Una de las cosas que más feliz me hace es poder mantener conversaciones con distintos tipos de personas. Independientemente de si son conversaciones inteligentes, trascendentales o meros diálogos de ascensor, a poco que uno esté dispuesto a escuchar, siempre se pueden sacar ideas sobre las que reflexionar, lo cual a mí me viene muy bien para luego escribir artículos, ensayos o incluso libros.

Hace poco tuve la oportunidad de colaborar con una persona muy especial, durante la conversación que mantuvimos mientras pudimos, corta pero intensa, descubrí que teníamos muchas cosas en común.

Todo empezó porque me facilitó mucho mi trabajo, lo cual agradecí. El hombre me dijo: “soy consultor, tanto a mis clientes como a mi equipo les digo siempre que faciliten lo más posible el trabajo a los demás. Así lo hago yo, expongo las cosas claras para que se hagan lo más fácil y eficazmente posible, así también me facilito yo mismo el trabajo, no tengo que explicar varias veces las ordenes que doy. Si hay más eficiencia en mi equipo, aprovecho mejor el tiempo y los recursos y rindo, rendimos, más. Salgo beneficiado”.

Fascinante. En un mundo en el que nos han enseñado a competir; en el que da miedo mostrar todo lo que sabes, no sea que te copien y te quiten el puesto; en el que no nos permitimos ser nosotros mismos, ¡un hombre que hace fácil la vida a los demás y todo porque quiere obtener los mejores resultados! ¡Me encanta!

Seguimos hablando sobre las diferentes situaciones que nos plantea la vida. Le comento lo que yo hago cuando vivo situaciones límite, (y digo esto pidiendo que el Universo no nos ponga en verdaderas situaciones límite), me pregunto: ¿Qué haría tal personaje ilustre, filósofo o maestro espiritual en esa determinada circunstancia? Esta idea no es mía, la leí en un magnífico libro de Nico Rost, “Goethe en Dachau”. Rost, escritor anarquista, quien estuvo en el campo de concentración de Dachau. Allí él se preguntaba, y así lo cuenta en su diario –uno de los libros más impactantes que he leído sobre la vida en los campos de exterminio–, ¿qué haría Platón en ese momento?, ¿qué pensaría?, ¿cómo actuaría? Y Nico Rost sí que vivió situaciones límite. En su libro nos dice que “quien habla de hambre, pasa hambre; quien habla de muerte, acaba muriendo”. Rost leía filosofía, a los clásicos, leía libros “malditos” y escribía como podía aún a riesgo de ser ejecutado por hacer cosas prohibidas.

Me encantó la idea de preguntarme que haría tal persona en un determinado momento. Desde entonces lo aplico y así se lo comenté a mi contertulio, ¿qué haría Einstein, Jesús, María Magdalena, Platón, Cantinflas…? dependiendo de la situación límite vivida, me pregunto cómo actuaría uno u otro. Mi contertulio me dijo que él hacía lo mismo, que es un hombre católico y  muchas veces se pregunta cómo actuaría Jesús o María ante tal situación. Había un sincronismo muy especial en cada palabra que decíamos. Ambos nos escuchábamos con sorpresa, respeto y admiración.

Cuando nos despedimos me dijo que nunca había tenido una conversación tan profunda en una situación como la que acabamos de vivir, en un corto trayecto del camino de la vida laboral.

Ese hombre que intenta hacer fácil el trabajo de los demás “para que así sea la vida más fácil”, me regaló una gran enseñanza y jamás olvidaré nuestra conversación, quizás por eso quiero contarlo aquí hoy.

¿A quién pondrías tú en la pregunta, qué haría, qué diría X ante determinada situación? Si, cada vez que la vida te planteé una “situación difícil”, respondes a esta pregunta con honestidad e intentas aplicar con coherencia lo que esa persona haría o diría en tu lugar, la respuesta y la acción se convierten en grandes ejercicios de autoconocimiento y crecimiento personal y proporcionan soluciones impresionantes a los diferentes desafíos que se nos plantean a lo largo de nuestras vidas. Lo digo por propia experiencia. Hasta se pueden dar situaciones realmente cómicas ante momentos duros, lo cual hace que los relativicemos y los veamos con otra perspectiva. En definitiva, nos haremos la vida más fácil.