Por Colectivo Martín Ferrero

Lenín Moreno, pasará a la historia como un discapacitado moral que traicionó a su patria, ligado al fraude político que lo llevó al poder con la promesa de profundizar las reformas del correísmo. Como sucedió en Chile, con González Videla, al poco andar, se quitó la máscara y terminó gobernando con los enemigos del pueblo.

Este plan, urdido en la inteligencia de la potencia del norte, implicaba que a la traición de Moreno siguiera una fabricada persecución mediática y judicial al legado material y político de Rafael Correa sintetizado en la experiencia del país de sentirse dueño de su propio destino.

Lenín Moreno, destituyó, inconstitucionalmente, al vicepresidente designado por el voto popular; y un fiscal usurpador, como Pérez Reina, y jueces venales, como Daniella Camacho Herold, se encargaron de encarcelar arbitrariamente a Jorge Glas Espinel.

Otro caso de surrealismo mágico, tan propio de Latinoamérica, es haber acusado a Rafael Correa de influjo psíquico. Para vergüenza de la tradición jurídica del Ecuador, tal sentencia está suscrita por Iván Saquicela, actual presidente de la Corte Nacional de Justicia.

Sin embargo, el plan tiene otras aristas. Dejar a traidores ocultos en el círculo cercano a Correa es el candado que asegura el éxito de la conspiración.

Todos conocen las limitaciones de Moreno. No se podía confiar en su intelecto y sagacidad inmersos en un universo cuántico, para conducir la trama.

¿Cómo identificarlos? Hay una que funge de miss universo y ejecuta parodias de víctima, pero es mala actriz. Otro, hace el papel de perseguido político.

La clave para ubicar a tales traidores, es confeccionar la lista de quienes convencieron a Rafael Correa que era mejor opción llevar a Lenín Moreno de candidato a la presidencia y no a Jorge Glas. Es un ejercicio simple pero provechoso. Ecuador no se merece más errores y horrores como el gobierno de Lenín Moreno. Los delitos de lesa humanidad de octubre de 2019, no se pueden olvidar.

Otro mal a erradicar, es el exacerbado protagonismo personal. La tarea pendiente consiste en fortalecer el sentido colectivo del pueblo y, en especial, de las organizaciones de la sociedad civil, para que la comunidad pueda defender sus ideales y líderes, enfrentando la persecución de las clases dominantes, cuyos crímenes han teñido de sangre las hojas de la historia de la humanidad.

Cuando alguien se asume indispensable o imprescindible, una caminata por el cementerio lo puede disuadir de tal creencia.  Muchos de los que habitan un campo santo, en vida, también creyeron lo mismo y el mundo ha seguido girando después de sus días. La humildad, que suponen las misiones colectivas, es una virtud que se debe cultivar en el proceso de construcción histórica.

Andrés Arauz, en estas elecciones, al encarnar honestas aspiraciones de justicia, representa la esperanza.

Debemos advertir que los enemigos de la democracia tienen un plan alternativo para él.

En la embajada del águila calva, en Quito, ubicada, irónicamente, en la Avenida Eloy Alfaro, hay una carpeta electrónica cifrada que espera la aprobación de la administración Biden. Contiene la salida o solución a lo Roldós Aguilera. Es decir, el asesinato disfrazado de accidente.

Los infiltrados en la campaña presidencial, mantienen informados, día a día, a los sicarios del águila calva, sobre los pasos y programación de eventos y reuniones del ganador de la primera vuelta.

Se pensaba, por algunos, que ganaba Trump, pero fallaron los pronósticos. Por ello, el itinerario del atentado está temporalmente suspendido.

La impunidad de esa iniciativa se encuentra asegurada con la fiscal adicta al Imperio, Diana Salazar, condecorada este 23 de febrero por Estados Unidos, paradojalmente, con el premio anticorrupción, mientras se masacraba, brutalmente, a los presos con motosierras, vídeos incluidos, suceso solo explicable por la putrefacción galopante del sistema judicial y carcelario del Ecuador.

Lo previamente descrito, constituye otra muestra de la penosa escena local, animada, como era de esperar, con la aparición mediática de Moreno, en el ocaso de su mandato. Éste, con la impostura que lo caracteriza, justificó la crisis de los centros de reclusión con el reiterado mantra de culpar al gobierno de Rafael Correa, del que, además, fue parte. Terminó anunciando, que, ahora, se entregarían los recursos que pudieron haber evitado el quebranto. Son la locura e impudicia llevadas al paroxismo.

A veces, los grandes hombres y las naciones, no se dan cuenta que la incondicionalidad y la adulación fácil, pueden encubrir la traición más abyecta. Lenín Moreno, cuya felonía hacia Rafael Correa es proporcional a su insignificancia ética, es ejemplo de tal reflexión como lo fue Pinochet respecto de Salvador Allende.

La lealtad, en cambio, obliga a la labor, muchas veces ingrata e incomprendida, de señalar a esos líderes que pueden equivocarse y que la crítica fundada y fraterna, es prueba de sincero aprecio y reconocimiento, cuando la obra común radica en la consecución de causas nobles y justas.  En este sentido, personas como Sofía Espín Reyes, son invaluables.

El Partido Comunista del Ecuador, desde 1926, también sabe de lealtades, a pesar de los desaires.

Es un milagro que Rafael Correa haya enfrentado al Imperio y siga vivo. Hoy, corresponde proteger a Andrés Arauz.

Hacemos responsable a JoeBiden de la integridad física del candidato de la esperanza.