Conversamos con Arash Arjomandi y Pablo d’Ors, con motivo del diálogo que han mantenido en Madrid (Casa Asia), titulado “Abdu’l Bahá, el maestro de la espiritualidad sin fronteras

Mientras que Arjomandi nos ha introducido más en la figura de ‘Abdu’l Bahá, d’Ors nos ha llevado a los espacios del silencio, allí donde encontrarnos con nosotros mismos, con los otros y con «el misterio de la Luz y el Amor, que es lo que llamamos Dios».

 Tal encuentro está encuadrado dentro de los actos que la Comunidad Bahá’í lleva a cabo en todo el mundo durante estos días, como conmemoración del centenario del fallecimiento de quien fuera hijo del profeta de la Fe Bahá’í, Bahá’u’lláh, y que extendió y desarrolló los principios y propuestas de su padre por toda Europa y Norteamérica.

Pressenza: Para quienes no conocen su obra, ¿cuál es el aporte que ’Abdu’l Bahá hace a la Comunidad Bahá’í y al mundo?

Arash Arjomandi.- Hay una confluencia de varias razones. Desde la mirada de un ciudadano occidental, según los medios de la época -en concreto, el New York Daily- fue la primera figura oriental que visito EEUU. Estuvo en Europa y Norteamérica, difundiendo una serie de principios que, para entonces, eran muy vanguardistas. Todos ellos con una base espiritual pero encaminados a mejorar la sociedad, no solamente a la persona y su bienestar.

Habló de la igualdad de género. Estamos hablando de la primera década del siglo XX. Pero no de una forma tangencial, sino que lo ponía en el centro, y decía que la paz no es posible -recordemos que estamos en las puertas de la I Gran Guerra-, si las mujeres no entran en la escena del liderazgo y de la administración de los asuntos, algo que hoy en día la economía lo ha demostrado

Por otro lado, predijo la Gran Guerra dos o tres años antes en los medios de EEUU y la gente no se lo creía, pero también qué se podía hacer para evitarla. Entre otras cosas, está documentado que su obra y sus ideas influyeron en el presidente Woodrow Wilson, a través de su hija mayor, para la creación de la Liga de Naciones. Ahí estaba hablando de una estructura de gobernanza internacional que pudiera arbitrar en los conflictos.

Habló de la necesidad de que las religiones dialoguen entre sí. El decía: “lo más religioso es no tener religión, si es para confrontar”.

Otro principio fundamental que defendía es que la religión y los creyentes tenían que respetar mucho más a la ciencia objetiva, porque era la única forma de que el avance de la civilización tuviera las dos dimensiones: la material y la espiritual.

Eso que es de hace un siglo y algo, ahora ha tenido una huella muy grande, porque la Comunidad Bahá’í (7 millones de adeptos en todo el mundo) hoy está trabajando en el mundo por todas estas iniciativas.

Pressenza.- ’Abdu’l Bahá extendió la doctrina de su padre en Europa y Norteamérica, como apuntabas ¿Qué está haciendo hoy la Comunidad Bahá’í para trasladar estas enseñanzas?

Arash Arjomandi.- Trabaja en tres o cuatro líneas a nivel de base, en los barrios; además, tiene sus estructuras en la ONU para influir, para promover estas ideas de paz internacional. Abdul Bahá habla de una Federación Mundial de Naciones. Pero a nivel de barrio, de base, trabaja en la educación espiritual a los niños, ahora bien, de un modo muy transfronterizo, no necesariamente desde una adopción confesional. Por tanto, trabaja en una educación en valores, valores que no se enseñan en los colegios, porque en las escuelas se enseñan valores laicos, cosa que es fundamental, pero son insuficientes.

También hacemos cosas parecidas a las que hace Pablo, que lo hace de modo excelente, que es intentar promover algunas prácticas introspectivas, a través de la oración, la meditación, la contemplación, porque eso sí que ayuda al bienestar de la persona. También tenemos programas con los jóvenes, para empoderarlos hacia esos valores universales.

Pressenza.- Has hablado de llevar la espiritualidad a los jóvenes, a los niños, a la comunidad, sin que sea confesional, ¿estamos hablando de una espiritualidad universal?

Arash Arjomandi.- No me refiero a que sea aconfesional necesariamente. Me refiero que, cuando la Comunidad Bahai o bien otra comunidad lo hace, no es necesariamente para realzar el nombre bahai, el objetivo es otro. Si en ese camino, hay alguien que manifiesta interés en formar parte de la Comunidad bahai, o de otros caminos espirituales, se le facilita. Yo creo que uno de los errores de nuestro tiempo es querer crear una espiritualidad a toda costa vaciada de sustrato religioso.

 

«Para que haya espiritualidad, tiene que producir un fruto de armonía y de compasión»

 

Pressenza.- De sustrato religiosos ¿significa asociado a ciertas figuras?

Pablo d’Ors.- Yo suelo decir que la religión es la copa y la espiritualidad, el vino. Me parece una imagen muy clara. O si prefieres, la forma y el fondo. La religión son formas culturales, lingüísticas, litúrgicas, rituales… para que eso que llamamos espiritualidad, que no es otra cosa que la conexión con el yo profundo, con el misterio del Ser, como lo queramos llamar, o Dios en lenguaje religioso.

La espiritualidad va tomando cada vez más prestigio, curiosamente, gracias al desprestigio de la religión. Es decir, que muchas personas se definen hoy como espirituales, pero no religiosas. Cuando entramos en este debate, yo siempre digo: ‘dime diez nombres de personas espirituales no religiosas’, y prácticamente nadie es capaz de decirme ni un solo nombre. En nuestra cultura, ha estado muy asociado religión a espiritualidad. A lo mejor, dan nombre de pensadores, o artistas… Claro, el pensamiento y el arte pueden ser espirituales, pero no necesariamente.

