Con este iniciamos una corta serie de escritos referidos a algunas mujeres de la historia que han dejado una huella profunda en el universo de la medicina natural. Realizando trabajos de campo con ellas mismas, investigando, experimentando y tomando nota. Sus aportes son palpables y visibles, fueron documentados y la mayoría son de utilización práctica en la actualidad.
La fitoterapia y los aceites esenciales han sido sus preferidos. Estas visionarias, de espíritus templados con amor y valentía, algunas frágiles de cuerpo coexistían con un mundo y un momento social que día a día se tornaba más oscuro. Luego sobrevinieron cuatro siglos de hogueras e inquisición. De cualquier manera pusieron en marcha acciones que luego de centurias siguen beneficiándonos y bañándonos con bienestar.

Por Horacio Mesón

“Soy una hierba relajante. Habito en el roció, en el aire y en todo lo verde. Mi corazón se llena rebosante y doy ayuda a los demás. Elevo los corazones rotos y los llevo a la totalidad. Ya que soy el bálsamo para cada dolor con una mirada amorosa, observo las demandas de la vida y me siento parte de todo”. (Escrito por Hildegar en el libro Liber Vitae Meritorum).

Nació en el año 1098 a orillas del río Rhin en Bermershein, Alemania.  Siendo la décima hija de una familia noble comenzó su visionaria vida a los cinco años de edad, y a los ocho fue entregada a un monasterio benedictino local al servicio de Dios. 

Tuvo poca educación formal, su mentora Jutta le enseño a leer y escribir, comprendía sus visiones y escuchaba sus ideas, apoyándola para que las escribiera. A los quince años tomó el hábito de monja benedictina. La reputación del santuario de “Jutta” y de sus estudiantes se esparció en su comunidad. Por ese motivo fueron a unirse a ellas otras mujeres. 

Siempre atribuyo sus conocimientos y comprensiones a la inspiración divina. Cuando muere su tutora (Jutta) en 1136, fue elegida para ser la cabeza de las monjas como rectora del convento. Inmensos logros realizó para cualquier época. Sobre todo como mujer en una sociedad  medieval y patriarcal, la Alemania del siglo XII. Fue una de las primeras en dejar por escrito un sistema de sanación integral con remedios en base a plantas medicinales. 

En una época que pocas mujeres escribían cartas, Hildegard produjo extensos escritos sobre teología, historia natural, música, poesía, cosmología y medicina con plantas. Sus ojos brillaban cuando hablaba de su libro “Physica”, en donde escribió sobre la importancia del mundo natural para la salud. No solo documentaba experiencias sobre su increíble vida interior, sino que fue muy activa en el mundo fundando un convento en Rupertsberg cerca de Bingen. 

Cuando salía a su jardín pedía que la acompañen para recolectar alimentos para la cena. Traía algunas raíces comestibles, como un bulbo de hinojo que se convertía en el plato principal. Mientras la ayudaban a preparar la comida se escuchaban de fondo algunos coros medievales, cantado por otras monjas que vivían allí. El perfume de lavanda (Lavandula augustifolia) impregnaba el convento y le daba una sensación de paz y elevación espiritual.

Llevó adelante su actividad monástica solucionando los problemas de la gente, convirtiéndose en una importante predicadora y sanadora en su país. Cuando tenía cuarenta y dos años una de sus veintiséis visiones (documentadas) le signo su misión: “una luz cegadora de un brillo excepcional fluyó por todo mi cerebro. Y entonces, encendió todo mi corazón y todo mi pecho como una llama… Y de pronto entendí, el significado de la Biblia…”. También recibió una orden: “¡Oh, frágil, cenizas de cenizas, y corrupción de la corrupción, di y escribe lo que ves y oyes!”. Cuando dudaba de sí misma y se negaba a escribir enfermaba, cuando se animaba a escribir sus visiones la enfermedad se retiraba y ella se vitalizaba. 

Su amigo más cercano, maestro y asistente de confianza, el monje Volmar de Disibodenberg la ayudo con la transcripción de sus visiones, quien permaneció con ella hasta su muerte en 1173. En 1141 cuando le fue comunicado el sentido de sus visiones como líder de su propia comunidad, una nueva fuerza física y espiritual la fortaleció, contrariamente a la fragilidad y debilidad de su juventud. 

