El 28 de octubre de 1993, hace ya la friolera de 29 años, tres décadas, el por entonces medio prensa escrito Diario16, publicaba una columna en su sección de Biosfera escrito por Javier Moro y titulado “Los nuevos héroes”. Nos decía que quedaba poco tiempo para poder organizarnos frente al cambio climático y que se deberían tomar todas las medidas posibles, ahora que había tiempo, para conseguir parar el avance del cambio climático. Anunciaba que era importante escuchar la voz de alarma que ciertos hombres y mujeres llevan años lanzando y además afirmaba que: “Los héroes que antaño arriesgaron sus vidas para defender los derechos humanos y ciertas libertades básicas, tienen su equivalencia en los que hoy en día están cayendo por negarse a permanecer en silencio frente a la depredación”. Ellos, nos decía Javier, son la avanzadilla de esta nueva lucha, mucho más difícil de ganar que las anteriores, a las que la civilización se ha enfrentado, porque es una lucha contra nuestra modo de vida, en definitiva, contra nosotros mismos.

Muchos activistas de entonces, entre los que me incluyo, jamás hemos decaído ante el silencio de la sociedad, el pasotismo de los políticos y la ignorancia de los llamados científicos. Organizaciones como Greenpeace en la que he militado y realizado acciones visuales para atraer la noticia a los medios, amantes de la naturaleza comprometidos en la lucha contra el destrozo abusivo de los recursos naturales, grupos ecologistas pequeños que en cada ciudad mostraban la cara y trabajaban de manera altruista para llamar la atención, sobre todo, de las políticas carentes absolutamente de la protección del medio ambiente, profesores aislados que intentaban desde sus humildes puestos concienciar a los jóvenes en un respeto por la naturaleza o personas que simplemente comprendían a dónde íbamos a llegar con tanto abuso; fuimos objeto de forma continuada de los ataques de la prensa tradicional y de los políticos ignorantes, que no querían saber nada de ese ecologismo comunista y de esas mentiras que queríamos implantar a la sociedad, achacando que nuestro objetivo era  vivir de nuevo en las cavernas.

Hasta tal punto era una crítica constante a los que públicamente intentábamos demostrar que, de seguir, estaríamos abocados a un colapso de consecuencias impredecibles, que en mi propio trabajo era considerado, por algunos compañeros, como “el ecologista de mierda”.

No teníamos apoyo como ahora de ninguna institución científica que se supone deberían ser más conocedores de lo que nos podría pasar. Ellos seguían callados a pesar de la cumbre de la Tierra en Brasil en 1992, donde por primera vez los países del mundo se reunían para buscar una solución, sin llegar a nada como preludio de lo que hemos visto en las sucesivas reuniones mundiales.

Tuvimos mucha presión por numerosos sectores. Es por ello que Javier Moro se vio en la necesidad de lanzarnos un apoyo. Decía en la misma columna que: “Estos nuevos héroes de nuestro tiempo son los faros que iluminan el camino hacia una civilización global, en la que todas las especies puedan convivir de manera sostenible.[…] Originarios de distintos continentes, de distintas culturas, todos tienen en común una conciencia clara, un agudizado sentido del bien y del mal. Sin embargo, apenas se les conoce. Los medios de comunicación, sobre todo cine y televisión, les presta poca o ninguna atención, mientras siguen ensalzando héroes de pacotilla que poco o nada aportan a nuestra comunidad”.

Fue un alivio, que alguien escribiera estas palabras para los que altruistamente luchábamos por nuestro planeta y por el bienestar de todos,  protegiendo la casa donde vivíamos, una casa única, un planeta hermoso al que estábamos agotando sus recursos, expulsando muchos gases de efecto invernadero, productos químicos mortales y un largo etcétera que dañaba la biodiversidad de nuestro cobijo planetario.

Muchos de nosotros hemos sido discípulos de los primeros ecologistas que intentaron abrir los ojos a los políticos con sus investigaciones y denuncias en sus programas de televisión. Hoy día, muchos jóvenes no conocen la existencia de Félix Rodríguez de la Fuente ni de Jacques Cousteau. Dos hombres, uno en tierra y aire y el otro en el mar que, con sus documentales, nos mostraron un mundo maravilloso, lleno de colorido y hermosura, de especies fantásticas, de ecosistemas increíbles que mantenían el motor de nuestro planeta y lo frágil que eran esas especies y la biosfera, ante el acoso imparable del hombre. Ellos nos enseñaron el camino, la razón de nuestra lucha en la conservación del medio ambiente, en la difícil tarea en la que nos teníamos que enfrentar pues, como bien decía Javier, era cambiar nuestra forma de vida actual. Y sí, lo hemos comprobado en los insultos y acusaciones que hemos tenido que soportar a lo largo de muchos años. Félix y Cousteu  junto con sus obras, tendrían que ser estudiados en los libros de texto de institutos, para intentar que esa llama de esperanza, esa semilla que terminó en nuestros corazones, volviera de nuevo a resurgir en las generaciones actuales donde la cultura, no es solo tener ese apéndice nuevo que todos llevamos en nuestros bolsillos, como son los teléfonos móviles.

