Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

En abril del año 2014 se publicó la edición chilena de mi libro “La balanza de poder. Las razones del equilibrio del sistema internacional” por la Editorial Ceibo. En agosto del mismo año salió a la luz la excelente edición argentina por la Editorial Biblos. Aunque la obra despertó cierto interés, sobre todo en espacios académicos, lo cierto es que la respuesta más generalizada fue el escepticismo sobre la propuesta ante la extendida opinión de que el mundo avanza hacia un sistema internacional multipolar.

Sin embargo, la publicación ese mismo año del libro “Orden Mundial” de Henry Kissinger, con primera edición en español en enero de 2016 comenzó a cambiar la perspectiva sobre el tema. Por supuesto, el ex secretario de Estado y yo diferimos en el contexto sobre el cual abordamos el asunto. En un artículo escrito para la revista Foreign Affairs en mayo de 2015, el también Consejero de Seguridad Nacional de los gobiernos republicanos de Richard Nixon y Gerald Ford afirma que para abordar los retos del siglo XXI, Estados Unidos necesita, en primer lugar, una estrategia puntual y luego, un cambio de táctica para llegar a los resultados previstos.

Esto es lo que llevaba a Kissinger a proponer una revaloración de la política exterior de Estados Unidos para lo cual proponía revisar el concepto de balanza de poder a partir del hecho de que los acuerdos no pueden ser estáticos sino que deben ser estudiados en permanente movimiento.

La diferencia entre mi punto de vista y el de Kissinger es que él visualiza la balanza de poder desde la necesidad de Estados Unidos de seguir manteniendo su liderazgo global, en esa medida, le concede, el papel de preservador del sistema. Con ello, violenta una de las normas fundamentales que propone como garantía de funcionamiento de la Balanza, el investigador estadounidense Morton A. Kaplan, uno de los mayores estudiosos sobre el tema.

Una de esas normas es que ningún actor esencial de la Balanza puede ubicarse por encima del resto so riesgo de que el equilibrio se rompa, produciéndose un quiebre del sistema. No obstante, Kissinger expone que en el contexto internacional actual, solo la Balanza de Poder tendrá capacidad de garantizar la paz en el mundo.

Desde mi óptica, el riesgo de la Balanza es que ello entraña un acuerdo entre las élites del poder mundial en detrimento de los países y pueblos del sur global. Por ello -en el caso de América Latina y el Caribe- soy de la opinión que solo la integración nos dará espacio y presencia en un mundo futuro en el que –desde mi perspectiva y contrario a la mayor parte de las opiniones- las potencias se orientarán a la búsqueda del equilibrio, no a la guerra, utilizando el conflicto como elemento ordenador de ese equilibrio a favor de intereses propios, que no son los nuestros.

Siete años después, este debate retoma actualidad a partir de ciertas opiniones emitidas por algunos líderes políticos y militares que parecieran apuntar en dirección de la construcción de la Balanza de Poder. Ya en junio de este año el coronel general Alexander Fomin, viceministro de Defensa de Rusia, durante una entrevista para RT había advertido que hoy se podía observar “la formación de un nuevo orden mundial».

Por su parte, durante una videoconferencia para el Instituto Brookings en Washington el pasado 13 de septiembre, el general John Hyten, vicepresidente del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos opinó, que el objetivo de su país debía ser evitar una guerra con Rusia o con China, ya que, en caso contrario, las consecuencias devastadoras no solo se dejarían sentir en los países implicados, sino en todo el planeta. En una inusual declaración Hyten afirmó que una guerra con cualquiera de esos dos países “sería horrible para el planeta”.

Por ello, según Hyten, Estados Unidos está llevando a cabo «conversaciones de estabilidad estratégica con Rusia» agregando que considera sumamente importante entablar este tipo de diálogo con la parte china. Afirmó que: «Por muy diferentes que seamos, sí tenemos un objetivo mutuo: el de no entrar nunca en guerra entre nosotros». Con ello, asumió una norma fundamental del sistema de Balanza de Poder esbozado por Kaplan en su trabajo “Algunos obstáculos en la investigación de los sistemas internacionales”, publicado en 1966.

Unas semanas después, el reciente 3 de noviembre, durante el Foro de Seguridad de Aspen el jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, general Mark Milley consideró que el mundo estaba entrando en una era de mayor inestabilidad estratégica en el que se visualizaban tres centros de poder: Estados Unidos, Rusia y China, lo cual da nuevas características al sistema internacional. Milley afirmó que: «Estamos entrando en un mundo tripolar [sic] en el que Estados Unidos, Rusia y China, son todas grandes potencias” y agregó. “En mi opinión, estamos entrando en un mundo que será potencialmente más volátil desde el punto de vista estratégico en comparación, por ejemplo, con los últimos 40, 50, 60 o 70 años”.

Claramente dejó afuera a Europa a la que ya no se considera un actor internacional relevante, sino un apéndice de Estados Unidos que puede ser manejado a partir de sus intereses.

