Lo más terrible se aprende enseguida y lo bueno nos cuesta la vida

Silvio Rodríguez

 

Que tal si deliramos un ratito

Qué tal si clavamos los ojos más allá de la infamia

Para adivinar otro mundo posible.

Eduardo Galeano

 

En este mundo dominado por la infocomunicación, donde se suben diariamente a las redes, materiales de diferentes soportes, que para que una persona pueda verlos tendría que vivir 3000 años. Cuando la propaganda comercial desenfrenada, nos hace creer en el más insólito cuento de hadas y va erosionando nuestras costumbres, tradiciones e incluso nuestras culturas, imponiéndonos estereotipos y modos de vidas enajenantes, se comienza a apreciar el desinterés de los jóvenes, (nuestros hijos) hacia las causas altruistas, solidarias y sustentables. Es como si la abrumadora mayoría buscara solo belleza, riqueza y poder, sin cabida para el nosotros.

Se necesita institucionalmente producir sentido, imprimirle sentido a la vida. Escuelas al campo, donde socialicemos, aportemos y nos sintamos útiles. Talleres de superación, aulas, con temas de debates que hoy queman el pecho de los jóvenes. Casas de cultura, teatreros, pintores y trovadoras que salgan de sus confortables establecimientos a vestirse de pueblo, a mostrarnos como vibrar y estremecernos, por encima del karaoke, el tablazo o el fatídico reggaetón. Encuentros con combatientes que han escrito historia, glorias del deporte que nunca nadie pudo comprar, médicos y maestros con sus historias de internacionalismo. Trillar nuestras sierras tras las huellas de la historia y en ese andar reir, cantar, amar, reconstruir, aprender e incorporar en nuestro torrente sanguíneo el compromiso de ser como aquellos. Por difíciles que sean los tiempos, todo no puede ser costo económico, es vital sopesar el costo ideológico, porque sencillamente comprometemos el futuro.

Estamos dotados (la Revolución nos doto) para ser protagonistas, creadores, revolucionarios en todo su contexto. No permitamos que lo cursí, lo banal, el chisme, nos consuman el tiempo. No es perdonable chatear con alguien del otro lado del mundo y no saber cómo se las está arreglando el anciano que vive al lado de nuestro hogar. No podemos permitir que el intercambio de informaciones y opiniones, superen el intercambio de formación y las propuestas de movilización.

La bestia es domable, asumamos el reto. No tengo espacio para más.