“Buscar la verdad en los hechos, no en los dogmas, ya sean de Oriente o de Occidente”

Deng Xiaoping

Si las usinas de desinformación masiva necesitan aprovechar todo evento para seguir alimentando la sinofobia y la guerra emocional, el centenario del Partido Comunista Chino y sus 95 millones de afiliados no iban a quedar fuera de esto.

Si bien Donald Trump al frente de la Casa Blanca se cansó de atacar al país gobernado por Xi Jinping, la llegada de Joe Biden y el ejército de atlantistas no ha hecho más que recrudecer esta disputa geopolítica y geoeconómica.

Potencia económica

La geoeconómica quizás sea la más fácil de entender, viendo los números de China, que en unas pocas décadas se ha convertido en el país más potente del mundo. Articulando la planificación sistemática y a largo plazo con la conducta sostenida, no desde el pragmatismo, sino del realismo de quienes no se encomiendan a quimeras. Ni ideológicas, ni religiosas, ni costumbristas. El prodigio chino se sustenta en criterio de realidad y en no depender de decisiones individualistas, sino en el cálculo de lo mejor para la mayoría. Lo que para Occidente es una crueldad castradora para los chinos es una doctrina de Estado.

Una buena muestra de esta capacidad de adaptación es ver que las políticas chinas pueden ir mutando, cambiando según las necesidades de cada una de las regiones que componen la República, armonizándose con los diferentes aliados o socios, incluso amistándose con la enemiga Rusia y todo eso ocurriendo sin que se modifique el gobierno, la base de sustentación para que se articulen las políticas.

Aunque Estados Unidos continúa siendo el país con mayor Producto Interno Bruto, la flecha de crecimiento china de los últimos 20 años, dan cuenta de una multiplicación por 12 de sus números de producción. ¿A cuánto tiempo estamos de que China vuelva a ser el centro económico global como lo hizo hasta el Siglo XVII?

China potencia

¿Y en caso de que eso ocurra qué significará para el planeta? En principio, China corporiza el mundo multilateral y antiimperialista. Pero además lo sazona con sentido común: restringiendo el uso y abuso de armas nucleares; enarbolando las banderas del cuidado del medioambiente; contemplando el horizonte compartido de toda la humanidad y dando el ejemplo acabando con el hambre y la pobreza extrema en su nación.

En cualquier caso, China también apuesta al crecimiento demográfico. Tras anular en 2016 la ley de “un hijo”, en mayo de este año se elevó la vara, posibilitando que las parejas chinas puedan tener hasta 3 hijos. Si bien el auge de las ciudades y los cambios de vida redujeron la natalidad, esto muestra a las claras la fortaleza que exuda el país y que alimenta las tensiones geopolíticas.

Porque claro, el imperio monopolista no quiere ceder su lugar, pese a la extrema decadencia de su modelo y el cada vez menor brillo de sus logros, que lejos de mostrarlo victorioso y pujante, lo exhibe prepotente y arrogante. El contexto de pandemia, atravesado por la guerra farmabacteriológica, muestra mucho más estos contrapuntos entre potencias y en todo Occidente comenzaron a saltarse las costuras del traje neoliberal globalista.

Impotencia

Al no poder justificar sus políticas con la defensa del inexistente bienestar de la población, los gobiernos y las corporaciones que detentan el poder llevan algunos años fomentando la decrepitud moral y blandiendo la guerra santa para encontrar espantapájaros que puedan seguir arrastrando a las masas hacia la consecución de sus planes.

La imaginería hollywoodense (hoy ya las factorías son mucho más amplias) no da abasto y el cinismo de los medios de comunicación asqueó a vastos sectores de la población. No son las rebautizadas fake news, sino los valores tramontanos los que hacen que las audiencias se despeguen de las pantallas y los diarios, persiguiendo, eso sí, nuevas agendas hedonistas y disgregacionistas. Los derechos de segunda, tercera y cuarta generación prevalecen por encima de la lucha por los derechos humanos básicos, elementales y prioritarios. ¿El desviacionismo conducido?