Las razones de que esto sea así las aporta el propio Alto Comisionado de la Unión Europea (UE) para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad Josep Borrell quien en un artículo titulado “Una brújula estratégica para Europa” el cual fue publicado el pasado 12 de noviembre en el portal Project Syndicate señalaba que: “La UE se arriesga a lo que he llamado un ´encogimiento estratégico`. Esto se percibe desde tres puntos de vista. En primer lugar, nuestro alcance económico está cada vez más circunscrito. Hace treinta años, la UE representaba una cuarta parte de la riqueza mundial; dentro de 20 años, representará poco más del 10%. Nuestra contracción demográfica se desarrolla de forma similar: a finales de este siglo, Europa representará menos del 5% de la población mundial […] En segundo lugar, el entorno estratégico de la UE está cada vez más disputado.[…] Por último, la esfera política de la UE se está reduciendo y nuestros valores liberales son cada vez más cuestionados”.

El general Milley concluía expresando que es de vital importancia el mantenimiento de la paz “entre las grandes potencias” [lo subrayo] por lo que Washington, Moscú y Beijing y todos los demás aliados deben ser «muy cuidadosos» en términos de cómo actúan unos con otros en el futuro. Nótese que una vez más, reduce a Europa al concepto de “demás aliados”.

En la continuación de los acercamientos forjadores de la armonía y el equilibrio necesarios para la Balanza, el pasado 5 de noviembre en una rueda de prensa en Washington, el portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos, Ned Price, calificó como «constructivo y útil» el dialogo sobre estabilidad estratégica con Rusia. Dio a conocer que se estaba llevando a cabo un evento a tal efecto. Unos días antes, el martes 2, el viceministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguéi Riabkov, había anunciado que este tipo de conversaciones tendrían continuidad en el futuro inmediato.

Contribuyendo al buen ambiente creado, el martes el 9 de noviembre en Washington, el embajador chino en Estados Unidos Qin Gang dio a conocer un mensaje del presidente Xi Jinping en el que anunciaba que Beijing seguía dispuesta a cooperar con Washington para abordar importantes problemas internacionales y regionales, siempre y cuando esta cooperación se fundamente en el respeto y beneficio mutuos. Xi afirmó que ambos países se beneficiarían de la cooperación y perderían con la confrontación, Señaló que:“ La cooperación es la única opción correcta»

Como colofón a este acercamiento estratégico, el pasado martes 16 de noviembre (lunes 15 en Estados Unidos) los presidentes Xi Jinping y Joe Biden, realizaron su primer contacto cara a cara (habían sostenido dos conversaciones telefónicas con anterioridad) en el que se propusieron encontrar coincidencias para propiciar relaciones “sanas y estables” entre sus países, que hoy viven en constante confrontación. Los presidentes trataron “temas estratégicos y fundamentales” en sus vínculos bilaterales.

Xi opinó que: “Como las dos economías más importantes del mundo y miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, China y Estados Unidos necesitan fortalecer la comunicación y la cooperación […] y trabajar juntos para promover la noble causa de la paz y el desarrollo mundial”. Así mismo, consideró que era necesaria una relación abierta y permanente entre los dos países para trabajar en aspectos de interés común a fin de encontrar respuestas a desafíos globales como el cambio climático y la pandemia de Covid19.

Por su parte, Biden manifestó su voluntad de conversar con honestidad, manteniendo la disensión pero evitando el conflicto y la competencia desleal, considerando que el actuar de los dos países tiene gran impacto en el planeta.

Xi propuso restablecer el diálogo para entender con precisión las intenciones políticas del otro y evitar malentendidos. También enfatizó en la importancia de gestionar las diferencias cuando existan y buscar la cooperación donde sea deseable. En este sentido, conminó a Washington a tener prudencia en el manejo de asuntos como Taiwán, Hong Kong y Xinjiang, entre otros, por ser internos de China y concernientes a su soberanía e integridad territorial.

Biden le dijo al presidente chino que la competencia no debe conducir al conflicto “ya sea intencionado o no, sino que sea solo una competencia simple y directa» Por ello, llamó a China a «establecer algunas barreras de sentido común» y «trabajar juntos en donde los intereses se cruzan”. Al mismo tiempo, señaló que «todos los países tienen que jugar con las mismas reglas, y por eso Estados Unidos siempre va a defender sus intereses y valores y los de sus aliados y socios».

Xi retrucó diciendo que: «Cada uno debe llevar bien sus asuntos internos y al mismo tiempo asumir su parte de la responsabilidad internacional y trabajar juntos por la causa más noble de la paz y el desarrollo mundiales».

Al final, y a pesar de las diferencias sobre todo en relación a Taiwán que se manifestó como el asunto más ríspido del encuentro, prevaleció un ambiente de distensión propio de la primera norma establecida por Kaplan para la construcción de la Balanza de Poder: “Incrementar las capacidades, pero negociar antes que pelear”.