6 de julio 2021. El Espectador

 

No tengo formación jurídica para refutar los argumentos considerados por la Corte Constitucional al quitarle su curul a la representante Ángela María Robledo. Hasta donde sabemos, Ángela María era candidata a la Vicepresidencia, no al Congreso, y obtuvo su curul en la Cámara porque Petro y ella tuvieron la segunda votación más alta en las elecciones presidenciales de 2018; sus curules obedecen a un mandato del Estatuto de Oposición, no a un proceso electoral para Senado y Cámara. Por eso, y porque Colombia Humana es un movimiento y no un partido, no me cuadra la tesis de la doble militancia.

Pero solo escribo desde mi perspectiva de mujer que cree en la paz y en los derechos fundamentales de quienes no tragan entero las sobras que les tira el poder. Por eso confío en que abogados de alto perfil académico, ético y jurídico rebatan la decisión de la Corte, porque es mucho lo que está en juego. Con la salida de Ángela María no solo pierde la oposición: perdemos las mujeres, pierde la paz y pierde la democracia. Es muy frustrante que en medio de una vergonzosa abundancia de congresistas malos y mediocres, nuestro sistema legislativo se dé el lujo de quedarse sin Ángela María.

La doctora Robledo viene del mundo universitario. El mundo del pensamiento, el análisis y la crítica, la suya ha sido una inteligencia cuestionadora y positiva, sana, con proyección social y vocación de trabajo por los sectores más vulnerables, solidaridad con las mujeres y los niños, con los defensores de los derechos humanos y los constructores de conductas democráticas. No le ha empeñado su alma a nadie y ha sido coherente con ella misma, así eso le haya costado enemistades y agravios por parte de los sectores más radicales del petrismo.

Claro, ella es mucho más que una curul y no necesita estar en el Capitolio para decir lo que piensa, su voz no depende de un escaño y lo de honorable se lo ha ganado a pulso, desde su infancia, desde su hogar, en las aulas en las que ha sido alumna y maestra. Lo de honorable no le viene a Ángela María por representante, sino por íntegra.

“Las mujeres hemos cuidado la vida en medio de la guerra y seremos reserva ética para la paz”, dice la doctora Robledo en cada uno de los talleres por la paz que durante años ha dictado en la Colombia profunda. En esa Colombia incómoda y marginada que vibra, vive y muere en silencio, porque sistemáticamente han intentado apagarle la voz y quitarle cualquier átomo de oxígeno político. Eso no es exclusivo de ahora, pero asfixiar al opositor, al protestante y al que siempre se deja para después ha sido el deporte insignia del desgobierno actual.

Entiendo que la presencia de Ángela María en el lugar donde se hacen y aprueban las leyes irrite a muchos. En un país atravesado por los ejes de la violencia, un país en el que cada 3,9 días se consuma una masacre y cada 4,1 días se cometen siete feminicidios perturba que una mujer pregone a los cuatro vientos que “Colombia necesita un Estado cuidador de la vida en todas sus expresiones”. ¿Pero qué hacemos? Hay que repetirlo hasta el cansancio, a ver si algún día el poder se trastorna más por los escuderos de la violencia que por los arquitectos de la vida, y logramos erradicar esta cultura que volvió forzosas y cotidianas las cosas más tristes: la muerte, la intimidación, el desplazamiento, la venganza callejera y las represalias palaciegas.

Duele mucho la pérdida de esta curul. Se acata la decisión, pero uno siente que no fue justa la justicia.

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