El prisionero político egipcio Alaa Abd el-Fattah, de 40 años de edad, ha iniciado una huelga de hambre, decidido a llevarla adelante hasta las últimas consecuencias. Durante el levantamiento conocido como la “Primavera Árabe”, Alaa fue uno de los líderes de las manifestaciones que se llevaron a cabo en la plaza Tahrir de la ciudad de El Cairo en 2011 y que provocaron la caída de Hosni Mubarak, el dictador respaldado por Estados Unidos que gobernó el país durante treinta años. Desde entonces, sucesivos Gobiernos de Egipto han tenido a Alaa en el punto de mira a raíz de su activismo, lo que le ha valido pasar ocho de los últimos nueve años en prisión. El dudoso delito de “transmitir noticias falsas” le valió una sentencia adicional de cinco años más de cárcel el pasado diciembre. En un libro de reciente publicación titulado “You have not yet been defeated” (Aún no has sido derrotado), que recopila varios ensayos de Alaa, los editores afirman que el activista “está preso por sus ideas y por sus palabras”. El equipo editor optó por permanecer en el anonimato para evitar la misma persecución que ha sufrido Alaa a manos del actual presidente egipcio, Abdel Fattah el-Sisi. La hermana menor de Alaa, Sanaa Seif —una joven cineasta y activista egipcia de 28 años quien también ha pasado más de tres años en prisión—, está realizando actualmente una gira por Estados Unidos para difundir el libro de su hermano y abogar por su libertad.

El Gobierno egipcio hace todo lo posible para silenciar a Alaa Abd el-Fattah, por lo que nuestra cobertura se apoya en las entrevistas que el activista concedió durante los momentos fugaces en los que estuvo en libertad en la última década. Alaa conversó por primera vez con Democracy Now! en febrero de 2011, cuando la Primavera Árabe se extendía por Egipto:

Amy Goodman: “Nos complace tener con nosotros a Alaa, un destacado bloguero y activista egipcio por la democracia. Alaa, cuéntenos qué está sucediendo frente al palacio presidencial [de Egipto], uno de los nuevos sitios que está siendo ocupado por los manifestantes, además del edificio de la televisión estatal egipcia y el Parlamento del país”.

Alaa Abd el-Fattah: “Frente al edificio de la televisión estatal hay una gran multitud. No podemos hacer un bloqueo del edificio porque está fuertemente custodiado por el Ejército. Lo que estamos tratando de hacer es ejercer presión sobre los empleados que están trabajando allí para que se unan a nosotros, se rebelen y se nieguen a difundir la propaganda estatal”.

La activa participación de Alaa en la revolución egipcia de 2011 lo llevó a la cárcel, esa vez por dos meses. Dos días después de su liberación, Aláa habló nuevamente con Democracy Now!:

“Me tuvieron en completa oscuridad durante cinco días. El lugar estaba muy sucio y abarrotado de gente. Éramos nueve personas en una celda de dos por tres metros, y solo podíamos usar agua o acceder a los baños durante diez minutos al día. Debido a la solidaridad y la atención de los medios, ellos sabían que no podían torturarme, así que intentaron usar todo tipo de medidas para mantenerme en un estado constante de incomodidad o ejercer presión psicológica”.

El periodista Sharif adbel Kouddous, corresponsal de Democracy Now!, también está haciendo la gira por Estados Unidos para presentar el libro. Sharif trabaja para el periódico digital Mada Masr, uno de los pocos medios de comunicación independientes de Egipto. Durante una entrevista con Democracy Now!, Sharif describió la creciente dependencia de los encarcelamientos que tiene el régimen de al-Sisi.

“Hay un aumento drástico de la población carcelaria porque el régimen egipcio, no aborda realmente los profundos problemas sociales, económicos y políticos que afectan al país; en lugar de eso, recurre al encarcelamiento o a otras formas de opresión”.

Un ejemplo es el caso de la “influencer” de la plataforma TikTok Haneen Hossam, que fue encarcelada por supuestos cargos de “trata de personas”. Hossam explicaba a las mujeres cómo podían ganar dinero compartiendo videos en una plataforma denominada Likee. Tras recibir inicialmente una condena de diez años de prisión, la pena de Hossam se redujo esta semana a tres años de cárcel, además de una multa de más de 10.000 dólares, un monto aproximadamente tres veces mayor que el salario anual promedio de Egipto.

Alaa proviene de una familia de activistas, tanto por el lado de su difunto padre, Ahmed Seif El-Islam, abogado de derechos humanos, como por el lado de su madre, la matemática Laila Soueif. Después de que Laila y sus hijas protestaran frente a la prisión donde estaba recluido Alaa, su hija menor, Sanaa, fue golpeada y arrestada, y luego encarcelada durante un año y medio. Sanaa dijo a Democracy Now!:

“Lo que me mueve a mí, lo que nos mantiene en marcha es el deseo de sobrevivir como familia y de estar unidos en paz. […] No tenemos otra opción más que resistirnos a ellos”.

En una entrevista grabada en 2014, Alaa le dijo a Sharif Abdel Kouddous:

“Cuando hablamos de la revolución, estamos hablando de un sueño, de un deseo; de algo que estamos tratando de cumplir, algo que estamos tratando de crear. […] Si estás tratando de lograr una vida digna, segura y próspera para ti y tus seres queridos, entonces solo te queda la opción de luchar”.

La gira que Sanaa Seif y Sharif adbel Kouddous están haciendo por Estados Unidos tiene como objetivo crear conciencia sobre la grave situación en la que se encuentra Alaa Abd el-Fattah, quien actualmente atraviesa su cuarta semana en huelga de hambre. Mientras tanto, la familia de Alaa consiguió tramitarle la ciudadanía británica, ya que su madre, aunque es de origen egipcio, nació en Londres. Una intervención inmediata tanto del Gobierno de Biden como del Gobierno británico sería la mayor esperanza para salvar a este valiente prisionero político.

Alaa Abd el-Fattah, aún no has sido derrotado.


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