Leyendo a Juan José Millás la remembranza sobre su primera bicicleta y sus primeras experiencias de aprendizaje, me pongo a pensar en mi caso, y resulta que yo no me acuerdo de una primera bicicleta a la que pueda evocar como mía, como propia… Mis recuerdos más antiguos escarbados en la memoria me vienen de bicicletas ajenas, prestadas. Quizá que mi padre, como todos los de entonces, tuviera una con la que ir y venir del trabajo, tampoco es que lo tenga yo muy claro, pero no soy consciente de haber tenido ninguna de mi propiedad… Si acaso, lejanos ecos de solitarios aterrizajes forzosos, de golpes y raspaduras por aprendizajes comatosos, incluso desde bicicletas aún altas para mi talla, a las que tenía que impulsar los pedales para poder llegar a ellos… pero, desde luego, no eran mías.

Desde que Miguel Delibes dejó claramente establecido que Las Bicicletas son para el Verano, ya en mi época, a la del Verano Azul de mis hijos, no se me viene a la cabeza recuerdo alguno de bicicleta propia, aunque sí ajena, en mi ya tardía niñez o temprana juventud, según se mire… Tenía que venir a trabajar a Torre-Pacheco desde Los Alcázares, y no siempre mi padre y yo coincidíamos por causa de su multiempleo, así que yo tenía que agenciarme alguna bicicleta ociosa de algún amigo que no viera inconveniente en dejármela. Como la de Alejandro, que en plena siesta de duro estío, me quedé durmiendo pedaleando a la altura de Las Conquetas, y me despertó el porrazo contra la cuneta que di con la bicicleta… Dislocados su plato y mi hombro, ambos dos terminamos el trayecto al paso, una a rastras del otro.

Ahí se termina mi historia y mi relación personal con las bucólicas bicicletas. He leído mucho, muchísimo, en personas cuyos recuerdos de niñez están vinculados, estrecha e indeleblemente, invariablemente, a las bicicletas… Su primera bicicleta, verdaderamente suya, como símbolo de libertad sobre ruedas; su atrevido y siempre arriesgado aprendizaje; los primeros vuelos, cada vez más alejados y apartados; el sentimiento de independencia que transmite su dominio… Tan es así que la bicicleta está grabada en la consciencia colectiva de la humanidad moderna desde su infancia; anclada en la memoria inicial de todo niño que se precie: unas vacaciones, unas excursiones, las horas libres de las largas y luminosas tardes. La pequeña/gran bicicleta de la niñez… Incomprensiblemente, hasta leer a Millás, no me había parado a pensar con detalle en que este servidor de los frailes no tiene recuerdos claros de bicicleta de propiedad propia (válgame la santa redundancia) en los que apoyar los basamentos de mis primeras “in memoriam”, ya me entienden… ¿Me habrá causado algún trauma psicológico?.. pues que juzguen los demás que me conocen, pues lo mío es pura subjetividad.

También el mismo día, precisamente, nos llegó a la Región el Informe que los eurodiputados han emitido con las conclusiones de su anterior visita en cuanto al problema del Mar Menor… Lo que han hecho público los medios de comunicación (en su parcialidad, que no en su totalidad) nos llega tan sesgado como esperaba, dada su falta de imparcialidad en el tema, según el paraguas bajo el que se cobije cada cual. Tiene uno que escuchar lo que dicen unas televisiones paniaguadas y apesebradas, de aquí y de acuyá, y leer lo que destilan distintas tintas de cabeceras regionales y nacionales, no del todo independientes tampoco, para arrimar uno el moneo al caliche, y ser lo más equidistante posible, si es que eso es ídem.

Y aún así, esto es como el c… de la Bernarda, que nadie sabe quien lo guarda. Con la abstención de votar por la enmienda, unos dicen que los socialistas evitan que la UE culpe directamente al gobierno regional… Para otros plataformeros, que dicen ser defensores de la laguna, se conforman con que señale a la agricultura intensiva y extensiva como único, solo y exclusivo responsable… Otros “Sos”, sin embargo, muestran su profunda decepción por (sic) “dejar escapar al gobierno regional”, y su descontento por “la falta de claridad”… Y ese mismo regional gobierno aduce que “es positivo que el Parlamento Europeo no sucumba a intentos partidistas” – ya ven quien vino a decirlo – y se queda tan tranquilo.

Ante este guirigay, queda claro, o medio claro, o un poquico claro, aquello que escribí en ocasión de la concesión de entidad jurídica al Mar Menor: si la laguna no es un ente pensante y autónomo, habrán de ser las “personas humanas” las que tendrán que ejercer su tutoría y representación, ¿no?.. Vale. Pues si esa gente ha de ser (y lo es) de la misma que opinan, se oponen y se descomponen, y se contradicen, se atacan y se autojustifican, e interpretan o interpelan el laudo europeo, el Mar Menor se puede sentar a la vera del camino, que va apañado…

Y volvemos a donde empezamos, como en un bucle cinematográfico: el Mar Menor no es, sin duda, ningún conductor, ni propietario, ni nada, de ninguna de las bicicletas… Tampoco es la propia bicicleta, en modo alguno… El Mar Menor es el fardo, el bulto, el paquete que se lleva en el portaequipaje de la bicicleta… alguna veces hasta es la propia merienda del chiquillo que se lleva atrás, en la bicicleta. Y va de aquí para allá, según el interés del amo de la bicicleta que lo lleve y lo traiga, o, algunas veces, tan solo lo pasee… La bicicleta podrá estar mejor o peor equipada, ser más aparente o más deprimente, más antigua o más moderna, ser de la marca tal o de la marca cual, llamarse así o “asao”… Es igual. El Mar Menor estará siempre, siempre, a merced de los intereses confesos, inconfesos o dirigidos, de esos críos maleducados que montan las bicicletas… Por muy para el verano que estas sean.