A veces parece que los políticos, los líderes mundiales, en lugar de ser elegidos como hombres y mujeres sabias que quieren lo mejor para su pueblo y para el mundo, se comportan como niños  que les gusta jugar a la guerra a sabiendas del sufrimiento y muerte que ello puede causar. En muchos puntos de la Tierra, la violencia es el arma de la represión de las injusticias, del horror a valorar la vida de una persona como si fuera un objeto o una ficha del tablero del ajedrez que estorba para el objetivo de intereses prefijados a conseguir. En muchas ocasiones se actúa sin tener en cuenta otros factores de riesgo globales que asolan de igual forma a los ciudadanos. Las consecuencias del cambio climático y a pesar de haberse declarado la emergencia climática, castiga fuertemente con inundaciones, huracanes, incendios forestales y muchas otras causas sin que se ponga solución efectiva para mitigar en lo posible las consecuencias mortales de la irresponsabilidad de las acciones políticas y los intereses de la geopolítica mundial.

El conflicto bélico que estamos viviendo más de cerca en Europa y que de alguna forma u otra estamos participando en el mismo al facilitar armas para matar en lugar de palabras para la paz, es un ejemplo claro de la barbaridad de las acciones que sin consultar a los ciudadanos se están cometiendo, trasladando el sufrimiento y la muerte a la población civil.

La diplomacia ha fracasado como en tantas ocasiones. Aún no se han enterado que los ciudadanos solo buscamos la paz entre todos, el bienestar y nuestra salud por encima de las decisiones políticas. Que queremos un mundo basado en la hermandad entre hermanos, en la libertad de nuestras acciones respetando al otro, en buscar soluciones efectivas a los problemas mundiales a  los que nos enfrentamos por las malas prácticas de nuestros gobiernos. La Paz en todos sus sentidos y direcciones, es nuestra bandera a la inteligencia humana, el objetivo que como seres racionales debemos todos tener en nuestras vidas cortas en este mundo.

Nadie quiere vivir sufriendo y sin embargo existen millones de personas que en conflictos bélicos lloran y sufren, millones de personas que mueren de hambre y enfermedades derivadas de la falta de vitaminas suficientes para subsistir, de millones de personas que se aventuran a ir a otros países para intentar vivir mejor huyendo de guerras o dictaduras y que mueren en el camino sin que nadie les auxilie, de millones de personas que huyen de sus casas porque han perdido todo debido a inundaciones, terremotos y otras causas medioambientales, de millones de personas sobrevivientes de pueblos indígenas que están siendo expulsadas de sus tierras y a sus líderes asesinados. ¿Acaso no son suficientes motivos para que el mundo nos uniéramos para solucionar de forma ética y responsable los citados desmanes que ocasionan el dolor y la muerte de la humanidad?

Algo nos pasa para que antes incluso del conflicto entre Rusia y Ucrania, los ciudadanos del mundo no hayamos salido a la calle pidiendo la Paz y exigiendo a nuestros gobernantes que se sienten para buscar una salida airosa para todos. La palabra debe ser más fuerte que las armas y sin embargo parece que la fuerza y el plomo junto con el odio, han sabido derrotar, la hermosa palabra de la Paz.

Y ahora, como si fuera poco lo que tenemos encima, la amenaza nuclear está encima de la mesa, como si no hubiéramos aprendido de lo ocurrido en Hiroshima y Nagasaki. ¿Nos hemos vuelto tan locos que queremos acabar con los humanos solo para extender más nuestras fronteras? Los misiles nucleares no deberían estar en el arsenal de ningún país y menos amenazar con ellos. Tampoco por parte de la Unión Europea, es inadmisible admitir lo declarado por Josep Borrell, alto representante Exterior de la Unión Europea”que esta guerra se ganará en el campo de batalla de Ucrania. Unas declaraciones bélicas, agresivas,  que le debería haber costado el cargo público a quien se supone debe ser diplomático y buscar por todos los medios posibles, una solución pacífica. Desde un primer instante ha calentado el fuego de la guerra con sus palabras y declaraciones que no representa el sentir de la ciudadanía europea, independiente que Rusia haya comenzado este conflicto absurdo donde la muerte y las atrocidades de una guerra afectan a los países en conflicto y de rebote a toda la Unión Europea.

