El cuento que sigue fue escrito recientemente, posterior a la partida a otros tiempos y espacios de un ser querido y admirado. Sucedió luego de que me preguntara “¿cómo habrá sido su vuelo interior?” Como respuesta surgieron traducciones, “cosas” que plasmé en pocas letras de manera simple e infantil. Fue muy inspirador hacerlo porque me puso en contacto con él, con una muy fuerte presencia suya que aún llevo dentro de mí.

Por Horacio Mesón

En la habitación había miles de estrellitas luminiscentes. Ella entró despacio y se dio cuenta que era el momento final. Se sentó, respiró hondo y su casi imperceptible sonrisa fue surcada por dos lágrimas. Por mi parte, en coma, sin los sentidos internos ni externos, sabiéndolo todo. Comenzó a sonar algo como un eco; un aire tibio lo traía, y se repetía sin fin: Maestro ya estoy listo, Maestro ya estoy listo, Maestro ya estoy listo… Las estrellitas comenzaron a irse, desaparecían lentamente. Ella se puso de pie, suspiró y dijo: “gracias, te quiero.” En ese momento, partí…

Las historias del túnel y la luz al final, están bien desde la perspectiva de los que regresan. Lo más parecido es un túnel. Cambia todo si uno entiende que transita por un agujero de gusano o algo así. Cierta memoria del pasado genera resistencias en el transitar; si me dejo llevar y me enfoco en la luz, todo fluye. Como en un gran tobogán, cuando no ofrezco resistencia al deslizarme y me suelto libremente.

En el recibimiento pude percibir inmediatamente quienes estaban asistiéndome. Me involucraron en su propia atmosfera y me llevaron para arriba formando una burbuja radiante. Aquí todo es revelación, sin sobresalto y sin adrenalina, no hay cuerpo material, todo es liviano. Los reencuentros con algunas entidades se sucedieron en silencio, mente con mente.

Era como estar en mi jardín, ejemplares conocidos de arbustos y pequeños árboles, aromáticas muy variadas, enredaderas y flores; aves de todo tipo, entre ellas zigzagueantes colibríes; cómodos asientos invitando a contemplar un mundo de bienestar, mi propio cielo.

Soy nuevo y parece ser que aquí las proyecciones de comprensión inmediata son el lenguaje, por eso no es necesario hablar aunque lo simulemos. Como si tuviéramos un programa que nos permite comprender el concepto total de lo que los demás quieran transmitir, sin emitir ni una sola vocal. Es sumamente práctico cuando uno se acostumbra, según dicen los más antiguos.

Comenzaron a configurarse formas energéticas conocidas, amadas y entrañables. Se las percibía a cada una individualmente, pero estaban unidas por hilos y halos de luz, un conglomerado de universos. Entidades que conformaban una gran esfera a mi entorno. Me encontraba exactamente en el centro y fenoménicamente podía ver al mismo tiempo en todas direcciones, en simultaneidad. Lo de ver es un decir porque los sentidos no existen por aquí, por lo tanto el reconocimiento no es visual sino de otro tipo. Me encontraba rodeado de amor, de historia y de futuro, y nuevamente fui conciente del plan. Esta configuración amorosa es una gran conciencia que actúa a “tempo” sobre los tres tiempos.

Los registros akashicos no son planos y tampoco tridimensionales. Es en ellos donde conviven lo hecho y lo por hacer. La esfera es un buen recurso y nuevamente me encuentro dentro de una inmensa. Ésta tiene la particularidad de ser una biblioteca gigante. Floto holgado en el centro del espacio y me muevo a mayor velocidad que la del pensamiento, a la velocidad de la intención. Cada estante está poblado de libros, infinito. Cada uno de ellos cuenta una historia, puede ser del pasado o del futuro. Evoco el momento que me interesa y ahí me encuentro de repente tocando el lomo de un libro. Y cada uno de estos es un portal, un agujero de gusano que además se comunica con cada uno de los otros portales. Infinito…