Quizá debido a su aislamiento y a la falta de educación pública Hildegar no fue adoctrinada en la supuesta inferioridad de las mujeres, esto favoreció a que su confianza se fortaleciera. Simultáneamente a que su reputación se propagaba ella encontraba que una luz divina iluminaba su mente. Escribió: “Yo veo un brillo tan grande que mi alma tiembla.” La luz producía imágenes que a veces acompañaba una voz que le hablaba en latín. Registraba fielmente todas las palabras, se veía a sí misma como una profetisa en la proclamación de las verdades que Dios deseaba que fueran iluminadas para la humanidad. 

Las noticias de su trabajo llegaron al Papa Eugenius III, que envió una delegación eclesiástica a encontrarse con ella y revisar sus escritos. El Papa estaba complacido, y en 1147 autorizó a Hildegar a publicar todo lo que había aprendido del Espíritu Santo. Había adquirido una jerarquía social estable en la que todo el mundo conocía su lugar: reyes, duques, miembros del clero, monjes, monjas y la masa de las personas comunes. 

Durante su vida, decenas de papas y antipapas fueron elegidos. El siglo XII se convirtió en una época de luchas entre los señores locales y el rey germano. La época de las cruzadas y de conflictos entre la corona y el Papa.  Hildegard simpatizaba con los reformadores de la iglesia, quería una mejora moral en los funcionarios de la misma. Logró opinar con libertad y les recordó a los clérigos corruptos, que Dios se había visto obligado a elegir un vocero inferior como ella porque ellos habían caído en tales profundidades. 

Para satisfacer las necesidades de su comunidad monástica inicio la escritura de poesía y música para sus servicios religiosos. Escribió setenta hermosas  y originales secuencias de himnos y responsorios. Después de otra larga enfermedad, situación que parecía preceder a la toma de algunas de sus decisiones trascendentales, inicio su primera gira de predicación en serio. A la edad de sesenta años, viajando a caballo o a pie predicó la palabra de Dios en los pueblos a orillas del río Main. 

Hildegard tenía un enfoque de la vida holístico y ecológico. Fue una vidente profética cuyas imágenes estaban basadas en la realidad física; técnicamente no era una mística en absoluto.  Primero escribió “Physica” en donde resumía las ciencias naturales de su época. Estaba dividido en cuatro partes sobre animales, dos partes sobre hierbas y árboles, y tres partes sobre metales y gemas. Allí enumera cerca de 300 hierbas relacionando el mejor momento para recogerlas y sus usos medicinales. En el manual “The book of Composite Medicine: Causes and Cures” analiza 200 enfermedades y sus curas e incluye las proporciones reales de los ingredientes utilizados en las formulas. Los dos libros revelan su conocimiento sobre autores clásicos como Plinio “el viejo” y Trota, “la sabia mujer de la medicina”. 

En 1163 comenzó su tercer, último y más comprometido y visionario trabajo: “El libro de los trabajos divinos”. Murió el 17 de septiembre de 1179 pacíficamente y en el corazón de su comunidad a los 81 años de edad. Atribuida su longevidad a su depurado e integral estilo de vida, y también al hinojo.

Hoy en día es tan popular en Alemania que varios grupos practican sus curas. El Dr. Wighard Strehlow y el Dr. Gottfried Hertzka pasaron los últimos cuarenta años testeando más de los 500 remedios de Hildegard, descubriendo que sus métodos de tratamientos han sido de gran éxito para miles de pacientes. Ella era más fitoterapeuta que aromaterapeuta. Su influencia en la sanación del cuerpo, la mente y el espíritu con la energía de las plantas creó un modelo perdurable que sobrevive en el presente. Casi diez siglos de acciones puestas en marcha que no se detendrán jamás, gracias a la “profetisa del Rhin”.

(*) El contenido esencial de este artículo fue extraído del libro “Aromaterapia, despertando a las fragancias curativas” de Elizabeth Anne Jones, 2012, Editorial Antroposofica, Bs. As. República Argentina. 

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