11 de octubre de 1987. ¡Atención! Noticia de última hora. A las 3:45 de la tarde fue asesinado Jaime Pardo Leal, candidato a la presidencia de Colombia por la Uniòn Patriótica en la vereda Patio Bonito del municipio de la Mesa (Cundinamarca). El vehículo del candidato a la presidencia fue sorprendido por un Renault 18, que impactó al vehículo de Pardo Leal con varios disparos.

18 de agosto de 1989. ¡Noticia de última hora! Le acaban de disparar a Luis Carlos Galán, miembro del Partido Liberal y precandidato a la presidencia de Colombia, mientras se dirigía a sus seguidores en Soacha. El disparo atravesó el chaleco antibalas. Galán ha muerto.

22 de marzo de 1990. ¡Extra! Hace unos minutos se produjo un tiroteo en el puente aéreo de Bogotà, en el que fue herido a tiros el candidato presidencial de la Unión Patriótica, Bernardo Jaramillo. Nos acaban de informar que el candidato a la presidencia Bernardo Jaramillo, acaba de morir.

26 de abril de 1990. ¡Atención Colombia! Se ha producido un tiroteo en el interior de un avión. Uno de los pasajeros del avión es Carlos Pizarro, candidato presidencial del M-19. Nos informan que Pizarro acaba de morir.

9 de Agosto de 1994. ¡Mucha atención! Acaban de asesinar al senador Manuel Cepeda, provocándole 7 disparos. Dos hombres que se movilizaban en una camioneta blanca cometieron el atentado apoyados por otros dos que se movilizaban en una motocicleta. Cepeda, de 64 años, era el único senador de la Unión Patriótica. Era viudo y tenía dos hijos, Iván y María.

Manuel salió de su casa en el sur de Bogotá a las 8:30 de la mañana, rumbo al Capitolio. Ese día salió un poco antes que Iván, su hijo, quien lo despidió con un abrazo. Para entonces se hacían más latentes las amenazas y la muerte de Manuel parecía más cercana, por lo cual Iván había tomado la medida de que, cada vez que se despidiera de él, sería como si fuera la última vez. A la altura de la avenida las Américas, el guardaespaldas de Manuel se dio cuenta que un auto venía siguiéndolos y que se trataba de un atentado contra la vida de Manuel. A pesar del intento de defender la vida del senador, no pudo. Ese fue el día en que asesinaron a Manuel.

Una hora más tarde Iván, quien se dirigía a la Universidad, logra ver desde la ventana del colectivo el auto de su padre en la avenida, por lo que se bajó para dirigirse hasta el lugar pensando que se trataba de un choque. Al llegar al lugar, Iván encuentra el cuerpo de su padre sin vida.

Manuel Cepeda fue una de las víctimas del exterminio de los militantes de la Unión Patriótica (UP), un partido político que surgió en 1985, como resultado de los acuerdos de paz firmados entre el Gobierno de Belisario Betancurt y la guerrilla de las FARC. Sin embargo la historia de estos miles de militantes que le apostaron a la paz quedó atravesada por el asesinato de 4.153 de sus miembros.

Es la 1:00 am en Grecia, país donde reside María con su esposo y sus hijas. Tiene muy claro que sus horas más productivas se las debe a la noche. Se conecta desde la cocina de su casa. El único ruido que se escucha de fondo en el Meet, es el del abanico que mueve rítmicamente para darse aire mientras se presenta y a la vez mira los apuntes de su agenda. “Antes que nada quiero contarte quién soy yo”, propone María para comenzar.

–Yo soy Marìa Cepeda Castro. Vivo en Europa desde 1984, año en el que tuve que salir a estudiar a Bulgaria, por condiciones de seguridad. Soy socióloga de la Universidad de Sofía, estoy casada con un griego y tengo dos hijas.

En un breve silencio, agarra fuerzas para continuar.

–Pero además de eso, soy la hija de Manuel Cepeda y Yira Castro. Ellos eran dos líderes del Partido Comunista colombiano. Yira, mi madre, muere a los 38 años por problemas de salud. Era concejal de Bogotá y fue una lideresa muy destacada de los años ‘60, ‘70, ‘80, mientras que mi padre, Manuel Cepeda, llegó a ser Senador de la Unión Patriótica y fue asesinado el 9 de agosto de 1994 por grupos paramilitares. Él había denunciado los vínculos entre el paramilitarismo y la cúpula militar. El exterminio de la Unión Patriótica hace parte de muchos planes de exterminio. De hecho, hubo cuatro planes vinculados al genocidio de la UP. Mi padre estuvo en la lista de lo que se llamó el plan golpe de gracia.

