Siempre querido José, anoche tu cuerpo ya no te acompañó en la lucha por quedarte unos cuantos años más en este Ecuador de tus amores, en la tarea de humanizarlo, de dejar en escritos tus experiencia, tu sabiduría, tus descubrimientos. Decidiste soltar e irte, emprender otros caminos, sembrar en otros mundos, en infinitos mundos. Debo decirte que no me conformo. Quizás en un tiempo sí, pero por ahora, no me conformo.

Así, inconforme como estoy, quiero que sepas que somos muchos y muchas quienes hemos aprendido de ti y que lo que nos has enseñado, continua y continuará. No has perdido tu tiempo ni tu esfuerzo en este paso por la tierra. Quiero decirte que nos has abierto puertas, ventanas y miles de caminos para ser más humanos, para avanzar decididamente en el gran intento que es nuestro proyecto, para lanzarnos en múltiples aventuras.

Quiero contarte que me acordaré siempre del helado que me compraste cuando me invitaste a hacer parte de tu consejo. Así fue, me vendí al humanismo por un helado y no sabes cuánto te lo agradezco. Quiero decirte que lo que guardo en mi corazón es tu entusiasmo por cada nueva idea que se nos ocurría y queríamos llevar adelante, tu convicción profunda en el sentido de nuestro quehacer, tu osadía para enfrentar cuantas dificultades encontrabas en el camino, tu profundísimo amor por este Ecuador que te vio nacer y que llevabas con orgullo siempre y por supuesto, los muchos muchísimos momentos de risa y alegría en los que nos burlábamos de nosotros mismos y de nuestros errores para pasar la página y continuar.

Gracias José, gracias de todo corazón. Sin ti, el legado humanista no viviría en este país. Ten la certeza de que continuaremos en el intento y, muy importante, cuidaremos a tu Martín, tu hijo amado.