Querido Alexandre,

Siento que debo contar nuestra historia así… como en una carta sin reglas, sin nombres ni fechas precisas, sin lugares o narración de hechos concretos, será tan solo como un boceto de múltiples metáforas y alegorías de lo vivido, ¿vale?

Quiero enfatizar en lo de “nuestra historia” porque es seguro que, de ti, surgirán muchas más…

También puede que no sea una carta corta, pero qué más da. Si hay algo que nunca nos ha faltado es paciencia.

Esta historia tampoco versará sobre nuestro origen de chicos de suburbio, con pasión por el litoral y “alma de campesino”, ¡no!

Nuestra historia empieza cuando la revolución no-violenta ya estaba en marcha y cuando nosotros recién habíamos confirmado aquella intuición de que para todo lo existente vive un Plan.

Desde el principio recorrimos el mismo camino porque había un motor y un medio “en contra”, un sistema violento al que transformar…

Rebeldes, nos encantaban los desafíos de esta aventura lanzada al porvenir.

Éramos como un coche nuevo, en una carretera con muchos agujeros y parches que ponían en peligro al vehículo… pero seguíamos…

Había también la presión del tiempo, que por veces parecía equivocarse, y la del clima… Lluvia, polvo, niebla, viento, humo… pero seguíamos…

En momentos nos refugiábamos en “alguna cueva” para frotarnos bien los ojos, tomar café, hablar mucho, hacer silencio, tomar café…

Para interpretar sin juicio o ruido externo los mapas que nos dieron y traducir libremente las palabras del Sabio de los Andes que aquellos buenos navegantes de ultramar nos trajeron, para desperezarnos, aclarar la vista y tomar café…

Reinterpretar los mapas a la luz de nuestras propias experiencias y conocimientos, tirar botellas al mar, mandar códigos morse, caminar para estirar las piernas, reírnos de nosotros mismos y tomar café…

Decidirnos por ser autónomos en lo más íntimo, arraigarnos en lo más esencial, saber que nuestro camino se bifurcaría en algunos puntos y.… tomar café.

Nuestros reencuentros eran siempre motivos para una charla imprescindible que nunca duraría menos que una noche entera, esa era la norma, pero podrían ser tres noches o una semana …

Y allí estábamos otra vez tomando café… Y devolviéndonos siempre aquella mirada cómplice, honesta, de total confianza en el destino mayor del otro.

A veces uno estaba más “para dentro” y el otro más “para fuera”, uno con más interés en “lo social” y el otro poniendo atención a “lo personal”, uno en “la acción” y el otro en “el recogimiento del estudio”, uno metido con “justicia social” y el otro en los “espacios profundos y sagrados” … pero como siempre poníamos comillas “en todo”, a veces no sabíamos, o no nos interesaba saber, quién estaba más o menos en qué.

De lo que no nos quedaba duda alguna era sobre el destino mayor del otro y de la gente… Es una suerte de fe inquebrantable sobre el proceso humano y que uno debe hacer siempre aquello que mejor aclare el sentido de su vida.

Ciertamente, por esto, en nuestros cafés, jamás surgía la necesidad de hacernos proselitismos vacuos de nuestros proyectos y quehaceres, de hacernos publicidad de ningún tipo…

Además, o, sobre todo, estaba este acuerdo, a veces tácito y a veces manifiesto, de que no podríamos detener el coche… de que el motor seguía y seguiríamos con esta esperanza, aunque las carreteras y los paisajes fueran otros y distintos.

Reforzar esta mirada sobre el otro y mantener este acuerdo eran los motivos de nuestros cafés y la base de nuestra profunda amistad.

En el mapa del camino que leíamos y reinterpretábamos, una y otra vez, encontramos indicaciones muy claras acerca de que las funciones y los niveles no pasaban de juegos de niños al que jugábamos mientras crecíamos.

A veces los mapas eran cartas que íbamos nombrando y clasificando caóticamente mientras pulsaban vocaciones e intereses distintos… Estaba la carta de lo Político, lo Social y lo Económico, la carta de la Educación y la Cultura, de la Salud y la Ciencia, de los Misterios y Cosmovisiones, de la Conciencia y los Impulsos, de la Espiritualidad y el Paisaje de Formación y Religioso, de la Comunicación y la Tecnología, de lo Mundano y lo Sagrado, del Choque Generacional, De lo Viejo y no Nuevo, del Sí y del No…

Hay que decir que los escritos del Maestro Grande llegaban muy de a poquito a poco o llegaban encriptados y nosotros teníamos prisa.

Así que, entre luces y sombras, tomábamos nuestro café en las cuevas o en los espacios abiertos tal y como hacían aquellos viejos del mediterráneo que se inventaban razones y mundos con duración milenaria bajo la sombra de un olivo o de una parra, o aún, porque no, como aquellos viejos silenciados de otros lados pero que también hicieron lo mismo bajo un árbol tropical o frente a los mares del sur…

Lo primario era nuestro acuerdo y lo común era que nos seguíamos con esta mirada cómplice, posibilitaria y afectuosa sobre el destino mayor del otro y de la gente.

No éramos ni podríamos ser jamás especialistas de algo. Todos los mapas, cartas y conocimientos eran útiles si pudiéramos acercarnos para tocar de verdad a otros y si los otros pudieran acercarse a este ámbito mayor y tan diverso que ayudamos a construir.

