La fortaleza de las exportaciones culturales y el considerable peso económico de ciertos países han resultado inevitablemente en que su interpretación del concepto de derechos humanos haya dominado durante un largo periodo de tiempo el discurso mundial.

Pero a medida que ciertas naciones desarrolladas defienden su concepción de los derechos humanos mientras atacan a países menos avanzados con esos pretextos, les ha resultado difícil mantener una buena trayectoria en dicha materia en su propio territorio.

Los tiroteos masivos, las arraigadas desigualdades raciales y las ofensivas militares que han agravado el sufrimiento en otras naciones debilitan el monopolio de interpretación estadounidense de las normas de derechos humanos. Peor aún, algunos de los argumentos morales esgrimidos parecen ignorar realidades imperantes y lecciones históricas, dando lugar a acusaciones de doble moral.

En este contexto, una alternativa para el avance de los derechos humanos se presenta como una realidad necesaria. Así, China puede ofrecer una interesante perspectiva, al haber establecido un ejemplo ilustrativo de un camino particular que puede resultar relevante para un gran número de países en vías de desarrollo.

El rápido ascenso económico de China desde finales del siglo XX ha contribuido de manera fundamental a potenciar el nivel de vida y proteger los derechos de su población, pero otras potencias emergentes también han logrado mucho.

Lo que caracteriza a esta nación de 1.400 millones de habitantes son las fortalezas administrativas y organizativas que han facilitado muchos éxitos. Como afirmó Zhang Weiwei, el director del Instituto de China de la Universidad de Fudan en Shanghai, en un discurso pronunciado en el Foro de Derechos Humanos Sur-Sur 2021, «la experiencia de China en la promoción de los derechos humanos demuestra que a menudo es más importante promover los derechos humanos a través de medios políticos».

Zhang realizó una detallada comparación entre las dos mayores economías del mundo. Señaló que Estados Unidos gastó 2,3 billones de dólares sólo en la guerra de Afganistán, hundiendo al pueblo afgano en la miseria mientras que más de medio millón de estadounidenses siguen sin hogar. China, dijo, ofrece un modelo que podría erradicar la pobreza extrema en todo el mundo con la misma cantidad de dinero.

En febrero de 2021, el presidente chino Xi Jinping declaró la victoria final en la eliminación de la pobreza extrema en todo el país. Alrededor de 99 millones de residentes pobres en las zonas rurales escaparon de la pobreza absoluta en los ocho años anteriores a esa declaración.

Según Xi, este éxito, que marca un hito en la promoción de los derechos humanos en China, se atribuye al liderazgo centralizado y unificado del Partido Comunista de China (PCCh), que proporciona una «garantía política y organizativa» para los esfuerzos de alivio de la pobreza de la nación.

‘Medios políticos’

La Constitución de China especifica que el gobierno, el órgano encargado de ejercer el poder estatal y administrar los asuntos estatales, opera bajo el liderazgo del Partido. Bajo este marco, el PCCh presenta objetivos a largo plazo, estrategias y principios rectores para el país, mientras que la Asamblea Popular Nacional, la legislatura nacional, formula las políticas correspondientes que el gobierno es responsable de materializar.

Este marco político optimiza la ejecución de políticas al garantizar que las decisiones y los arreglos realizados al más alto nivel se implementen de manera rápida y correcta en todos los niveles de gobierno.

Mientras tanto, el liderazgo centralizado y unificado del Partido le permite supervisar el panorama general y coordinar todas las ramas del gobierno y del Partido. El PCCh dirigió las labores de contribución de sus 90 millones de miembros a lo largo de la campaña de alivio de la pobreza, y los dirigentes del Partido a todos los niveles asumieron la responsabilidad principal de alcanzar los ambiciosos objetivos.

China considera que los derechos a la subsistencia y al desarrollo son derechos fundamentales. Por lo tanto, el poner comida en la mesa para sus 1.400 millones de habitantes y el permitir que la gran mayoría de ellos se mantenga por sí solos son una prioridad absoluta.

Los 750 millones de chinos que han salido de la pobreza extrema durante las últimas cuatro décadas representaron aproximadamente las tres cuartas partes del total mundial durante ese período. Beate Trankmann, representante residente en Beijing del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, considera que el enfoque ascendente y selectivo de China constituye una valiosa referencia para otras naciones. Trankmann manifestó que, manteniendo el mismo nivel de determinación empleado para erradicar la pobreza rural extrema, China puede, no solo aprovechar los notables progresos alcanzados ya a nivel nacional, sino también continuar contribuyendo al desarrollo sostenible a nivel mundial.

‘Un futuro compartido’

El énfasis de China en la subsistencia y el desarrollo, que corresponde a las necesidades inmediatas de las naciones en vías de desarrollo, también ha impulsado al país a lanzar iniciativas como la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Según un estudio del Banco Mundial, la iniciativa podría ayudar a 7,6 millones de personas a salir de la pobreza extrema y a 32 millones a salir de la pobreza moderada.

Estos esfuerzos se enmarcan en el concepto del presidente Xi Jinping de «una comunidad con un futuro compartido», que prevé un mundo que disfrute de una prosperidad común en consonancia con la aspiración de progreso de la humanidad, y que contribuye al avance global de los derechos humanos. Este concepto ha sido incluido por la Organización de Naciones Unidas en alguno de sus publicaciones y documentos.

Wang Yiwei, director del Instituto de Asuntos Internacionales de la Universidad Renmin de China, consideraba en un artículo publicado en CGTN que la construcción de una comunidad con estas características no es un eslogan vacío, sino que es algo factible mediante herramientas como la Iniciativa de la Franja y la Ruta, la formulación de una nueva manera de entender las relaciones internacionales y la creación de una red de conexión de socios globales. Para Wang, la interconexión de los seres humanos acentúa el control activo del destino humano, en lugar de una aceptación pasiva del mismo.

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