PROSA POÉTICA

 

Comienzo a pensar los pensamientos. Aquello que descubrí en el pensar es muy interesante…

Aquello interesante que descubrí se irá ampliando más y más en la medida que vaya experimentando en el mundo aquello observado en mi mente.

Me voy dando cuenta que pienso. Que existen pensamientos en mi mente y que estos se suceden unos a otros. Muchos de estos pensamientos son repetitivos. Vuelve el mismo o los mis pensamientos una y otra vez, pujan, interrumpen, joden…

Al darme cuenta de aquel movimiento, me dije: ¡vaya!… ¡una y otra vez el mismo pensamiento!

Una acción mental absolutamente monótona y poco creativa. Pesada, agotadora y sufriente. Entonces me pregunte:

¿Y cómo hago para detener esta máquina de pensamientos repetitivos? ¿Cómo hago para meter una cuña y parar la rueda de pensamientos repetitivos, poco creativos y sufrientes que dan vueltas y vueltas?

Al hacerme esta pregunta que era un pensamiento de una “calidad” distinta, algo en mí se hacía liviano. El registro de aquello que se hacía liviano, tenía cierto parecido a lo que te ocurre cuando te asalta una comprensión significativa. Era algo bueno. Un registro ingrávido. De cierta ruptura, como un parar o mejor dicho como enlentecer un movimiento continuo.

Me pasó todo esto y comencé a “jugar” con mis pensamientos. Investigué.

Al pasar aquellos pensamientos lentamente, podía observarlos sin apuro. Pude detenerlos, dejarlos pasar, cambiarlos o modificarlos. Por instantes vivo la experiencia de elegir aquello que quiero pensar. Y esa vivencia viene acompañada de un soplo refrescante de libertad.

Continúo investigando y pensando mis pensamientos. Voy vaciando. Me voy inmaterializando…y comienzan a resonar en mí las palabras del Maestro Silo ”…cómo es que lo inmortal crea la ilusión de la mortalidad”.