Por Horacio Mesón

Cuando se recibe la noticia de la casi repentina muerte de un ser querido que además tiene otros atributos –como por ejemplo haber sido para quién suscribe uno de los modelos de vida–, este tipo de accidentes nos desestabilizan y nos ponen en jaque.

Me surgió inmediatamente un gran enojo con la muerte y con la vida, con todo. Un gran dolor y una profunda tristeza. Pasé por distintos estados internos en pocos minutos. Al rato comenzamos a intercambiar con mi compañera sobre lo sucedido. Luego hubo llamadas entre amigas y amigos comunes, llamadas que aún continúan.

Desde las primeras horas del hecho hasta este momento pasaron casi dos días y en varias oportunidades me encontré ejercitando puntos de vista, dando vuelta los enfoques sobre la misma situación. Me vi haciendo una de las cosas que más le admiré a Luis, la utilización de las perspectivas y la amplitud en las miradas.

Gran estratega del Movimiento Humanista, orientador de miles de personas en geografías muy diversas. Formador de cuadros, pero ante todo un gran constructor, en este caso de estructuras humanas, de organizaciones, de aparatos, de instrumentos, de frentes de acción. Una construcción muy tangible proyectada por un poderoso mundo intangible.

Silo, nuestro Maestro, fue su orientador directo por décadas y le encomendó varias tareas, a las que él se encargó de darles carácter de misión. Grandes acciones mantenidas en el tiempo que, para emprenderlas, requerían una fuerte resolución, disposición y compromiso. Y esto último no sólo con la obra común, sino también con Silo.

Muchas de estas acciones tuvieron que ver con la etapa de expansión y crecimiento de nuestro movimiento a otros puntos geográficos, a otros continentes. Pero quiero mencionar otras, en particular dos: la dirección de las obras en construcción de los Parques de Estudio y Reflexión La Reja en Moreno, provincia de Buenos Aires, y la del Parque Punta de Vacas en Mendoza, también en Argentina. Estos dos parques fueron modelo para los más de cincuenta que hay hoy en el planeta.

Con el parque histórico, Luis tomo la decisión de ir a vivir a Mendoza al paraje cordillerano. Fuertes vientos, intensos fríos, grandes nevadas y calores que resecaban la piel, fueron obstáculos y resistencia pero no impedimento para lograr el objetivo. Los equipos de trabajo rotaban sus estadías, él vivió allí largo tiempo y tenía 10 kilos menos cuando termino la tarea encomendada.

Hace no mucho, a principios de mayo del 2019, para la conmemoración de los 50 años de la fundación del Siloismo, un grupo de amigas y amigos salimos desde Mar del Plata en tres automóviles. El destino era Uspallata, la pintoresca localidad precordillerana que dista cincuenta kilómetros de Punta de vacas; allí nos hospedamos. Luis era uno de los viajeros y tuve la oportunidad de preguntarle de todo. Él estaba encantado de responder.

Recuerdo una de las salidas en esos luminosos días en que íbamos al parque y al cruzar la calle principal de Uspallata señala con su índice y dice: ahí nos encontrábamos con el Maestro a tomar café y a charlar sobre la construcción del parque, cuando los médicos le prohibieron subir a “la montaña” por su tema de salud.

Ahí mismo se configuró esta imagen que comparto ahora, la del “arquitecto” que se encuentra con el “constructor” para hacer el seguimiento de la obra al detalle.

En 2008 publicamos “Gracias Silo”. En el capítulo “Los modelos de mi vida” en la página cincuenta y nueve lo menciono como uno de estos modelos y hablo de él como un “gran hacedor”. Escribo sobre su tenacidad y sobre su “cabeza finita” o mirada aguda. Fue en ese momento una necesidad hacer público el testimonio y lo hice. Pero mucho más lindo ha sido entregarle en mano un ejemplar, que inmediatamente con mirada cómplice y ojos chispeantes pidió que le dedicara.

Quiero ponerle fin a este escrito, pero quiero que este sea un reencuentro y no una despedida. Y el reencuentro será y es. Será cuando en su momento volvamos a compartir el mismo plano. Y es, porque él está en cada andamio que diariamente utilizo de su construcción.

A veces me encuentro caminando por el mundo de las cosas y la gente, y por momentos, para poder seguir, recurro a instrumentos como la reflexión, a miradas y a puntos de vista. A enfoques y actitudes. A tonos emocionales y a cierta tonicidad psicofísica. Evocando sobre todo su templanza, su tenacidad y su inmensa disponibilidad. Esto es parte de lo que admiré y traté de imitar de Luis Milani. Son tan solo unas facetas de un pulido y tallado radiante cristal, un ser muy inspirador.

Gracias Luis, gracias Silo.