Ciudad de México, 2 de mayo de 2022

Rhita Harim, miembro del Colectivo Internacional de Jóvenes Francófonos en el FSM 2022

“Seguramente se preguntarán qué es el FSM.  Para ser sincera, sólo lo he descubierto en los últimos meses. Me bastó una sola reunión, bajo el tema «renovar la solidaridad internacional y las formas de internacionalismo frente a las múltiples crisis», el lunes 2 de mayo de 2022 a las 11:00 horas, para comprender no sólo la esencia de este movimiento, su origen, sus defectos, sino sobre todo su importancia.

Este taller comenzó con la contundente afirmación: «las injusticias sociales no son cuestiones de país, son cuestiones internacionales». Esta frase puede parecer trivial para algunos, pero la discusión que siguió durante tres horas fue fundamental. Porque nos permitió alcanzar gradualmente la meta de que «otro mundo es posible». Tras la intervención de brillantes panelistas activistas, destaca una receta ideal para una mejor internacionalización de las crisis sociales de todo tipo, que me gustaría resumir para ustedes.

En primer lugar, la internacionalización de las crisis se basa en la solidaridad internacional de todos los actores de la sociedad civil, en una relación horizontal. ¿Por qué horizontal? Porque lo contrario permite una relación malsana y neocolonial en la que, una vez más, los pueblos oprimidos son censurados por el discurso de los opresores. También debe respetar los principios de no injerencia y no intervencionismo, que son los dos principios rectores de la comunidad internacional.

En segundo lugar, un elemento esencial para lograr una mayor solidaridad internacional es no hablar por los demás, sino escuchar y actuar como aliados. La solidaridad internacional no es una utopía, es necesaria y vital. Para que sea eficaz, no debemos sustituir la voz de los que han sido censurados durante mucho tiempo. Sin embargo, hay que tener cuidado en ser «solidarios» y «aliados» para no caer en el «apoyo» o «asistencialismo blanco», como diría Mamadou, un panelista de Burkina Faso. De hecho, continuó diciendo que las «palabras» de los blancos no pueden sustituir a las «palabras» y «males» de los pueblos oprimidos. Por lo tanto, se trata realmente de permitir a las naciones automatizar sus relaciones y acciones, y permitirles ser creadores de sus propias soluciones.

En tercer lugar, puesto que una causa no es sólo nacional, todas las causas deben incitar a la comunidad internacional en su conjunto a actuar, y hacerlo con la misma perspectiva. El mejor ejemplo de este doble discurso es probablemente la reciente guerra entre Ucrania y Rusia. Mientras la Unión Europea y los actores occidentales se movilizan en menos de unos días, otros países que llevan muchos años en conflicto se olvidan. Tomemos el caso de la revolución siria o la liberación palestina. ¿Es necesario que la comunidad internacional se movilice rápidamente para proteger el derecho de autodeterminación de estos pueblos? ¡Claro que sí!  La comunidad internacional no debe denunciarla sólo cuando se trata de un conflicto entre blancos, y sólo cuando está en juego el futuro de la Unión Europea.

Todas estas hermosas reflexiones provocaron una serie de cambios en mi cabeza, y al salir de este encuentro tan fructífero en términos de conocimientos e intercambios interpersonales, me veo obligada a plantearme varias preguntas. La primera está íntimamente ligada al motivo de mi participación en el FSM, a saber, el papel del derecho en la internacionalización de las luchas. Evidentemente, si los organismos internacionales fueran suficientes para tratar todos estos temas en los que estás pensando, no habríamos podido reunirnos en el FSM desde 2001. Mi segundo pensamiento fue sobre el futuro del FSM y el propósito de los intercambios que se crean. Si la política internacional, incluso diría que el derecho internacional, no es capaz de responder a las necesidades clamorosas de las sociedades civiles de todo el mundo, ¿debería el propio FSM desempeñar este papel político y permitirnos tener una voz influyente?

Los dejo con esta reflexión.”