondientes a fin que a futuro sean los ministros quienes designen a quienes las presidan, según criterio de idoneidad profesional para dicho rol, lo que representa una innovación institucional que busca probidad y modernización, asegurando su continuidad en el tiempo y fortaleciéndolas mediante una mayor coordinación con las carteras correspondientes.

En marzo, existían seis fundaciones dependientes: Integra (Red de Salas Cunas y Jardines Infantiles), PRODEMU (Promoción y Desarrollo de la Mujer), MIM (Museo Interactivo Mirador, museo de ciencias), Artesanías (Artesanías de Chile), FOJI (Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles), Chilenter (Tecnología para todos). En el transcurso de los primeros 9 meses de gobierno, la Directora Sociocultural de la Presidencia ha ido delegando y transfiriendo estas organizaciones a los ministerios de Educación, Mujer y Equidad de Género, y las Culturas, las Artes y el Patrimonio, quienes designarán a los presidentes de los directorios que han quedado vacantes.

Gracias al cambio estatutario, será posible que la elección se realice bajo criterios profesionales, entregando estabilidad programática a cada organización. Este proceso de innovación institucional significa un gran logro, poniendo en valor el rol público de cada Fundación y reconociendo el gran aporte que hacen con su trabajo.

No existe ningún otro cambio asociado, por ejemplo, al estatuto laboral de las y los trabajadores de estas fundaciones. La modificación de estatutos ha sido socializada con las y los trabajadores de cada fundación, quienes han recibido de buena manera la propuesta. El proceso ha sido paulatino y dialogado, tal como el sello de relacionamiento de la Coordinación Sociocultural con los sindicatos de las fundaciones.

Llegando al final de este proceso, cada una de las instituciones se ve fortalecida, mientras que Irina Karamanos queda libre de manos, habiendo ella misma clausurado las actividades establecidas para quien acceda a futuro a la función de Primera Dama, dejándola sin poder alguno.

No solamente ella misma queda en situación de libertad, sino que también el cargo queda vaciado de poder, dejando a las parejas de quienes gobiernan en situación de ser simplemente lo que son.

Renunciando a estas instituciones, Karamanos ejerce su derecho a desempeñar su propia vida en vez de secundar – como tradicionalmente lo han hecho las mujeres – el rol de su pareja. Pero lo hace además vaciando el cargo, de modo que todas y todos los futuros cónyuges presidenciales chilenos no tengan que asumir un rol de responsabilidades tradicionales, sexista y antidemocrático.

Se cierra así la oficina en el Palacio de La Moneda, terminan en sus cargos los diversos asesores asignados a la Primera Dama, porque se elimina esa función para dejar “un Estado más liviano”, en palabras de Irina Karamanos.

Su gesto es histórico, tiene mucha significación desde una mirada feminista, defiende el derecho a recibir remuneración económica por el trabajo y descentraliza el poder otorgándole mayor eficacia a las organizaciones.

Este vaciamiento desde dentro del poder, nos parece uno de los gestos más significativos que el nuevo Gobierno de Chile haya llevado adelante en sus primeros 9 meses. “Es un desprendimiento de la lógica del poder, importante para quienes estamos en política”, comentó el Presidente Gabriel Boric.