Tal vez en nuestra rebeldía juvenil lo que queríamos de fondo, y paradojalmente, era este rol sencillo, preciso y humilde del campesino, el labrador y el abuelo de pueblo con familia numerosa.

Era de esta imagen que me encanta, que te quería hablar, la de ser como un abuelo de pueblo con familia numerosa… Pero he sido sorprendido con la noticia de tu salto a otros tiempos y espacios…

¡Qué granuja! Has dado un giro de ciencia-ficción cuando te iba hablar de hombres y mujeres de pueblo… Aun así, te hablaré de ello y dejaré reservado los cantos futuros para otro café…

Estoy seguro de que, con este pensamiento relacional que te caracteriza, y que es la virtud que te hace tan cohesor, comprenderás también esta alegoría.  Entonces sigo…

Como te decía me encanta, y creo que a ti también te encantaría, la idea de vivir tanto y como un abuelo de pueblo, como estos abuelos o abuelas que tienen 16 hijos y 82 nietos/bisnietos, además de las nueras, los yernos, los primos, los vecinos y los amigos que puedan servir de enlace para mantener la copresencia de toda la familia ¡Pues esto!

De ser cómo esa gente que tiene una noción de estructura que va más allá de los certificados de nacimiento ¡Esto!

¡Son gentes fantásticas estos abuelos y abuelas de pueblo con familias numerosas!

Mejor todavía si conviven entre ellos porque lo nuestro, tú sabes, no es cosa de minorías.

Qué se vaya recreando así esta verdadera red social… Porque en esta Red el abuelo tiene noticia fiable y sabe sin dudar que aquel pariente que solo da la cara en Facebook/Meta ya no está, partió o se ha dormido. Sabe que se quedó como la foto de una pared virtual…  y habrá que ir a buscarlo, que tocar su hombro y mirarle fija y dulcemente para que se despierte.

El abuelo, directa o indirectamente, puede y sabe cómo hacerlo.

En fin, los abuelos de pueblo pueden intervenir y saben lo que sucede en su ausencia. La clave del abuelo son estos enlaces que él cuida y guarda tan bien… Alguien que él conoce, acompañó este pariente antes, más y mejor que cualquier tontería que este pariente haya publicado en sus “redes sociales”.

Son unos maestros tejedores estos abuelos y abuelas de pueblo…

No se hacen problemas con las nuevas tecnologías porque tienen una convicción muy firme de que su Red es de relaciones muy estructuradas, ¡es muy potente, muy segura y sentida!

Y ahora, mientras te escribo estas líneas, hay una taza de café a mi lado y a mi lado te siento amigo Alexandre, como uno de estos abuelos de pueblo que ha armado una Red de hilos fuertes, un joven abuelo que a sus 52 años ha resuelto migrar a una ciudad escondida, quizás habitada por estas tribus lejanas que tanto te gustan y que son, seguramente, las que guardan lo hecho y lo por hacer.

Mientras tanto, yo de este lado, tomo este café con un profundo registro de gratitud y me pongo a recordar un poco de nuestras “intranscendentes charlas”.

Recuerdo que has arado la tierra, que has producido alimentos para tu gente, que has despertado a los trabajadores de nuestros campos…  y que algunas veces tus manos encallecidas, necesitaban descanso y era necesario evitar que los cansancios y las durezas avanzaran por todo “el cuerpo” o sobre nuestras gentes… era, quizás, el momento de tomar distancia, de ver el campo desde arriba, de decolar y aterrizar en otros suelos para lograr la perspectiva del aviador…

Y volver, una y otra vez, a nuestro pueblo como el humilde peregrino que da de sus manos lo que tiene.

Algunas veces, es cierto, bajabas ligeramente tu cabeza de “magnífico fracasado” porque sabías que las chispas que saltaban en tus ojos inquietos, esta sonrisa tuya de niño travieso, este desprendimiento escandaloso y este entusiasmo divino podrían incomodar al personal que es muy de estos tiempos.

Por ello nuestros cafés, en las cuevas o a la sombra de cualquier árbol, eran tan redentores, tan reconfortantes y de allí salíamos de nuevo al campo con nuestras mentes y manos reforzadas en “complot”.

También es cierto, amigo mío, que antes de tu partida, los acontecimientos, el reloj y la distancia ya nos habían impulsado a buscar otros amigos de complot, otros trabajadores al que despertar y con quien seguir despertándonos, porque era necesario mantener la llama allí donde quiera que nos encontráramos… Y también porque, recuerdo, que “el plan era quedarnos bien”, como diría un poeta roquero de los que nos gustaban, en esta frase que nosotros traducíamos como “el plan era seguir adelante” … este acuerdo de no parar hasta humanizar la tierra … y humanizar la tierra es…

¿A cuánta gente, de cuántos modos y en cuántos lugares lo hemos dicho? Ya muchos lo saben, pero hay más ¿verdad que sí?

Bueno, querido amigo, brindo por tu vida con este café… y ya sabes que los tuyos son parte de nuestras redes.

Ahora que tienes la visión de los astronautas hazte un buen complot con los amigos de ahí y ve dándonos señales.

Con amor,

Roger.