Primero fue el coltán, el mineral imprescindible para nuestros teléfonos móviles, ordenadores, armas teledirigidas… necesario para su funcionamiento y que sin embargo el 80% de ese mineral compuesto es extraído en la República Democrática del Congo (RDC), en minas a cielo abierto que son verdaderos campos de concentración, donde obligan a trabajar a los niños, a las mujeres, esclavizando a miles de personas y donde las violaciones, los asesinatos y la ausencia de los derechos humanos están presentes día a día. En la actualidad la situación no ha cambiado pese a que tanto la comunidad internacional como las grandes multinacionales saben lo que ocurre y no ponen soluciones. Mucho se ha escrito, mucho se ha denunciado, pero todo sigue igual. El sufrimiento y la sangre de unos para el beneficio ciego de otros.

Igualmente ha ocurrido con el biodiesel. Un maquillaje verde de los países que precisamente son responsables del cambio climático. Decían que era un combustible más ecológico. La Unión Europea apostó por su uso ocultando que, para la producción del biodiesel, se ponía en peligro la soberanía alimentaria de los más pobres. Miles de hectáreas de soja, de caña de azúcar, de palma de aceite se están empleando para este combustible alternativo al petróleo, se destruyen las selvas para suplirlas por plantaciones del monocultivo de palma de aceite en Asia, África y Latinoamérica. La expulsión de sus tierras de los pueblos originarios, la trasgresión de los derechos humanos, la extinción de especies y la pérdida de biodiversidad, son los gravísimos problemas que conllevan estas acciones que dicen ser “verdes”, “ecológicas”, “amables con el medio ambiente”. La ignorancia de muchos, el pasotismo de otros y el beneficio de muchos más hacen que las políticas verdes se vuelvan en contra de los que quieren pretender trabajar por un mundo mejor. El aceite de palma además ha entrado en la alimentación mundial y en la cosmética, aumentando más los crímenes de lesa humanidad contra las poblaciones más pobres. ¿Es acaso esto tomar medidas limpias contra el cambio climático? ¿Quién se lo cree?

Recientemente se está apostando por la compra de lugares sensibles de nuestro ecosistema para así luchar contra el cambio climático, olvidando que el 80% de esas zonas ya están protegidas por los pueblos indígenas si se les dejara estar y velar por sus tierras. Pero no, los expulsamos de sus tierras ancestrales declarándolas después espacios protegidos. Esto es una burla a la historia y dignidad de los pueblos nativos que tantas lecciones nos dan, nuevos crímenes que se suman a la industria verde. Nuevo velo que nos ponen ante nuestros ojos para no ver que pasa detrás del mismo. Ya la ONU declaraba que la Agenda 2030 es un fracaso al dejar a un lado a los pueblos indígenas.

Pues bien, ahora y siguiendo con estas “grandes ideas” para combatir el cambio climático, nuestros políticos apuestan por los vehículos eléctricos, ocultando cómo no, a costa de sus políticas verdes desastrosas y patéticas, lo que hay detrás y el negocio que se genera. El último salón del automóvil celebrado en 2021 apostaba claramente por los coches eléctricos, con un eslogan como: “No son el futuro, son el presente”. De 18 novedades presentadas, 16 eran totalmente eléctricos. La Unión Europea y España entre ellas, declaran que para el 2035 quieren tener todo el parque automovilístico eléctrico. Qué fácil es decir palabras falsas que saben perfectamente que no se cumplirán pero que así nos engañan y aparentan que se está cumpliendo los acuerdos para paliar las emisiones, cuando hemos visto el gran fracaso de la COP 26 que los medios de comunicación han pasado por alto por claros intereses.

Amnistía Internacional ha documentado graves violaciones de los derechos humanos vinculados a la extracción de los minerales utilizados en las baterías de ión de litio, especialmente en la RDC , en donde nuevamente, tanto niños como adultos trabajan en minas de cobalto excavadas a mano enfrentándose a graves riesgos para la salud, así como violación nuevamente de los derechos humanos. Su Secretario General Internacional Kumi Naidoo ha declarado que : “Tenemos que cambiar de rumbo ya, o los menos responsables del cambio climático –las comunidades indígenas y los niños y niñas- serán quienes paguen el precio del abandono de combustibles fósiles. Las soluciones energéticas no deben basarse en injusticias del pasado”

Cientos de empresas se han echado a la búsqueda de yacimientos de grafito, cobalto, litio, cobre, níquel y manganeso esenciales para la fabricación de baterías en todo el mundo, sin respetar los ecosistemas incluidos el marino. Es la fiebre del oro del presente y futuro. Se prevé destrucción de bosques tropicales, envenenamientos de los ríos y acuíferos, el uso masivo de agua dulce agotando esos mismos recursos indispensables para la vida. ¿Acaso no lo habían pensado nuestros “políticos verdes” que se pasean con el pin redondo en sus pechos de los colores de los diferentes objetivos de la Agenda 2030, cuando la ONU dice que ha fracasado?

