Por Carlos Crespo

Se pueden decir muchas cosas de José Salcedo y de su historia humanista en Los Andes y el mundo. Lo importante son los interminables atardeceres, intuyendo, recibiendo, conociendo, aprendiendo y transitando El Camino.

La vida escogió el día del Niño para recibirle en su vuelo y llevarlo por ese Camino de infinitos mundos.

Nosotros estamos acá y un poco allá. Somos parte de su legado. Acompañamos y nos fundimos por instantes en su tránsito.

Amanecí con la memoria despierta y agradecida:

En los inicios de los 70 fuimos salpicados por destellos de La Mirada Interna, y tentados a intuir “algo más”, eso desconocido que, más tarde, en momentos distintos, nos tomó por entero y nos unió en El Camino. Eran tiempos de ilusiones y desencantos revolucionarios, de intuiciones espirituales, de vuelos alucinados, de caminos por el continente, descubriendo lo mejor de nuestros pueblos.

Luego, seguimos nuestros caminos, él cruzó los mares y fue con su música en búsqueda del mundo. Allá encontró al Humanismo Universalista, en su etapa de difusión. De regreso a Los Andes de los 80, inició su incansable siembra, que ha seguido hasta el día de su partida.

Pasaron tiempos largos, y entrados los 90, me encontró en un parque de Quito; me invitó a unirme una y otra vez. Finalmente, a fines de los 90, en momentos de gran necesidad interna, encontré pleno sentido con lo que más profundamente había estado buscando: la posibilidad de una transformación social y personal simultáneas. Puso en mis manos un regalo Interpretaciones del Humanismo de Salvatore Puledda. Y una invitación:
“No es utópico pensar que pueda surgir una nueva corriente humanista capaz de contrarrestar la crisis actual, caracterizada por la pérdida del sentido de lo humano y agravada por la prospectiva de la catástrofe global, con todas sus aterradoras alternativas” (p.6).

Sabía lo que hacía. Selló mi encuentro definitivo por el lado filosófico. Nos reíamos cuando me decía “no hay quinto malo”, refiriéndose al quinto intento de re-conexión, que para entonces fue con el Movimiento Humanista, en su fase de expansión por el mundo.

Desde entonces, compartimos intensamente una década de iniciativas y sueños humanistas (parece que ha sido toda la vida). Caminamos juntos la primera década del nuevo siglo:

  • El fascinante Encuentro mundial del Humanismo en Santiago a los inicios del nuevo siglo.
  • La construcción colectiva hasta terminar con la publicación del Libro Naranja de Ecuador.
  • Los Foros Humanistas nacionales, sub-regionales, hasta llegar en 2006 al apasionante y movilizador Primer Foro Humanista Latinoamericano, en la Universidad Central de Quito, que siguió con sus réplicas en otros puntos del continente.
  • El paciente y esperanzador tejido simultáneo de la Red de Educadores Humanistas a nivel latinoamericano y de Ecuador.
  • La despedida conjunta en Guayaquil de nuestra querida amiga y gran humanista, MCF.
  • Finalmente, la puesta en marcha del sueño de construcción de un Parque de Estudios y Reflexión en Ecuador.

Nuevamente, nuestras trayectorias nos llevaron a seguir El Camino por senderos paralelos, durante esta segunda y retadora década.

Nos queda abierto el nuevo encuentro para otro “tiempo y espacio”, que seguro estará preparando como adelantado que siempre fue.

¡Gracias José!