Toda mi vida ha sido –desde que yo me acuerdo–, una vida de persecución, porque nosotros tuvimos una infancia donde mis padres siempre fueron hostigados y buscados por ser comunistas, porque en esa época eso era un delito. Casi que querían llevar al partido a la clandestinidad, entonces sus miembros eran constantemente perseguidos. Nuestra casa era constantemente allanada por la policía tanto para buscar a mi madre, como para buscar a mi padre.

María para y revisa el celular. Lo pone en silencio y, con esa misma ligereza con que se desenvuelve para expresarse, para usar las palabras, a pesar de las pausas sabe dónde terminó y dónde retomar de nuevo. Y con una frase corta y pausada continúa.

–Entonces, pues… nuestra vida ha estado llena de muchos avatares.

Iván es hoy congresista en Colombia. Salió del país en el ‘81, año en que muere Yira. María, la menor de los dos, se fue de Colombia en el ‘84. El exilio de los dos responde a la falta de condiciones de seguridad, tanto para Manuel como para Iván y María. “Nuestra generación es la de esa historia truncada, de esa generación que no fue, que fue cegada”.

–Esto que te cuento tiene que ver con todo. Esta es la historia de Colombia y tiene que ver con el Paro Nacional, con el informe de la Comisión de la Verdad y con el resultado de las últimas elecciones. Tiene que ver con la guerra que ha vivido nuestro país y con la búsqueda constante de la paz.

La migración para María hace parte de la historia que los cuenta a ella y a su padre.

–Tu corazón está partido en dos y ese pedazo que está allá, en Colombia, sigue latiendo con mucha fuerza y sigues sintiendo en el cuerpo todo lo que pasa allá. Esa condición de migrante hace que te duela mucho más. Uno es como un caracol, lleva su casita a los hombros a donde vaya. Con el Paro nos pasó eso, yo creo que a la mayoría. Se mostró la barbarie de la policía, donde hubo tantos muertos y desaparecidos. Eso generó un proceso de solidaridad y de sensibilidad que palpamos a pesar de no estar allá.

María es hija, hermana y compañera, pero también es la semilla de una generación que no se amilanó ante la orquesta de una corrupción latente entre el Estado y el paramilitarismo, las misma que pudo preservar a muchos líderes políticos que hubieran tejido el camino en los últimos años. María, como Iván, cada uno a su manera, encontraron la forma, no solo de reivindicar a su padre y buscar la verdad, sino que también encontraron en esa misma dirección la defensa de los derechos humanos, Iván en Colombia y María en el exterior junto con la diáspora, liderando procesos como Vamos por los derechos, capítulo internacional y el Pacto Histórico Internacional.

Cuando se creó la UP María estaba estudiando en Bulgaria, pero su padre le contaba que la gente estaba entusiasmada porque era producto de un acuerdo de paz. El optimismo arengaba un cambio social. La UP contaba con un número importante de representantes a nivel regional que hacían trabajo en el territorio y las comunidades. Un día comenzaron los asesinatos, después otro, otro y otro.

–Al principio no se creía que respondía a una práctica sistemática, mientras los miembros del partido ya habían hecho denuncias.

Tanto Manuel como Aída Avella, habían llevado la lista al Ministro del Interior de esa época, denunciando que aquello hacía parte de un plan de exterminio. Un país entero fue testigo de cómo todos los días morían personas por tener una ideología política, la del socialismo.

–Mi papá vino a Grecia un mes antes de que lo mataran, porque lo habían invitado a un congreso en Suiza. Manuelita, mi hija, tenía 4 años. Se quedó con nosotras una semana, alcanzamos a llevarlo a que conociera a mis suegros, viajamos en barco, todo muy bonito y luego se fue, nos despedimos. Él me dijo que estaba muy amenazado y estaba muy triste porque ya habían matado mucha gente.

Manuel sabía que él o Aída, su compañera de militancia, serían los siguientes. Para Iván y María, Manuel ya sabía que en la lista de silencio que había diseñado el fascismo, él sería el próximo, por eso fue a despedirse de ellas a Grecia.

–Yo creo que ahí hubo un error en la estrategia, porque habría que haber sacado a esa gente del país, dice María.

Para los miembros de la UP, era un tema ético y también de derecho a vivir en Colombia y ejercer la oposición. Permanecer en Colombia significaba mantenerse en dignidad, por eso los miembros y líderes del partido no se exiliaron. Se trataba de permanecer siendo comunistas, con sus convicciones intactas y sin esconderse, por esa razón a pesar de estar amenazados, salir de Colombia no era una opción.

–Si se hubieran ido de Colombia a tiempo, hubiéramos salvado a una generación importante de líderes y no tendríamos que haber esperado tanto para la unidad y la paz.

El 16 de enero del 2000 fueron condenados a 43 años de carcel dos suboficiales del ejercito como coautores del crimen de Manuel. En la sentencia también aparece Carlos Castaño como autor intelectual del asesinato. En el 2010 la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó por primera al Estado colombiano en el caso del asesinato de un lider político, acompañado de un acto publico en el que el Estado debía pedir perdón y reconocer públicamente los hechos por el asesinato de Manuel.