Para que haya espiritualidad, además de otras cosas, tiene que producir un fruto de armonía y de compasión. Es decir, de armonía de cara a uno mismo y de compasión de cara a los demás. Si realmente, tu practica religiosa, artística, intelectual, altruista… no te produce armonía y no sirve para generar humanidad, fraternidad, yo no la llamaría espiritualidad.

 

El silencio como camino y encuentro espiritual…

 

Pressenza.- ¿Qué experiencia espiritual podría unir a toda la Humanidad, a todas las personas, y cómo acceder a ella, qué pasos dar…?

Pablo d’Ors.- Yo lo tengo claro. Creo que tenemos que pasar del diálogo interreligioso al silencio interreligioso. Nada nos puede unir tanto como estar juntos en silencio, porque creo que la palabra puede generar, en el mejor de los casos, afinidad intelectual o sentimental. Intelectual: estoy de acuerdo; sentimental: me caes bien. Esto en el mejor de los casos, aunque lo normal es que genere disensión, incluso enfrentamiento. Mientras que el silencio, bajo una serie de presupuestos -no se trata de estar callados, sin más- el silencio, el silencio ritualizado, como búsqueda interior, genera comunión espiritual.

Pressenza.- ¿A dónde lleva el silencio del que hablas?

Pablo d’Ors.- A esta comunión de la que estamos hablando, a darnos cuenta de que, si yo estoy en mi fondo, y tú estás en tu fondo, ahí es donde se puede posibilitar el verdadero encuentro.

El problema es que no estamos en el fondo. Como estamos en las formas, ahí sí hay conflictos. Pero si verdaderamente lográsemos estar cada uno en nuestro fondo, en este mundo no habría guerras. Sería la paz universal. Para mí, esa es la espiritualidad universal.

Arash Arjomandi: Esto del silencio yo lo he experimentado. Todas las personas que han hecho senderismo, lo experimentan. Cuando haces senderismo con un grupo, normalmente no conoces a la mayoría de la gente porque son grupos abiertos, ocurre un fenómeno muy curioso: a los cinco o diez minutos de estar caminando, en el bosque, en la montaña, la sensación que tienes es que conoces a esas personas desde mucho antes, desde siempre. Y muchas veces no se habla y eso creo que es, en parte, como efecto del silencio, un silencio que tiene sentido, que no es vacío y ahí se produce ese efecto, con lo cual se experimenta.

Pablo D’Ors.-   Esto es muy bonito, estoy totalmente de acuerdo. De hecho, la caminata o paseo es un ejercicio espiritual. Yo creo que ahí, más que el silencio, que también, influyen dos cosas para que se genere esa especie de fraternidad de todos los caminantes. De hecho, tú vas por un camino y dices ‘¡buenas tardes!’, y vas por la ciudad y no dices buenas tardes a quien te cruzas, y yo creo que se debe, primero, a la naturaleza. Nosotros estamos bien en la naturaleza porque somos naturaleza. Ese contexto te devuelve a que no hay diferencia entre unos y otros y te evoca. Es decir, que parte de nuestra perdición es que hemos perdido el contacto con la naturaleza. Y la segunda cosa es que, cuando haces senderismo, estás en un camino. Y el camino es posiblemente la metáfora más perfecta, más lograda de lo que es la vida humana. Entonces, cuando tú estás en una realidad tan simbólica, como es un camino, pues te unes a todo lo que hay, al sol, a las otras personas… y por eso, te sientes unido.

Yo creo que la naturaleza, el camino, el caminar es, por ejemplo, hacer una marcha interreligiosa, esto nos une más que cualquier congreso. Bueno, ya lo sabía Gandhi, de sobra.

 

Sobre qué se espera encontrar el final del camino…

 

En ese camino del que hablas, Pablo, y en el que tú nos has metido, Arash, ¿qué buscáis?, ¿qué esperáis que haya al final de ese camino de vida, espiritual?

Pablo d’Ors.- Yo, encontrarme con Dios, yo soy un hombre creyente. Es decir, con el misterio de la Luz y del Amor, que es lo que llamamos Dios.

Arash Arjomandi.- Eso mismo, dicho desde otro ángulo, es buscar la felicidad, el bienestar interior y exterior. Buscas estar bien, pero diferenciándolo del placer cortoplacista porque eso también está demostrado -desde todas las ciencias- que no perdura y exige un efecto escalada, que nunca finalizas. En cambio, cuando hablamos de felicidad, de bienestar interior, de la satisfacción vital, es algo que está en el fondo, aunque tengas crisis, adversidades o dificultades. Eso está ahí y ese es, a mi modo de ver, el objetivo primordial de toda experiencia religiosa. Y eso se consigue, encontrándote en el silencio del deseo, de las aspiraciones, como dice el budismo, pero al mismo tiempo con ese sustrato primero o último que podemos llamar divinidad.

Al final, es reunirte con tu raíz, ¿Por qué siempre nos ponemos contentos o tenemos una sensación de satisfacción cuando nos encontramos con algo que era nuestro hogar, nuestra familia, nuestra patria? Porque encontrarse con la raíz es la máxima experiencia de bienestar, y esa raíz última es nuestro Creador.

Pressenza.- Un último mensaje para cualquier ser humano que esté en búsqueda…

Pablo d’Ors.- Mira amorosamente tu sombra

Y Arash reconoce: me gusta la frase de Pablo, no la podría mejorar.