NOVELA ILUSTRADA

 

 

 

 

 

 

Tras despedirnos del caballero aguardamos en silencio. A lo lejos se acercaba un sonido, miramos en su dirección y vimos una nave esférica descendiendo con suavidad y deteniéndose muy cerca de nosotros.

En el centro de su superficie luminosa apareció un arco iris por el que penetramos a su interior.

Sentimos un gran impulso, un salto hacia el cielo.

Luego entramos en un tobogán muy largo por el que nos desplazamos sin resistencia hasta aterrizar en la ciudad-nave. Sus edificios de metal y cristal reluciente, estaban conectados entre sí a través de toboganes transparentes de diferentes formas y longitudes. Por ellos pasaban las pequeñas y ligeras naves esféricas. A la entrada de la ciudad unas letras de colores luminosos anunciaban: En todo lo existente hay un Plan.

La nave nos llevó hasta una sala amplia circular. La iluminación suave y clara fluía de las paredes. Eran de un material flexible, igual que el suelo que se adaptaba a nuestras pasos. Nos encontramos con otros magos que nos saludaron.

-Creo que habéis hecho un buen trabajo por ahí abajo, ¿Vosotros que opináis?, nos preguntó Ena, el primero de todos.

-Por nuestra parte pensamos que hicimos lo correcto, aunque tenemos la sensación de que aun nos queda trabajo por realizar, respondimos ambos.

-¡Celebremos vuestro éxito con el encadenado! ¡Tomad bebed un poco de alidum!, nos invitó Ena.

El alidum era un líquido exquisito. Al tomarlo se sentía una gran alegría.

-Sí, aun hay trabajo por hacer, dijo Ena. Pero sin prisa, esto nunca se acaba, después de finalizada una misión empieza otra. Nosotros nunca nos retiramos, sonrió y continuó:

Somos los que llevan el aire estelar,

Los que en la noche soplan moradas de cristal

en los sueños de aquel que busca la verdad.

Los que acuden galopando a la llamada sincera

del anhelo que quiere romper las cadenas.

-Hace mucho tiempo que andamos por ahí dando vueltas- prosiguió relatando Ena. Somos los servidores del Plan: “En todo lo existente vive un Plan”. ¿Somos muchos, somos pocos? No sé ponderarlo. Sé que somos más que al principio.

Hay regiones del universo a las que aun nos cuesta mucho acceder, realmente monstruosas. Otras, en las que a pesar de su primigenia monstruosidad, hemos logrado penetrar y ahora vemos como lentamente va emergiendo lo que en su día sembramos.

Ese ser dispuesto a volar, a existir por si mismo, a ser pleno, libre. ¿Recordáis vuestros comienzos? Tuvieron que pasar muchas vidas. Desde aquí, desde este mirador transparente suspendido en el cielo, vemos las vidas como si fueran días. Cada muerte es una noche tras la que se vuelve a despertar al día siguiente.

En ese proceso va quedando una sustancia en el fondo de una de memoria profunda. Esa memoria profunda será la clave.

¿Quién eres tú? ¿Quién soy yo? ¿Hay algo así como Uno mismo? Esa es la gran pregunta. Todos los aquí presentes nos la hicimos en su día y desde entonces, aun quizá sin saberlo, ya estamos en El Camino.

El Camino, como ya sabemos, se va descubriendo a través de la meditación interna. A veces nos encontramos con guías externos que coinciden con nuestra visión interna y en ese caso se produce una sinergia. Se acelera el proceso. Pero la clave está en la memoria profunda.

Cómo y dónde empieza a formarse esta memoria es algo que también fuimos descubriendo. No fue fácil ya que rara vez contamos con la comprensión de nuestro entorno inmediato. Se nos persiguió de diversos modos por el simple hecho de que no se nos comprendía. Pero, de todas formas seguimos con lo nuestro, era inevitable. Después de haber volado, ¿quien quiere permanecer encadenado?

¿Cómo seguir atado?

Si uno ha escuchado el canto.

Si ha visto la flor.

Si penetró en sus pétalos abiertos

¡cristales de puro amanecer!