Para María, el momento que se está viviendo en Colombia es parte de la lucha histórica y expone que el proceso de paz fue determinante para que se pudiera dar el Paro Nacional y el poder celebrar hoy los resultados de las elecciones y el histórico hecho de que, por primera vez, el país tenga un gobierno que no sea de derecha o de ultraderecha. “Esto no existiría sin la resistencia popular que impusieron los jóvenes en las calles”, dice.

–Con el proceso de paz, desaparece ese enemigo interno de las FARC que era usado para justificar todo tipo de violencia. Entonces, al desaparecer ese fantasma, la gente desmitifica el tema de la protesta y eso se reprodujo a nivel internacional. Es entonces cuando, como migrantes y por medio de la organización que se fue construyendo, terminamos siendo parte activa de ese proceso y buscando por medio de estrategias políticas, la protección del proceso electoral. De esa misma manera logramos que el voto de los migrantes resultará representativo en estas últimas elecciones.

El resultado de las últimas elecciones, es la trocha por la que pasaron varias generaciones, una detrás de otra, buscando la manera de detonar 214 años de fascismo naturalizado en el disfraz de la democracia más antigua del continente. El 19 de junio, con la ansiedad colectivizada, Colombia da un punto de giro en su historia en la que un ex guerrillero y una lideresa ambientalista y feminista afrocolombiana, se convierten en los primeros presidente y vicepresidenta de izquierda.

Ese día la lucha de Jaime, Bernardo y Carlos encarnó en un país, recordando que el sueño siempre ha sido la paz y que “quien no lucha no va al cielo”, como suele repetir Francia Marquez en sus discursos al recordar a sus compañeras del Cauca.

De las miles de imágenes que circulaban en las redes sociales la noche del 19 de junio en el que todos recordamos nuestros muertos, María recuerda la foto entre Iván Cepeda y Aída Avella abrazándose y llorando, festejando el triunfo de las elecciones. Esa misma fotografía de Iván abrazando a Aída fue tomada en el funeral de Manuel Cepeda hace 28 años.

Cuando María habla de su padre Manuel, descansa su cuerpo, su lapicera y su sonrisa se vuelve tan profunda como los recuerdos con su padre.

–Mi padre era un hombre muy bonito. Era una persona divertida, pintaba y hacía caricaturas, era muy burletero. Él se burlaba mucho de muchas cosas y le gustaba crear cosas con sus manos.

María recuerda que para un cumpleaños Manuel la despertó con una paloma de cartón, y el árbol de navidad de la casa se adornaba no con adornos comprados, sino con adornos de plastilina hechos por Manuel, Yira, Iván y María. Además de eso Manuel era poeta y escritor y un gran analista político.

–Mi casa era un hogar comunista con todo lo que implicaba eso, con repartición de los oficios domésticos por igual, pero casi no lo veíamos. Éramos muy buenos amigos, había mucha confianza, él era mi gran amigo, imaginate lo que fue perderlo. Trabajaba mucho y todo lo que ganaba en el parlamento se lo entregaba al partido. Luchó por la gente que más tenía dificultades.

A mi papá lo tildaban por su carácter, pero era una persona muy accesible y con uno de los mejores sentidos del humor. La ironía era una de las cosas que más lo caracterizaba, al igual que Pardo Leal, quién fue un gran pedagogo. Los auditorios se le llenaban hasta afuera de gente para escucharlo, era muy buen maestro y también tenía un gran sentido del humor. Eran gente muy linda y tenían un grado de locura bastante desarrollado.

El pasado 7 de agosto, en un acto público como ninguno en la historia de Colombia, Gustavo Petro y Francia Márquez tomaron posesión e hicieron el juramento ante el pueblo. “Hasta que a Dignidad se haga costumbre”. María Jose Pizarro, la hija de Carlos Pizarro, con la cara de su padre estampada en su abrigo y sin poder controlar las lágrimas, fue quien le puso la banda presidencial a Gustavo Petro, mientras llegaban comunidades afro, palenqueras e indígenas a la plaza de Bolívar.

En esa misma semana, el 9 de agosto, se conmemoraron los 28 años del magnicidio de Manuel Cepeda, uno de los tantos y tantas que con su lucha abrieron el camino en un lugar donde luchar por ideales políticos, territoriales y ambientales casi siempre implica perder la vida y que hoy es parte de la resistencia que respira la región. Hoy Manuel, Yira, Dylan, Alison, Pizarro, Lucas y todos los que murieron luchando, nos miran desde el cielo y nos recuerdan que “quien no lucha, no va al cielo”. Este cielo terrenal se llama victoria y hoy lo estamos viviendo.