En la Argentina se volvió a repetir el fenómeno de duro revés de los oficialismos en elecciones durante contexto pandémico. Comprensiblemente manejar el Estado en medio de este caos de crisis civilatorio desgasta incluso a los mejores pintados. Con esto no me refiero a Donald Trump, el primer ejemplo cabal de este desgaste. Antes de que empezara la pandemia teníamos todos la sensación de que ganaría de manera incontestable, pero lo que él llamaba “virus chino” terminó trasfigurando sus planes.

En Argentina, estas elecciones primarias no definen mucho del rumbo, ya que lo que se eligieron eran las candidaturas de cara a las elecciones legislativas del próximo 14 de noviembre. En juego habrán 127 cargos a diputado y 24 a senador.

Sin embargo, la lectura de estas Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) se debe hacer rápidamente para intentar remediar los resultados adversos o mejorar los positivos.

Se señala que uno de los posibles errores del oficialismo haya sido conformar listas únicas, que cerraron el camino a una mayor participación de los amplios sectores que conforman el Frente de Todos. Esto pareciera ser correcto por los resultados en Tucumán, pero no se cumple en el Chaco, donde las tres listas del oficialismo no alcanzaron el 36 % de los votos efectivos y perdieron con más de 8 de diferencia, o Santa Fe donde las dos listas del oficialismo perdieron por más de 10 puntos.

La gran ganadora de esta primera contienda es la alianza de quienes gobernaron entre 2015 y 2019, quienes reforzaron sus filas con algunos sectores muy críticos del peronismo/kirchnerismo y que embanderados en un discurso de combate del populismo mantienen los porcentuales de apoyo popular que tuvo Mauricio Macri al terminar su mandato.

Una lectura menos apasionada permite ver que el Frente de Todos no requiere arrasar en las legislativas para sostener una conformación del Congreso que le permita gobernabilidad, aunque sí depende de dos o tres senadores para mantener su mayoría en la Cámara Alta. Parecieran objetivos alcanzables si el gobierno se focaliza en los lugares donde debe mejorar sus porcentuales.

¿Dónde se fueron los 6 millones y medio de votos que perdió el oficialismo?

Un porcentaje minoritario prefirió acompañar a las distintas fuerzas de izquierda, otra porción de ese electorado acompañó los partidos libertarios, fortalecidos tras la disputa contra el gobierno por las medidas restrictivas por la Covid-19. Sin embargo, pareciera claro que la mayor parte de la base de sustentación de quienes acompañaron a Alberto y Cristina Fernández para conducir la Argentina, se resistió a votar. Una de las participaciones más bajas desde la recuperación de la democracia es muestra cabal de ese descontento y, en mayor medida, de la falta de entusiasmo generado por el Ejecutivo.

La noche del domingo el presidente asumió el golpe de la derrota electoral y aseguró haber entendido el mensaje. Dijo que corregiría los errores cometidos y volvería a seducir a los sectores más golpeados por la profunda crisis económica que vive el país.

La antipatía que generan las medidas sanitarias pandémicas, sumadas a las restricciones económicas impuestas por el severo endeudamiento del Estado argentino y la falta de capacidad para responder a las demandas de empleo, no van a resolverse en dos meses. Pero el Ejecutivo parece urgido de recuperar la confianza de su electorado de cara a la segunda mitad del mandato presidencial. La osadía no presente en estos dos primeros años de gobierno, deberán aparecer para dejar de favorecer a los sectores más voraces de la economía y a una oposición que no necesita presentar ninguna idea, ni propuesta, sino que le alcanza con señalar los errores del oficialismo para mantener sus guarismos.