Una visión a largo plazo para imaginar formas de voluntariado y empresa que hagan florecer el potencial de cada persona y aporten valor al país de acogida. Con esta idea, en 2018 nació en Palermo “Giocherenda”, un proyecto de cooperación al desarrollo humano y económico en el que los jóvenes ayudan a los ciudadanos europeos a descubrir la solidaridad en la interdependencia y la creatividad a través de juegos cooperativos y no competitivos.

Giocherenda es una palabra de la lengua africana pulaar que significa solidaridad, conciencia de interdependencia, fuerza que proviene de compartir, alegría de hacer juntos. Giocherenda es también una tienda en el centro histórico de Palermo donde se pueden encontrar juegos creativos, cooperativos y no competitivos, construidos por jóvenes para dar un nuevo impulso a la narrativa y hacer crecer el intercambio.

Hace seis años, algunos jóvenes se reunieron en la capital siciliana. Procedían de Guinea, Gambia, Malí, Burkina Faso y Marruecos. Muchos de ellos habían abandonado sus países a causa de los conflictos y las dictaduras, enfrentando un duro viaje en busca de paz, libertad y aventura hacia un nuevo futuro. Se reunieron en la escuela para aprender italiano y al cabo de unos meses empezaron a intercambiar y reflexionar sobre ciertas actitudes y cómo mejorarlas.

«Nos parecía que palabras como comunicación e integración habían perdido completamente su significado. Si saludábamos a un transeúnte no recibíamos respuesta, la asociación inmediata con nosotros era la mendicidad. Si cedíamos un asiento en el autobús a alguien mayor que nosotros, ese asiento quedaba vacío», cuentan.

«Estábamos confundidos, habíamos recibido una educación basada en estos valores, así que nos preguntamos cómo podíamos hacer una contribución positiva a la ciudad que nos acogía, poniendo en juego nuestra creatividad e ingenio», explica Din, uno de los fundadores de Giocherenda. Un factor decisivo fue Clelia Bartoli, su profesora de italiano, ahora coordinadora de Giocherenda, que escuchó las necesidades de Din y sus amigos, ofreciendo su casa como espacio de convivencia para imaginar los juegos que se proponían.

La similitud con la palabra “jugar” les dio la idea de utilizar el juego para crear herramientas eficaces capaces de generar narrativas, recuperar recuerdos y experimentar el gusto por compartir. El objetivo de Giocherenda es, de hecho, ayudar a todos a descubrir que la solidaridad es una elección obligada porque todos dependemos de los demás.

De la casa de la profesora Clelia, Din y los demás se trasladaron al Instituto de Formación Política Pedro Arrupe, que les ofreció un espacio para montar un taller de creatividad, y luego el negocio. Hoy Giocherenda es una empresa social apoyada por In Gioco, un proyecto seleccionado por la Fondazione Con il Sud dentro de la Iniciativa de Inmigración 2017.

Los juegos desarrollados estimulan la creatividad, la recuperación de la memoria y el intercambio. «Cuando nos encontramos con una persona por primera vez, la sometemos a un interrogatorio para conocerla. Las preguntas típicas son: ¿cómo estás? ¿cuántos años tienes? Muchas personas se sienten molestas, responden de forma limitada y superficial. En cambio, nuestras tarjetas atrapa-recuerdos ofrecen la posibilidad de compartir momentos insólitos e inesperados«.

«Los que hablan eligen contar algo de su vida, sin sentirse limitados por un tema específico. Durante la pandemia organizamos reuniones en línea con las clases de los institutos. Los niños lloraron de emoción, a través de estas tarjetas contaron una parte de sí mismos que les hubiera gustado compartir en el pasado, pero hasta entonces nunca habían tenido la oportunidad de hacerlo. Fue una forma de conocernos mejor», continúa Din.

Las cartas y otros juegos construidos por Giocherenda también mantienen un vínculo con los países de origen de los niños, desde las imágenes hasta los símbolos utilizados. A lo largo de los años, se han modificado algunos procedimientos. Antes, por ejemplo, hacían cada tarjeta a mano con la técnica de collage, utilizando periódicos y trozos de tela. Hoy en día, se imprimen y se pueden comprar en toda Europa gracias a su sitio de comercio electrónico.

En la tienda también se llevan a cabo talleres gratuitos de sastrería, creatividad y narrqciones, educación intercultural, empatía y experiencias de ciudadanía activa e inclusiva. Los talleres están dirigidos a niños, adolescentes y adultos, tanto en contextos lúdicos como educativos. «Comenzamos juntos con un hilo de color que, pasando de mano en mano, unirá a todos los participantes, haciendo perceptible ese tejido invisible que une a cada ser humano y hace que el destino de cada uno se entrelace con el de los demás».

«Nos basamos en gran medida en el entrenamiento del Proyecto de Imaginación Heroica (HIP) ideado por el psicólogo social Philip Zimbardo, que fortalece la resistencia a las presiones del entorno, mejora la dinámica y las relaciones dentro de cada grupo de trabajo, y reconoce los talentos y el potencial ocultos en cada uno de los participantes. De hecho, Zimbardo habla del «héroe» refiriéndose a la persona ordinaria que consigue desobedecer las presiones conformistas o las autoridades injustas que pretenden desanimarla, comprometerla y robarle su humanidad».

La información dominante suele presentar a los inmigrantes como personas que aportan negatividad a su país de acogida. El ejemplo de Giocherenda confirma exactamente lo contrario. Din lo experimentó de primera mano. Poco después de llegar a Palermo, quiso hacer un documental junto con un amigo titulado «Estoy aquí» para contar su viaje, sus motivaciones, lo que vio y experimentó.

Pudo comprobar cómo muchas personas, sin quererlo, desconocen la realidad y se detienen en la información menos veraz, a menudo incluso impuesta. Desde su punto de vista, es necesario abrirse, compartir, confrontar y no detenerse en los rumores. La falta de comunicación e integración inicial no detuvo a estos jóvenes; al contrario, fueron en busca de una solución que les permitió a ellos y a otros un notable salto evolutivo. Palermo les acogió muy bien, tanto que cuando les preguntaron «¿de dónde sois?» Din responde: «¡De Palermo!».

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