Pero el problema de la disputa geopolítica es que los decadentes se caracterizan por incendiar todo antes de abandonar su reinado y el poder de fuego de la OTAN es monstruoso y si bien el Dragón elige no confrontar y la disuasión de sus oponentes para que no lo ataquen, las guerras mundiales acaecidas en Siria, Libia e Irak, deberían mantenernos alertas a posibles nuevos focos de tensión militar.

Integración o desintegración

Los modelos de integración económica y cultural que lleva adelante China con la Nueva Ruta de la Seda y la Iniciativa de la Franja se contraponen con los planes hegemónicos estadounidenses, así que es casi inevitable que continúe la tensión entre ambas potencias. El aspecto tecnológico y científico de esta guerra entre potencias, ha quedado expuesta con el fenómeno 5G o la carrera por la llegada a Marte. China ha tomado la delantera y con India y Rusia han creado un polo tecnológico fuera del control atlantista que desespera al Complejo Militar-industrial, a Silicon Valley y a las grandes corporaciones tecnológicas.

La multiplicación de incursiones en aguas chinas o en disputa china de acorazados y portaviones estadounidenses aumentan el riesgo de una deflagración bélica. La OTAN, creada para controlar el Océano Atlántico se ha extendido con los años y su actual Secretario General Jens Stoltenberg avala la extensión de su territorio de operaciones para rodear a China.

El llamado a la acción contra China del gobierno estadounidense encontró posturas resbaladizas en Europa: “En mi atlas no figura que China esté en el espacio atlántico, pero puede que mi mapa esté equivocado”, expresó el presidente francés Emmanuel Macron. “No creo que nadie en esta mesa desee caer en una nueva guerra fría contra China”, dijo por su lado el Premier británico Boris Johnson. “No hay que exagerar” (la amenaza que representa China), “tenemos que encontrar el equilibrio correcto”, fueron las palabras de Ángela Merkel, Canciller alemana, como citaba en “Las cuatro cumbres de Biden” el siempre juicioso Rafael Poch.

La campaña antichina que inunda nuestras redes sociales y medios de comunicación fomentan el miedo, los prejuicios y la contrariedad. China no es perfecta, ni pretende serlo, pero tampoco es el violador serial de derechos humanos que intentan mostrarnos. En la subjetividad, en nuestra psiquis también se está llevando adelante una guerra. Si logramos ser conscientes de esto, podremos oponernos a los planes guerreristas que se están ejecutando y que no tienen una resistencia articulada de los pueblos que quieren vivir en paz.

Epílogo a modo de prólogo

“La apertura del futuro con la historia como espejo exige el emprendimiento de grandes luchas con numerosas y nuevas características históricas”, expresaba Xi Jinping en el discurso del 1 de julio por el centenario del Partido Comunista China en Beijing. ”El PCCh se preocupa por el porvenir y destino de la humanidad y avanza mano a mano con todas las fuerzas progresistas del mundo, y China viene siendo desde siempre una constructora de la paz mundial, una contribuidora al desarrollo global y una defensora del orden internacional”, y agregó que el futuro debe ser de “ganancia compartida” para lo que debe haber un “nuevo tipo de relaciones internacionales y la estructuración de una comunidad de destino de la humanidad”.

Todos sabemos que de grandes discursos está llena la historia. También sabemos el cumplimiento dispar que tienen de ellos, quienes los pronuncian. La historia reciente del pueblo chino, así como su historia milenaria, hablan justamente de esa coherencia. Que no es la coherencia arrogante, sino la coherencia modesta del que no tiene miedo de ir corrigiendo en base a aciertos y errores. Estamos asistiendo al prólogo de la Nación Humana Universal, así que bienaventurados todos los que expresen esa dirección de superación y supervivencia humana.