por Karla Mijangos Fuentes

La región Puno es uno de los espacios territoriales con mayor diversidad biológica, por ello el Gobierno del Perú (2016) refiere que de las 84 zonas de vida registradas a nivel país, 21 de ellas se localizan en esta región. Dentro de esta biodiversidad reconocida, Puno cuenta con una gran variedad de plantas medicinales que la naturaleza ofrece a sus habitantes para sanar sus dolencias.

En este entendido, tal y como lo anuncia Marina Checalla, el Perú cuenta con una zona ampliamente selvática donde la mayoría de sus medicinas provienen de este espacio verde, por ende, los profesionales de enfermería no pueden desanclar este contenido de su conocimiento general sobre la salud.

Marina Rakel Checalla Poma es una Enfermera que desempeña su trabajo profesional en Puno. Ella se reconoce e indentifica como una Ciudadana Indígena que habita el cuerpo y sentido común de dos culturas: la Quechua y la Aymara; tanto por localización geográfica como por genealogía familiar.

En este sentido, Marina nació y creció toda su vida en una zona territorial que se encuentra en la unión de estás dos culturas. Marina señala “donde yo resido es como el medio; para mi derecha está la zona Aymara y para mi izquierda está la zona Quechua. Es pluricultural y dentro de este marco yo me defino como una ciudadana indígena”

Dentro de todo esta genealogía y sentido de pertenencia, Marina refiere que su papá es Quechua y su mamá Aymara, por tanto, ambos hablan su idioma. Sin embargo, bajo todas las políticas aculturalistas y lengüícidas que han arrasado sus territorios, sus padres no le transmitieron el quechua. Ella puede entender algunas palabras, trata de hablarlo con sus asegunes y desaciertos, pero no puede hablarlo fluidamente.

Dentro de este sentimiento de tristeza e impotencia, Marina describe “Definitivamente el tema cultural, el tema de ¿cómo mi hija va a hablar esto? porque existía este tabú, de que teníamos que mejorar y dejar de hablar nuestro idioma. Por ello, no me enseñaron el idioma y ahora lo aprendo en el día a día”

Se puede decir en términos generales que esta barrera idiomática la ha impulsado con mucha mayor fuerza y entereza a aprender el quechua, debido a que en la zona donde ella labora, la cual denomina como remota, existen solo personas que hablan este idioma, incluso Marina nos contó que niñas y niños desde los 3 o 4 años comienzan a hablar el quechua puro, y son estas pequeñas personas las que le han permitido hablar el idioma.

El interés de Marina por aprender las lenguas originarias y por comprender y desarrollar la interculturalidad, surgió de una experiencia previa que tuvo como docente en una pasantía desarrollada en la selva de Iquitos. Ella nos cuenta que, al ser profesora formadora de enfermeros técnicos en un Instituto Tecnológico de dicha región, realizó un intercambio por diversas zonas selváticas, lo cual le permitió mirar ampliamente las formas de organizar, conocer la salud y de trabajo de las diversas comunidades.

A esta descripción, Marina agrega que, en dicha institución académica, los enfermeros técnicos no sólo reciben una formación en conocimientos sobre medicina convencional, sino también sobre medicina tradicional. Esto comprende elaborar medicinas y tratamientos a base de plantas, así como cursar contenidos que abarquen la configuración de la herbolaria, tal como se hace con la farmacología.

Esta experiencia vivida y sentida, le ha permitido a Marina encontrar un nuevo sentido para desarrollar su práctica profesional en Puno. No obstante, le preguntamos ¿sí además de esta barrera idiomática había encontrado otras dificultades? Partiendo de que ella comparte la misma cultura y mundo de vida de las personas que atiende.

Frente a esta interrogante, Marina parte de esta barrera idiomática para señalar que, al ser consciente de esta dificultad, ella trato de buscar otras estrategias que compensaran esta necesidad de comunicación e interacción, tal como ella se planteaba ¿cómo llegar a la población? ¿cómo hacer que la población se familiarizará con ella? y ¿cómo romper con esa barrera de enfermera y población?

La barrera que trata Marina no es abordada desde un límite territorial y lingüístico, sino que ella lo plantea desde estos otros bordes fronterizos de interacción, identidad y subjetividad implícitos en esta relación interpersonal, es por ello que, Marina pensaba en derrumbar esta barrera que impide que las personas de la comunidad se acerquen al establecimiento de salud, así como esta falta de comunicación más allá de lo verbal; aquello que no se mira, pero obstaculiza el entenderse con el otro.

Así, frente a estas grandes interrogantes y mirando hacia el interior de sus sentidos, es como brota esta iniciativa que consistió en cambiar el uniforme convencional de enfermería por la vestimenta tradicional de Puno. Esta decisión le trajo nuevos retos como nos cuenta a continuación.

“Cuando yo tomé esa decisión, sentí de alguna forma, en un principio, rechazo de parte de algunos profesionales de la salud, incluso con frases despectivas frente a esta situación” y “Por parte de la población, al principio sentí cierta extrañeza, rareza, sobre ¿por qué un personal de salud vestía de esa forma? Entonces sí hubo este tipo de situaciones que hoy ya la población se ha acostumbrado a verme así. Ha habido ciertas barreras que tenía que pasar para lograr adentrarme un poco más en la población”

Con base en estas reflexiones, le preguntamos a Marina ¿sí con esta acción se facilitó la comunicación e interacción? Ella responde que, sí esta acción la hubiese dirigido a otra población más culturizada desde lo occidental, el impacto no hubiera sido semejante, no obstante, su población que conserva muchas de sus prácticas y sentidos culturales, la trascendencia de esta decisión fue mayor.