Otro ejemplo lo tenemos en la reunión reciente de las Naciones Unidas, donde el llamamiento a la paz no ha sido la tónica argumentada por los líderes de gobiernos intervinientes, sino más bien lo contrario, pidiendo nuevas sanciones que sólo afectará a la población civil rusa que no tiene la culpa de la política bélica de su presidente. Estas sanciones que tanto alardean desde la UE, solo afectará gravemente a los ciudadanos rusos, muchos de ellos víctimas también del poder del Kremlin.

¿Cuál es la solución? Sin duda alguna la Paz. ¿Cómo se puede llegar a ella? Con voluntad de parar esta masacre por ambos países apoyados por unas Naciones Unidas y una Unión Europea que despliegue de verdad la diplomacia por parte de verdaderos profesionales y no monigotes que solo lo que hacen es alimentar más aún el conflicto. También la OTAN debe jugar un papel importante en este proceso de paz, colaborando con Naciones Unidas en un intento de frenar la escalada bélica y el peligro del empleo de armas nucleares del que nadie saldrá ganando.

También la movilización ciudadana debe ser partícipe de la solución, saliendo a la calle en masa, con banderas blancas, pidiendo la paz en el mundo, la paz universal y el cese de todos los conflictos armados que hoy día asolan nuestra Tierra. Si los dirigentes no son capaces de mirar más allá de sus intereses, debemos ser nosotros los que les exijamos que trabajen por la paz de forma diplomática y con la palabra, no enviando armas para seguir alimentando la guerra. Una guerra que por cierto se justifica ahora como causante del aumento de los productos básicos, la energía y todo lo que ellos nos quieran decir. Una guerra donde nos anuncian que debemos apretarnos el cinturón, colaborar con el gobierno enfriando nuestras casas, cuando han sido ellos los responsables de esta situación. Enmascaran sus fracasos con el fiasco de una guerra que no han pedido permiso al Congreso en participar y sin embargo sus bocas se llenan de adjetivos belicistas.

Y mientras, la amenaza nuclear, ronda en las cabezas de algunos. ¿No hemos aprendido de lo que ello significa con las bombas nucleares lanzadas por Estados Unidos contra la población civil en Japón? ¿No es suficiente lección de la magnitud de esta amenaza cuyas cabezas nucleares actuales superan en mucho y son más destructivas que las sufridas por Japón? ¿Tenemos que esperar a que un incidente, un mal entendido o un loco  que se considere Dios, apriete el botón de la muerte? Si esto ocurre ¿Qué será de nosotros y de la dignidad humana? Nos tenemos que adelantar a que esto ocurra y la única forma es parar esta locura  y que los medios de comunicación dejen de alimentar esta guerra con sus partes de de combate diarios o sus tertulianos alimentando como Josep Borrell la idiotez de seguir con el conflicto, o bien tratando a mercenarios como héroes, en lugar de levantar banderas blancas para la Paz

El llamamiento debe ser de esperanza y paz. No se puede en el mundo actual actuar como en la época medieval, enviando a los jóvenes a luchar y morir, en lugar de estudiar y que las sociedades avancen hacia un mundo mejor.

Debemos optar por la Paz y no por la Guerra. Hay que llegar al corazón de los que tienen la capacidad de parar, para que con nuestra voz, despierten de su delirio y actúen para que el dolor, el miedo, la venganza, la muerte y el odio desaparezca de la coraza humana.

Guerra y Paz, es el título de una gran novela histórica escrita por León Tolstoi que falleció en el año 1910, en la cual relata las vicisitudes de numerosos personajes desde la invasión napoleónica a Rusia hasta más allá de mediados del siglo XIX. Si estuviera vivo o desde el más allá, seguramente escribiría “Paz y siempre Paz”. Este debe ser el único  lema que impere en los líderes mundiales y en las voces de la sociedad mundial.