PROSA POÉTICA

 

Vivir la vida a veces se me complica. El camino se me desdibuja. Me remece. Me bota. Todo esto, cuando desconectada conecto con su lado oscuro, con su chatura y su repetición incesante.

A veces el sin sentido se me hace evidente, sin embargo y a pesar de ello, intuyo que desde aquel estado es posible arribar al sentido. En este intento reflexivo, mi mirada va hacia aquello que ilumina, que eleva. Intento dirigir la mirada hacia aquello que hemos construido. Mi mirada se eleva sobre la chatura y a veces logra vislumbrar aquella llama que ilumina amorosamente al ser humano en su acción.

Sin embargo, esta forma de poner la mirada, en mí tiene poca huella. Inevitable fue entonces que en ese contexto aparecieran los temores, las dudas, la contradicción y la falta de fe.

Era de mañana. Entré a la ducha.

Mientras lo hacía, recordé las palabras de un hombre que explicaba como psicológicamente funcionaban ciertas cosas.

Decía por ejemplo, sí entendí bien, que cuando se experimentaba una compresión verdadera y profunda, esta requería de una acción física y/o mental, y si esa acción se realiza en el “instante presente”, esa acción resulta totalizadora, global e integradora. Por el contrario, si no realizamos esa acción, se produce, psicológicamente, un espacio, un vacío entre el pensar comprensivo y el hacer. Y seria justamente allí, en ese espacio entre el pensar verdadero y el hacer, donde comienza a manifestarse la duda, el miedo, la falta de fe, el temor. Aparecen allí los pensamientos y tu identificación, es el yo psicológico quien toma posición haciéndonos creer real aquello que es ilusorio.

El sin sentido de los hechos cotidianos se me hacía brutalmente evidente. Sin embargo, junto a esa comprensión, comenzó a aparecer otra que equilibraba aquello que podría ser un horror: descubrir que la vida no tenía sentido ni dirección. Que todos se movían, nos movíamos, por nuestros propios intereses y aspiraciones. Que la compulsión era dueña y señora de nuestras acciones, llevándonos del placer al sufrimiento incesante.

La comprensión equilibrada comenzó a llegar suavemente, sin presión, casi sin búsqueda, solo llegó. Reflexiono que nada de lo que existe “afuera”, y digo, absolutamente nada tiene sentido si no es puesto, mirado y observado en relación a la muerte y a la trascendencia.

Hacer todo lo que hacemos para luego morir y allí acabar todo, no tuvo ningún sentido para mí esta mañana.

Comenzaba a intuir que la vida solo tiene sentido si ésta no termina con la muerte. Es más, solo la muerte y la trascendencia da sentido a la vida y su acción en el mundo.

Pero cómo sería eso. Quise comprender más profundamente…

La vida.

La muerte.

La trascendencia

El sentido.

El sinsentido.