Es este sentido, ella nos describía que las niñas desde muy pequeñas ya usan sus polleras y trajes típicos, porque las mamás todavía siguen transmitiendo estas prácticas de pertenencia y territorialidad indígena. Y ella al mirar esta interacción y relación simbólica con la vestimenta dio cuenta que, la primera barrera que enfrentaba como profesional es que las niñas y las mamás presentan mucho miedo y/o temor al personal de salud, por ende, Marina apuntaba lo siguiente.

“Muchas veces con solo acercarse al establecimiento de salud, las niñas se ponen a gritar y a llorar y hacen su pataleta y no quieren entrar. Entonces la vestimenta me ha ayudado a que ellos se sientan un poco más cómodos, más que nada los niños; y que las mamás también rompan esa barrera del temor. Muchas veces verte con el uniforme en el Perú, el cual es turquesa, es sinónimo para los niños de alguien que les produce dolor cuando los vacunas, o de alguien que les hace algún tipo de daño, pero cuando yo cambié la vestimenta, los temores y los miedos bajaron y ellos ya tenían un poco más de confianza, ya interactúan un poco más conmigo. Ya te ven, no como a la enfermera, te ven como a la tía, entonces, hay un poco más de facilidad con los niños y con las mamás que de alguna forma se sienten más en confianza para poder entablar algún tipo de conversación contigo”

Marina afirma que, aunque la barrera idiomática no se logra derribar por completo, existen personas a su alrededor que la apoyan con la traducción de las palabras que no logra entender, sin embargo, ella da cuenta de que existen otros muchos más obstáculos que el idioma.

A partir de esta mirada que Marina ha reconstruido, le pedimos que nos reelaborara un concepto de la enfermería, a la cual definió como “Somos ángeles que ofrecemos un cuidado de primera a ese niño o niña, o, a esa adolescente que está en proceso de gestación y necesita un tipo de apoyo, porque en esa zona desde los 15 años se naturaliza ser mamá, por tanto, es cuidar a esa nueva mamá y a un nuevo ser humano. Cuidar a ese adulto mayor que por la lejanía de las zonas está en abandono, ya no tiene fuerzas para poder trabajar y necesita que tú solo vayas y lo visites y te pongas a conversar un momento con él, más allá de algún otro apoyo

Marina continúa diciendo “En ese marco, somos ángeles que ofrecemos cuidados de primera. En un hospital, somos las que está al lado del paciente las 24 horas del día, administramos medicamentos, asistimos en la alimentación, brindamos cuidados de confort, brindamos consejerías emocionales, es decir, una serie de actividades que nos permiten reconfortar la salud de esa persona. Entonces Enfermería somos ángeles que brindamos cuidados de primera, no somos medicina de segunda”.

Finalmente, le preguntamos a Marina sobre qué le pide al sistema de salud para que atienda realmente a las necesidades de estas comunidades. Marina señala que, en primer lugar, se debe cambiar el modelo de formación universitaria, porque ella apuntaba que al inicio de la carrera les dan con todo lo occidental, incluso en el tema del parto, el cual ya se sabe desde lo científico y desde la física de la gravedad que la mejor y más humana forma de parir es vertical, sin embargo, el modelo occidental sigue atendiendo lo partos de forma horizontal.

Cuando Marina habla de reformar los currículos habla de cambiar el enfoque y epistemología, por ende, ella señalaba que se deben incluir componentes de diversas medicinas. En términos generales, Marina refiere que cuando se habla de prevención de la enfermedad, se está hablando de la medicina natural “de esa hierba, de esa muña que yo me tomo para evitar mi gastritis”.

No obstante, ella retoma la gastritis para señalar que cuando ésta ya está presente, se debe acudir a otras medicinas incluyendo la medicina convencional para poder recuperar la salud de la persona. “Entonces desde los procesos de formación, desde los Institutos se deben forman profesionales que estemos a la altura de este tipo de situaciones”.

A este respecto agrega que, enfermería no puede dejar absorberse únicamente desde el camino que las docentes universitarias les trazan, el cual está marcado por la medicina occidental y desde donde surgen todas las Políticas de Estado. Ella recomienda que las enfermeras deben enfocar sus investigaciones fuera de lo convencional, no cuestionando porqué ciertas prácticas existen, sino a partir de observar que estas prácticas tradicionales funcionan, investigar el funcionamiento y origen de estas técnicas.

Finalmente, Marina añade “Entonces nos falta a las enfermeras investigar ese tipo de situaciones y procesos que están dentro de esa cultura. Nos falta investigar cómo es que la cultura ancestral curaba las enfermedades sin necesidad de un antibiótico. Ellos curaban, pero nos falta investigar ¿cómo? A veces parece que hay cosas que no tuvieran explicación, pero ellos lo conocen y funcionan

Referencias:

Gobierno de Perú (2006). Disponible en: http://siar.minam.gob.pe/puno/sites/default/files/archivos/public/docs/sitios_prioritarios_conservacion_db_region_puno2c_agosto_2016.pdf