Ecologistas en Acción ya ha advertido del riesgo ambiental que puede suponer en España en el nuevo reglamento de baterías, dirigido a fomentar los vehículos eléctricos, porque también en España esa fiebre minera puede estallar con consentimiento del propio gobierno y las graves consecuencias para el entorno de nuestros campos.

El Atlas de Justicia Ambiental, coordinado por el Instituto de Ciencias y Tecnologías Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona, ha publicado un informe que documenta algunos de los impactos sociales y ambientales de la denominada minería “verde”, de litio, cobre y grafito. Esta minería anuncian que ya se ha expandido rápidamente a ecosistemas frágiles como la Amazonia, las selvas tropicales, las zonas de glaciares, las salinas, cordilleras y zonas húmedas. Zonas todas ellas según el informe de “vital importancia para el suministro de agua dulce, el mantenimiento de la vida y la regulación de nuestro clima mundial”. Se documentan 25 casos que seguramente son la punta del iceberg de la explosión en la búsqueda de estos minerales. El informe termina diciendo que la extracción de estos nuevos minerales de forma masiva “reforzará las injusticias y la insostenibilidad que han agravado la crisis climática en la que nos encontramos a nivel mundial”.

Argentina, Chile y Bolivia son otros de los países que han abierto las puertas definitivamente para la explotación sin límites del litio que amenaza a las culturas indígenas de los desiertos de sal andino. La extracción de este metal alcalino para las baterías de los coches eléctricos requiere enormes cantidades de agua. Las comunidades ancestrales de los Aymara. Quechuas, Kolla y Lickan Antay, ya están padeciendo esta presión en sus propias tierras. Las comunidades indígenas de Atacama denuncian la sequía a la que están sometidos debido a que se han reducido los ríos, los humedales y los prados debido principalmente a la extracción de litio. Chile dispone de unas reservas únicas de litio y se la ha denominado ya La Arabia saudí del litio. Se extrae a bajo coste bombeando la salmuera que es rica en litio y que se encuentra bajo la cuenca salina de Atacama. En este proceso hasta un 95% de la salmuera extraída se evapora en el aire, lo que agrava la escasez de agua.

¿Necesitan saber algo más nuestros políticos para comprender que los coches eléctricos se van a financiar de la sangre, la esclavitud y la violación de los derechos humanos? ¿Dónde están los asesores ambientales? ¿En el futuro penalizarán a quien tenga coches eléctricos como ahora se hace a los que tienen diésel que en su día los propios gobiernos fomentaron por ser ecológicos? Es un verdadero ultraje a la razón, a la humanidad y al corazón de las personas.

Alternativas existen, pero no se quiere estudiar y poner en práctica porque romperíaN todos los esquemas marcados por las multinacionales y los gobiernos, ya que no hay que olvidar que, por cada litro de gasolina del tipo que sea que adquirimos para nuestros vehículos, existe un apetitoso impuesto que se lleva el Gobierno. El motor de agua es una de ellas en las que no se ha querido profundizar e investigar y este sí que sería ecológico al cien por cien. O el motor magnético y también la alternativa del motor solar. Tres soluciones limpias y no contaminantes, pero claro está, mucho más baratas para el ciudadano y con pocos beneficios para las multinacionales y gobiernos. Sin embargo, se ha optado por un motor que necesita unas baterías que deben ser sustraídas de los recursos naturales y por consiguiente contra el pensamiento verde. Deberíamos presionar para que de verdad las “políticas verdes” sean ciertas y eficaces, no una tapadera a la irresponsabilidad de los que dirigen nuestros caminos hacia un abismo infernal.

Utilizar las grandes baterías eléctricas para los vehículos, no es un avance a la reducción del CO2, porque lo que se gana por un lado, se pierde por otro y de una forma más violenta, ya que la extracción de los minerales como hemos visto supone: esclavitud, violaciones de los derechos humanos, deforestación, contaminación de las aguas, destrucción del hábitat de sensibles del planeta, expulsión de sus tierras a los pueblos originarios, pérdida de biodiversidad, extinción de especies… ¿Acaso esto puede llamarse ecológico o verde? ¿Por qué se han puesto de acuerdo las multinacionales y gobiernos para los vehículos eléctricos obviando los desastres ecológicos que hay en ellos? ¿Qué alternativa nos deja al ciudadano para no colaborar con este desastre medioambiental? ¿Por qué han rechazado otro tipo de motores que funcionan por agua incluso agua de mar, por el son o por campos magnéticos?

Mientras que estas preguntas no se contesten y se opte de verdad por un cambio de nuevas tecnologías que no influyan en la destrucción de nuestros ecosistemas o en las violaciones de los derechos humanos, los pasos que se den sólo serán diapositivas que desfiguran la realidad y tapen a nuestros ojos la sangre que despide el vapor enloquecido de las baterías para vehículos, nuevos frutos arrancados de una tierra ya de por sí malherida.

Ver también por el mismo autor: Vehículos eléctricos: huellas de sangre.