Javier Moro terminaba su artículo, que durante tres décadas he guardado como aliciente para continuar en la defensa de nuestra biodiversidad, con unas palabras que siempre me han acompañado en mi lucha altruista por la vida y sobre todo por los seres vivos no humanos, nuestras selvas tropicales y la protección de los pueblos indígenas: “Pero hay otra manera de hacer llegar el mensaje: dando a conocer la lucha de algunos hombres y mujeres que dedican su vida a salvar especies en vías de extinción, a combatir la erosión del suelo y la destrucción de los bosques o a defender la Tierra de la locura de los hombres. Estos nuevos héroes son el camino de la única esperanza viable, la voz de nuestra conciencia colectiva. Escucharles y prestarles atención es ganarle tiempo al tiempo, es evitar esa catástrofe que nos predicen los investigadores. Es, en definitiva, abrir la puerta al futuro”.

A pesar de ello, nadie  hizo caso en décadas y solo hoy, cuando ya no hay más remedio, cuando ya se están sufriendo las consecuencias del cambio climático, es cuando algunos políticos comienzan a interesarse tímidamente por ello a pesar de que los acuerdos globales no se cumplan.  Es cuando solo algunos científicos han levantado su voz de forma activista, aunque es mejor tarde que nunca.

Si hace décadas, cuando nuestras voces se alzaban advirtiendo lo que iba a pasar ya que no hacía falta ser científico para saber lo que nos estábamos jugando, ellos se hubieran unido a nuestras veces, solo tal  vez, ahora estaríamos en una mejor posición para solucionar lo que hemos destruido.

Y esos nuevos héroes, los de hoy en día, son los líderes indígenas que están siendo asesinados por defender sus tierras que protegen los grandes pulmones necesarios para vivir todas las especies de nuestro planeta. Los héroes de hoy son los defensores del medio ambiente que siguen siendo asesinados en muchos lugares de la Tierra solo por defender los ecosistemas de nuestro mundo. Los nuevos héroes de hoy en día, siguen siendo los grupos ecologistas y animalistas que defienden la vida. Y hoy, como antaño, se les olvida ante un silencio sepulcral de la comunidad internacional, en un silencio de la prensa mundial.

El 6 de marzo de 2018, la ONU lanzaba una iniciativa para proteger a los defensores del medio ambiente que naturalmente no ha sido escuchada por ningún país, incluida España. En esta iniciativa de Derechos Ambientales para hacer frente a las amenazas, la intimidación, el acoso y el continuo asesinato de defensores de medio ambiente en todo el mundo, solicitaba a los Estados que priorizaran la protección de los defensores del medio ambiente y a llevar ante la justicia de forma rápida y definitiva a los que los atacan o amenazan. Instaba al sector privado al respeto a las comunidades y el ambiente. “Los defensores son héroes que luchan para proteger el planeta y sus habitantes, pero la triste realidad es que muchos de ellos están pagando un alto precio con su seguridad y a veces con sus vidas. Es nuestro deber apoyar a aquellos que están del lado correcto de la historia, eso significa defender el más fundamental y universal de todos los derechos humanos que es la vida”. Pero como todos los llamamientos que se realiza desde la ONU, sus informes y sus llamadas de atención, quedan en el olvido al minuto mismo de lanzar sus llamamientos.

No tenemos que olvidar a Félix Rodríguez de la Fuente que murió en un dudoso accidente mientras  rodaba una carrera de trineos, ni a Jacques  Cousteu, de quien diez años después de su muerte fue publicado a título póstumo su libro titulado “Los humanos, las orquídeas y los pulpos. Explorar y conservar el mundo natural” donde criticaba a los políticos por sus acciones (artículos del autor Parte 1, Parte 2 y Parte 3) contra la naturaleza como también lo hacía Félix en sus programas de televisión y radio. Ni a Chico Mendes asesinado en Brasil por la defensa de los bosques, o Dian Fossey que murió por defender el hábitat de los gorilas de montaña. Son numerosos los nombres que no debemos olvidar, como tampoco el hundimiento del barco de Greenpeace Rainbow Warrior en el Puerto de Auckland (Nueva Zelanda) por dos bombas colocadas por los servicios secretos franceses cuando iban a partir a Muroroa en protesta por las pruebas nucleares en dicho atolón y donde murió el fotógrafo Fernando Pereira.

Espero y deseo que estas palabras sean un homenaje a todas las mujeres y hombres que desde hace décadas han luchado y luchan en la defensa de la Tierra, como verdaderos guerreros del arco iris.