Si ha besado la luz de la estrella.

Si ha sentido la mano de un dios.

¿Cómo seguir muriendo?

Si ha viajado hasta el sol

Todas las etapas del camino tienen su dificultad. Cuando se descubren estas cosas de la otra dimensión y demás -continuó comentando Ena mientras bebía el rico alidum-, también hay peligros acechando al viajero. Miedos…Miedo a volverse loco, por ejemplo.

Si se mira para arriba, para la expansión de la mente, puede espantar la inmensidad, el enorme vacío, la noche intergaláctica, las estrellas y el silencio.

Cuesta dejar de ser un irresponsable semi-consciente para pasar a asumir la total responsabilidad de la vida. Aceptar plenamente que existen otras realidades, otros planos que interactúan con el nuestro no resulta fácil tampoco. Se suelen llevar este tipo de ideas al terreno de lo fantástico, quedando allí relegadas a lo puramente subjetivo. En fin…Desde luego esta experiencia de lo extraordinario es una buena prueba de fuego.

La cosa empieza a ponerse interesante cuando descubrimos que no estamos solos. Luego vamos esforzándonos para abrir nuestra mente a un nuevo diálogo. Un diálogo interno que se produce en lo más profundo de nuestro corazón y nuestra conciencia. Y así según vamos trabajando vamos avanzando. Si dejamos de trabajar empezamos a tener problemas. No podemos bajar la guardia.

Por suerte para nosotros el día en el que entramos al sol todo quedó sellado.

¿Quiénes son los elegidos?

Aquellos que amaron de tal modo que jamás negaron la bondad de su Dios.

Aquellos que siempre le llamaron,

Los que nunca le abandonaron,

Los que en todas las épocas le buscaron.

Fijaos-continúo Ena – Allá en los comienzos el primer hombre miró las estrellas. Sabía que su mundo estaba lleno de peligros: animales feroces, tribus enemigas, hambrunas, dolor y muerte. Tomó su lanza para alejar esos males. Pero hubo uno que siempre se escapó. Frente al cuerpo yaciente del ser querido, al tocar sus manos sin fuerza, al mirar sus ojos sin luz… Preguntó.

Preguntó a la noche, a los astros, al inmenso silencio y esa pregunta sin respuesta quedo clavada en su corazón. Sospechaba, mirando sus manos, que en algún lugar lejano se guardaba una verdad por descubrir que lo explicaba todo. Y así empezó su aventura, tras esa sospecha.

Hubo un momento en el que las cosas se torcieron. Digamos que el guerrero entró en crisis. Hay diversas interpretaciones de por qué ocurrió eso: aburrimiento, cansancio u otras más socio-históricas. Nosotros pensamos que el guerrero desesperó. Vimos como se sentaba a llorar con su cabeza entre las manos. No tuvo que romper ningún ídolo pues nunca creyó en ellos, no le reprochó nada a nadie pues nunca esperó de nadie nada. Desesperó porque la pregunta clavada en su corazón no hallaba respuesta. Le aterraba estar solo, ser solo una nada.

Bien amigos, es ese punto en la historia lo que debemos cambiar. Esa es, por así decirlo, la enfermedad que debemos curar. Debemos descender hasta el encuentro con el guerrero. Conocer el origen de su dolor y allí operar la transformación cósmica, concluyó Ena-.

Dimos las gracias a Ena entre risas y abrazos y él nos entregó un frasco de alidum.

A la salida de la sala en un pasillo lateral esperaba la nave.

Iniciamos el descenso hasta detenernos en un claro del bosque desde el que habíamos partido. La nave regresó a las alturas velozmente como una burbuja que se funde en la noche.

Preparamos un fuego y dormimos a su resguardo bajo las estrellas. A la mañana siguiente nos encaminamos hacia la Ciudad de Piedra en la que se vio por última vez al guerrero desesperado.

  Este es el tercer capítulo de la novela corta Los doce cantos del ruiseñor

  Los capítulos anteriores:    Capítulo 1.  Los elementos mágicos        Capítulo 2.   La sombra y el unicornio